A más de dos años de haber iniciado su gobierno, la aprobación promedio de Andrés Manuel López Obrador ronda el 57.5%, de acuerdo con el ejercicio estadístico que Consulta Mitofsky realiza diariamente para el periódico El Economista. El presidente cultiva la mentira, las medias verdades o el uso de datos no verificables en las conferencias que él mismo dicta, dirige y organiza de lunes a viernes. En una variedad de temas que preocupan al país, su gestión no ha dado resultados visibles y perceptibles, pero tiene un nivel de respaldo que le ha convencido de que la única verdad que puede, y debe, prevalecer es la que él disponga, provea y coloque diariamente en los medios.
De acuerdo con El valor de la verdad. A un tercio del sexenio, informe de la organización ciudadana Signos Vitales, la falta de resultados cuantificables y medibles por parte del gobierno federal obedece a proyectos insuficientes e incorrectamente diseñados, pues la única orientación de las acciones de política pública parecen ser la guía que el presidente da, cada mañana, en sus sesiones informativas. Es decir, gobierna desde el atril donde habla tres horas al día.
Si bien el informe ve favorablemente acciones como el aumento al salario mínimo, que busca cerrar la enorme brecha de ingreso, o la activación y puesta en marcha del T-MEC, que permite a México mantener una conveniente relación comercial con Estados Unidos y Canadá, advierte que, en su ambicioso deseo por borrar cualquier rastro de los gobiernos anteriores, López Obrador ha hecho del legislativo un mero validador de cualquier instrucción que provenga de su oficina. También ha debilitado a instituciones clave para la democracia mexicana, a través de castigos presupuestales y la desaparición o subordinación de diferentes contrapesos institucionales, cuyas capacidades han quedado destruidas.
A decir de los autores de este reporte, temas centrales como el Estado de derecho, la militarización, la gestión de la pandemia, el crecimiento económico, el abatimiento de la pobreza, la mejora educativa y la del sistema de salud, son abordados, cada mañana, mediante un montaje profesional y una adecuada batería de preguntas a modo, que permiten al titular del Ejecutivo repetir “el mismo guion de falsedades, verdades a medias, combinación de acusaciones, datos no verificables y denostaciones en contra de detractores”.
Se consigna que, a dos años en el poder, el gobierno es cada vez más el de un solo hombre capaz de tomar decisiones de manera unilateral, sin pedir permiso a nadie. Esto ha quedado patente en sus propuestas para arrogarse la facultad de modificar el destino de los recursos del gobierno federal, con entera discrecionalidad, para que los ahorros obtenidos sean reorientados a cualquier proyecto, sin necesidad de justificar las razones de esta reorientación presupuestal frente a la Secretaría de Hacienda.
Como ejemplo de esta aparente falta de sensibilidad, se acota que México ha sido devastado por los efectos de la covid-19, pues su impacto no solo se ha visto en la pérdida de vidas, sino en un daño mayor a quienes ya carecían de bienestar. Estos hechos, a su vez, se han reflejado en el cierre de empresas, la pérdida de empleos y un mayor empobrecimiento de la población pero, especialmente, en el colapso profundo al que se llevó al sistema de salud, bajo el criterio de ir en contra de todo lo que ya se había hecho en administraciones anteriores. Esto, finalmente, derivó en un desabasto de medicamentos y en la falta de continuidad de tratamientos para enfermedades y padecimientos crónicos que demandan medicación y atención constante.
Para Signos Vitales, las prioridades del lopezobradorismo se encuentran en otro lugar. El presupuesto para salud 2021 considera solamente 1.9% más que lo destinado al presupuesto de 2020, mientras el financiamiento de proyectos como el de la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya o el Aeropuerto Felipe Ángeles alcanza los 102 mil 653 millones de pesos.
Como parte de sus conclusiones, el reporte considera que estos dos años del gobierno de la autollamada Cuarta Transformación se han caracterizado por una pérdida del valor de la verdad: por el uso frecuente, y sin recato, de mentiras, medias verdades y datos no verificables sobre la situación del país. “No es aceptable que el gobierno intente sustituir ‘su verdad’ por la realidad, manipulando y difundiendo información falsa o equívoca, que no permita a la sociedad tomar las decisiones adecuadas”.
Son, en resumen, dos años de un gobierno que pretende gobernar a través de la comunicación y no a través de resultados y realidades. Un gobierno que acumula cada vez más poder en una sola persona y en el que empieza a hacerse realidad lo escrito por Timothy Snyder, historiador de regímenes autoritarios, en un artículo en The New York Times en el que afirma que “la posverdad es prefascismo” y que cuando renunciamos a la verdad, “concedemos el poder a aquellos con la riqueza y el carisma para crear un espectáculo en su lugar”. Un espectáculo como el que se monta cada mañana con verdades a medias, acusaciones a “adversarios” y la caracterización de cualquier crítica como una traición o injerencia inaceptable.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).