Lo que parecía un simple acto burocrático se convirtió en un escándalo. La Fiscal presentaba la memoria y cuenta de su gestión y, de pronto, soltó una frase que taladró la aparente estructura monolítica del chavismo: En Venezuela se ha roto el hilo constitucional. Luisa Ortega Díaz (nacida en 1958, año en que el país inició su democracia) lanzaba una estocada a las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia. Los dictámenes despojaban al Parlamento de sus funciones y anulaban la inmunidad de los diputados. Ha podido usar el término autogolpe. Pero fue más elegante: tiene un doctorado en Derecho Constitucional. El equipo de funcionarios que la acompañaba prorrumpió en aplausos. Largos aplausos contrarrevolucionarios. Metamorfosis: la jefa del Ministerio Público transformada en una deidad republicana.
La Fiscal. La que había sido juramentada por Diosdado Cabello, el delfín de Chávez que ejerce el control del aparato militar. La que izó la bandera del juicio contra Leopoldo López. La que negaba rotundamente que en Venezuela hubiera presos políticos. La que decía que el derecho a manifestar no era absoluto. La Fiscal. La que insinuó que Franklin Brito (productor agropecuario a quien el Gobierno arrebató sus tierras y murió tras hacer una huelga de hambre) estaba incapacitado mentalmente. La Fiscal. La que negó en la ONU que la ex jueza María de Lourdes Afiuni (detenida por órdenes expresas de Chávez y que fue violada en la cárcel) hubiera recibido malos tratos estando en prisión. Ella, en vivo.
Era la crónica de una muerte anunciada. Luisa Ortega Díaz ya venía dando señales de un distanciamiento del Gobierno. En febrero de 2015, vetó la Resolución 8610 emitida por el ministro de la Defensa. Este decreto autorizaba el uso de armas de fuego para controlar las protestas. En diciembre de ese mismo año, se negó a firmar el acta para la designación de 33 magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Encontró vicios en el procedimiento: incluida la postulación de aspirantes con antecedentes penales. El 2 de febrero de 2016, compareció ante la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, para rendir cuentas de su gestión. La comparecencia fue interpretada como un guiño hacia los adversarios del régimen. Y lo más importante: hace ocho meses advirtió que el Tribunal Supremo no podía disolver la Asamblea Nacional.
Luisa Ortega Díaz lleva una década como jefa del Ministerio Público. Su período vence en el 2021. ¿Por qué, sabiendo a lo que se expone, decide deslindarse del Gobierno? Hay grandes diferencias entre ella y la cúpula gobernante. Una fundamental: la fiscal no es narco. No aparece en las listas que salpican al staff revolucionario. Quizá la cuenta que sacó es que los herederos de Chávez terminarán inmolándose. Defender la revolución es defenderse ellos mismos. Y en esa defensa, barrerán con todo vestigio de institucionalidad. Por eso han colocado sobre la mesa la carta de una Constituyente fraudulenta. La Fiscal no está dispuesta a llegar tan lejos. Su empaque es republicano. Y hace un cálculo político: intuye que la inmolación no tendrá un final feliz.
El Gobierno mueve sus fichas para llevarla a la guillotina. A la pornográfica justicia revolucionaria. El Tribunal Supremo admitió la solicitud de un antejuicio de mérito en su contra. Su destitución luce inminente. A lo Robespierre. La Fiscal ya no habla de ruptura del hilo constitucional. Va más allá: “Estamos en un Estado de terror”. Pero Luisa Ortega Díaz no está sola. La Constituyente, que se activó sin consultar al pueblo si está de acuerdo o no con que se redacte una nueva Constitución, ha dividido al chavismo. El propio esposo de la Fiscal, el diputado oficialista Germán Ferrer, advierte que con esta estrategia el régimen busca eternizarse en el poder. La ex Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, tampoco avala la Constituyente. Y el hasta hace poco secretario del Consejo de Defensa de la Nación y pupilo de Chávez, el general Alexis López Ramírez, renunció a su cargo por estar en desacuerdo con esta apuesta de Maduro.
No, la Fiscal cuenta con un vasto conglomerado de adeptos: ocho de cada diez venezolanos quieren que Nicolás Maduro se vaya de Miraflores. ¿Se convertirá la jefa del Ministerio Público en una figura clave de la transición? La revolución da para todo. El ímpetu republicano que priva en Luisa Ortega Díaz en este momento tan delicado para el país –van 90 muertos en casi tres meses de protestas– convierte su pasado en un error reparable. Una mancha en un océano. Ese océano está representado por la Constitución. Impedir que la dictadura se imponga es un fin superior. Realpolitik, como señala la escritora Ana Teresa Torres. ¿Llegará hasta el final Luisa Ortega Díaz? El diario El Nacional recoge una frase atribuida a ella que delata su temple: “El día que repartieron el miedo, yo no llegué”.
(Caracas, 1963) Analista política. Periodista egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV).