Foto: Presidencia de la República

Las “mañaneras” de Sheinbaum, continuidad con cambio

Aunque Sheinbaum ha mantenido la esencia de las “mañaneras” que le heredó su predecesor, ha querido distinguirlas en la forma. Resta ver si, ante la realidad política, transformará el relato que sostiene su discurso.
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Se cumple un año de la presidencia de Claudia Sheinbaum y las conferencias de prensa simuladas, conocidas ahora como “las mañaneras del pueblo”, entran a su séptimo año de vida. Para analizarlas, primero debemos recordar que, en 2023, todavía como jefa de gobierno de la Ciudad de México, Sheinbaum decía que estaba por verse si las continuaría. “Hay que ver si es mañanera u otro esquema, a otra hora, con menos tiempo”, afirmaba. Y en 2024, ya como presidenta electa, declaraba que “las mañaneras” no serían ni diarias, ni todas desde Palacio Nacional, “porque vamos a estar saliendo también fuera” (sic) y porque “no se necesitan todas las preguntas en un día”.  Pero su predecesor se impuso y las “mañaneras” siguieron. Esto es así porque López Obrador sabía bien que son indispensables como instrumento de propaganda para reforzar las creencias de sus seguidores, imponer el relato oficial, ahogar a las voces disidentes y enviar mensajes de intimidación a críticos y opositores.

La esencia de las “mañaneras” no ha cambiado. Aún son no un ejercicio de comunicación, sino un ritual político de propaganda que se ciñe a una estrategia diseñada para dividir, distraer y desinformar a la sociedad abusando del poder comunicativo del Estado. Conservan intacta la maquinaria del sexenio pasado: el uso del podio presidencial como arma, el filtrado de medios de comunicación, la presencia visible de propagandistas del régimen que se hacen pasar por reporteros y la repetición de frases hechas (de la autoría de AMLO) y afirmaciones falsas, engañosas y no verificables presentadas como logros incuestionables. El desprecio a la oposición, a la crítica y a la prensa libre, la incapacidad para dialogar con sectores enteros de la sociedad, el rechazo a la rendición de cuentas y la cerrazón en los mantras de fe del obradorismo siguen siendo la marca de la casa.

Sin embargo, sí podemos hablar de tres cambios de forma y de un posible cambio de fondo en este reality show matutino.

El primer cambio es el tono. Las conferencias de AMLO eran más sermones de un pastor televisivo lleno de resentimiento y desprecio por todos los “pecadores” que contradijeran al líder y a su movimiento populista. Esas emociones se manifestaban principalmente a través del uso de la palabra como arma para distraer y escandalizar. Las conferencias de Sheinbaum son, en cambio, una aburrida junta de trabajo de la misma congregación. En ellas, la presidenta opera no como un intenso pastor ante su grey, sino como una gerenta general de un proyecto del que es la heredera y principal responsable. La mandataria usa un estilo parco y tecnocrático, explicando los avances del gobierno con abundantes láminas de Power Point y hablando en jerga burocrática. Le da más la palabra a sus colaboradores del gabinete y sus respuestas suelen ser mucho más breves y al grano que las de AMLO, quien podía sostener soliloquios de más de media hora. Suele mantener un mismo tono en todas sus respuestas y cuando reacciona con visceralidad, eso se vuelve noticia.

El segundo cambio de forma es la imagen presidencial. Hoy vemos a una presidenta impecable, con trajes y vestidos de líneas elegantes, hechos a medida por diseñadoras y adornados con bordados indígenas que comunican autoridad, profesionalismo y conexión cultural. Esto ha logrado que Sheinbaum no solo mantenga el apoyo de la base de votantes duros de Morena, sino que también le ha ayudado a ganarse el apoyo de sectores de élite de la sociedad.

El tercer cambio viene de la condición de mujer de la presidenta, un hito histórico real que ha sido aprovechado como símbolo novedoso de evolución social, inclusión y empoderamiento de las mujeres. Esto no solo ha impulsado la aprobación de Sheinbaum dentro del país, sino que ha proyectado hacia el exterior una imagen muy positiva de la mandataria, sobre todo cuando la prensa extranjera la evalua superficialmente y la compara con personajes como Donald Trump.

El posible cambio de fondo en las “mañaneras” es reciente y está todavía en progreso. Tiene que ver con el relato “nosotros honestos” vs. “ellos corruptos” que está en el corazón del discurso populista. El sexenio pasado, las mayorías le perdonaban todo a López Obrador porque creyeron que tenía una honestidad  personal a toda prueba. Encuestas y grupos de enfoque demostraban que mucha gente era capaz de conceder hasta que sus colaboradores o familiares podían ser corruptos, pero él no. Los creyentes lo pensaban impoluto, mientras que los cínicos se justificaban: “roban como los de antes, pero estos al menos reparten el botín”.

Sin embargo, el escándalo del “huachicol fiscal” ha puesto ante los ojos de la sociedad toda la evidencia necesaria para concluir que López Obrador no fue impoluto, y ni siquiera fue “como los de antes”, sino que encabezó un gobierno con niveles de podredumbre ética nunca vistos en México. No se trata solo de que bajo AMLO hubiera agentes del Estado corrompidos o colaborando con mafias criminales, sino del reconocimiento de que, en su sexenio, el Estado mexicano se comenzó a transformar en una empresa criminal a gran escala.

La gran pregunta es si esta dura realidad hará mella en Sheinbaum y su aprobación. La respuesta se irá dando con el tiempo. Las “mañaneras” serán el escaparate donde veremos si ella es capaz de darle la vuelta a esta crisis con la misma estrategia de división, distracción y desinformación de su predecesor, o si estas conferencias de prensa simuladas se vuelven el reflector que muestra el verdadero rostro del populismo. Lo segundo ya está pasando. Falta ver si queda suficiente dignidad y valor civil en la sociedad para actuar en consecuencia. ~


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