“También esto pasará”, dice un adagio antiguo que al parecer se originó en Persia pero que tiene ecos en otros idiomas. Como pasó la guerra, el hambre y la peste de la segunda década del siglo XX en México, así pasará la pandemia del coronavirus. Pasará también, aunque tardará mucho más y será muy profunda, la crisis económica y social. Y, llegado el momento electoral, en junio de 2024, también el gobierno actual pasará. Pero no podemos dejar el libreto en manos del tiempo, que todo lo cura u olvida. Suficiente tenemos con el azar, ese demiurgo de la historia. Hay que limitar la destrucción y pensar en la reconstrucción. Para esa labor titánica contamos con una sociedad civil alerta, madura, generosa y activa.
Importa recordar que esa sociedad no existía en 1976, cuando José López Portillo contendió solo por la presidencia. No había forma de canalizar el descontento por vías civiles, ni siquiera en la prensa. También las vías políticas estaban cerradas: el Partido Comunista seguía proscrito, la izquierda era un archipiélago y el PAN estaba a un paso de desaparecer. En unos cuantos años los ciudadanos tomaron el destino en sus manos, y desde entonces no lo han dejado. Vive la sociedad y viven sus canales libres de expresión.
En la pandemia, la sociedad ha estado por delante del gobierno. Sin un liderazgo responsable y unificador, sin una información clara, veraz y consistente, los ciudadanos han actuado de manera casi instintiva. La solidaridad del mexicano es su sello histórico, mucho más que sus querellas y sus pasiones. Ha sido visible en los terremotos, con los “topos” que salvaban vidas o los estudiantes que proveían víveres. La solidaridad ahora es menos tangible, pero está ahí. ¿Qué puedo hacer yo, preguntan muchos, más allá de protegerme y proteger a los míos? Las redes sociales están ofreciendo algunas respuestas.
Ante todo, apoyar a los médicos y enfermeras, la vanguardia heroica de la sociedad en el frente de guerra. Sometidos a condiciones peligrosísimas, incomprendidos, hostigados, cumplen con su juramento. Carecen del respaldo de un sistema de salud solvente, equipado y eficaz, pero siguen mitigando el dolor, salvando vidas, a veces a costa de la propia. Cuando esto pase, México tendrá una noción muy distinta de la profesión de médico y la vocación de enfermera, y un deber de reconstruir y reforzar a fondo las instituciones de salud. Esa será, acaso, una de las consecuencias positivas de esta tragedia. Cuando la remontemos, en vez de series de narcos veremos historias de médicos. Pero no debemos esperar a que este momento se vuelva historia. Necesitamos ideas prácticas. Hace falta una gran campaña de concientización sobre la labor de los médicos y las enfermeras. Se requiere una vasta ampliación de equipamiento en hospitales públicos (cubrebocas, caretas, botas, impermeables, ventiladores). En este sentido, la compra masiva de vacunas que ha anunciado Carlos Slim es una gran noticia de la sociedad y para la sociedad.
La sociedad civil ya está buscando formas autónomas de limitar el daño económico. También lo están haciendo las organizaciones empresariales y varios gobiernos estatales. Urge apoyar a la gente que asegura el abasto de comida: el abarrotero, el dueño de la fonda o el pequeño restaurante. Es preciso trasmitir a los funcionarios del régimen la gravedad extrema de la situación y las medidas que pueden paliar el daño. Ningún subterfugio podrá ocultar la caída. Cuando la pandemia termine nuestras ciudades pueden ser inhabitables por la miseria, el hambre y la inseguridad.
En la política, un sector muy amplio de ciudadanos se resiste a desanimarse, callar y obedecer. Pero no es suficiente. Hay mucho que hacer en estos meses de encierro forzoso. Las principales fuerzas de oposición en el país –a pesar de su desgaste y desprestigio– deben unirse y coordinarse desde ahora con la sociedad civil. El objetivo común es escoger a los mejores candidatos para las elecciones que renovarán la Cámara de Diputados y las quince gubernaturas en juego en 2021. Es tiempo de diseñar campañas mediáticas innovadoras que trasmitan información objetiva y propuestas claras de reconstrucción. El surgimiento de líderes locales intachables es la prioridad. Si el mapa político vuelve a ser plural, México encontrará la vía del diálogo y la reconciliación.
El presidente no usa cubrebocas. Buena parte de la sociedad sí. Esa es la imagen del México de hoy. Pero el poder pasa, y la sociedad permanece.
Publicado en Reforma el 23/VIII/20.
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.