La hazaña de Hillary Clinton

Hillary ha ganado las primeras batallas pero las dificultades por venir son enormes. La bajeza con la que Donald Trump se conduce augura una campaña sucia sin precedente.
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Por primera vez en la historia de Estados Unidos una mujer, Hillary Clinton, es la candidata presidencial de uno de los dos grandes partidos nacionales realizando una proeza tan difícil como necesaria. Pero este es apenas el primer paso, de ganar la presidencia en noviembre, como toda la gente de razón esperamos, la hazaña será colosal, y Estados Unidos se colocará a la altura de países civilizados grandes como Alemania, Gran Bretaña, Israel o India, y pequeños como Chile o Costa Rica. Más vale tarde que nunca.

El regocijo que provoca su posible triunfo no es solamente porque es mujer, en Argentina, por ejemplo, ha habido mujeres presidentas impresentables y lamentables. Lo relevante en este caso es que una mujer ha tenido la oportunidad de competir contra varios hombres y les ha ganado. Y que ha triunfado porque, a diferencia de su oponente, Hillary es una persona capaz, responsable, experimentada, y preparada para ser la presidenta del país.

En su carrera a la presidencia Hillary ha tenido que superar innumerables escollos. Uno de ellos fue idear la forma de evitar una fractura dentro de su propio partido, un archipiélago de facciones que se enorgullece de defender su propia agenda sin preocuparse por ver el bien común. El reto fue mayor sobre todo porque contrario a todas las previsiones, la elección primaria fue muy competida y la Convención Nacional Demócrata de 2016 pintaba tan tumultuosa como la de 1968. Más de 22,000 sanderistas amenazaban con reventar la Convención bajo el lema “Bernie or bust”.

En 1968, la guerra en Vietnam fue la causa de la disputa interna en el Anfiteatro Internacional de Chicago, y externa porque decenas de miles de jóvenes tomaron las calles de la ciudad para protestar contra el apoyo del Partido Demócrata a la guerra en Vietnam y fueron salvajemente reprimidos por la policía de Chicago bajo las órdenes de un alcalde demócrata.

 En 2016, el fantasma del divisionismo lo creó el surgimiento de un nuevo movimiento progresista liderado por un anciano senador con ideas socialistas que despertó el ánimo de la juventud harta del sistema económico prevalente y de los partidos políticos que no solo lo toleran sino que lo alientan.

Afortunadamente para la causa del Partido Demócrata,  Hillary y el propio Sanders manejaron el tema de la reunificación con absoluta maestría permitiendo que los sanderistas se desfogaran durante el pleno de la Convención sosteniendo la nominación de su candidato y posteriormente acatando la línea de su líder en apoyo a Clinton.

Hillary ha ganado las primeras batallas pero las dificultades por venir son enormes. La bajeza con la que su oponente, Donald Trump se conduce parece no tener límites, y su impredecible conducta, con esa mezcla de vulgaridad, falta de respeto y su propensión a mentir auguran una campaña sucia sin precedente.

Como muestra de lo que se viene conviene asomarse al pasado inmediato. Aun aceptando que los políticos no se distinguen por su apego a la verdad, Trump ha resultado un mentiroso excepcional como lo revela una investigación de los reporteros del Washington Post en la que detectaron que de 52 declaraciones sospechosas hechas por Trump, el 82% de ellas eran mentiras absolutas o parciales. Clinton, develó el mismo reportaje,  “sigue la curva típica de los políticos” alternando exageraciones con verdades en partes iguales pero nunca, concluye el Washington Post, ha habido un candidato presidencial estadounidense tan mentiroso como Trump.

Es difícil predecir si el hecho de que la candidata sea mujer ayudará a su triunfo. La discriminación de género sigue viva y se manifiesta de muchas formas. Contraste por ejemplo cómo se admira a un hombre de convicciones fuertes mientras se critica a una mujer como Hillary que tiene un carácter fuerte.

Lo que no es difícil augurar es que si Hillary logra aglutinar a la coalición arcoíris formada por votantes jóvenes, sanderistas, negros, latinos, asiáticos, mujeres y el grupo LBTG que votó por Obama en sus dos elecciones, y les motiva salir a votar en grandes números, no cabe duda que ganará la elección.

 Algunos comentaristas han sugerido que la selección de un político latino como compañero de fórmula habría ayudado a consolidar en su favor al grupo de votantes latinos. Sin duda. Julián Castro, el ex alcalde de San Antonio, Texas, y actual Secretario de la Vivienda en el gabinete de Obama es un político que promete mucho pero a quien le falta experiencia en el escenario político nacional. También se mencionó el nombre del Congresista Xavier Becerra, un político con mucha experiencia en Washington pero que carece del carisma que tiene Castro o el ex alcalde de Los Ángeles Antonio Villaraigosa, quien no figuró como posible candidato.

Sin embargo, más allá de sus virtudes o carencias, el mayor obstáculo que enfrentaron los políticos latinos fue la candidatura de Trump. Dada la demonización de la comunidad latina que ha hecho Trump es evidente que a estas alturas de la contienda los votantes latinos deben saber que hay que ir a votar de forma masiva en contra de quien los ha utilizado como chivos expiatorios de los problemas que vive la población blanca de bajos niveles educacionales que no ha soportado el embate de la globalización porque no está preparada para hacerlo, y de los racistas que se niegan a aceptar la diversidad del país.

         

 

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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