Foto: Nsaum75 [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], from Wikimedia Commons

Las ciudades frente a las crisis del agua

Ante el corte temporal del suministro de agua en la Ciudad del México, el problema de desabasto del líquido ocupa la atención del público. La ciudad podría aprender de los errores y los aciertos que São Paulo y Ciudad Del Cabo han tomado para enfrentar importantes crisis hídricas en años recientes.
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Del 31 de octubre al 3 de noviembre habrá un corte de agua que afectará a trece alcaldías de la Ciudad de México y trece municipios del Estado de México. Aunque el corte responde a la realización de tareas de mantenimiento del sistema Cutzamala, es también una oportunidad para llamar la atención sobre la sobreexplotación de las reservas acuíferas y la necesidad de implementar medidas que eviten una crisis hídrica, con todas sus consecuencias económicas, sociales, ambientales y sanitarias.

El desabasto de agua es uno de los principales amenazas para la zona metropolitana del Valle de México. El cambio climático, la contaminación, la deforestación, el crecimiento sin planeación, la sobrepoblación, el mal estado de la infraestructura de suministro, el incremento de las actividades industriales y la desigualdad son algunas de las causas de la escasez o mal reparto de este recurso en las grandes ciudades. Bangalore, Beijing, El Cairo, Moscú, y la Ciudad de México son considerados focos rojos por la gestión de sus recursos hídricos. Las estrategias que otras ciudades han implementado para hacer frente a crisis de desabasto, así como los errores que han cometido, ofrecen valiosas lecciones.

Entre 2014 y 2015, São Paulo atravesó la mayor sequía de su historia, hecho contradictorio si se toma en cuenta que Brasil posee  alrededor del 20% del agua dulce disponible en el planeta. Los bajos niveles de lluvia, la falta de mantenimiento de su sistema hídrico y el consumo excesivo de sus habitantes –quienes en promedio gastaban 175 litros diarios– provocaron que las reservas de agua disminuyeran hasta niveles peligrosos. El gobierno decidió realizar recortes diarios en la periferia. La medida siguió las líneas de la desigualdad económica en la población paulista: mientras los ricos tenían recursos para construir cisternas o pagar pipas privadas, los más pobres tenían que conformarse con el suministro de agua contaminada. Las restricciones de agua llegaron a derivar en peleas callejeras y marchas.

La sequía terminó gracias a las lluvias que trajo El Niño, y no por las acciones que el gobierno y los habitantes tomaron en conjunto. Algunos ambientalistas consideran que la ciudad dejó ir una oportunidad única para modificar sus hábitos de consumo y mejorar sus sistemas de distribución.

Un caso de éxito es el de Ciudad del Cabo. En 2017, autoridades de la segunda ciudad más poblada de Sudáfrica anunciaron que entre marzo y mayo de 2018 llegaría el “día cero”, cuando las reservas de agua de la ciudad alcanzarían niveles críticos y solo quedaría la suficiente para cubrir las necesidades vitales. A partir de ese punto, los cuatro millones de habitantes de la ciudad tendrían que acudir a puntos fijos donde recibirían solo 25 litros por persona por día. Ante tal escenario, el gobierno restringió el consumo de agua a 70 litros diarios por persona, instaló medidores que suspenden el suministro una vez que se rebasa ese límite e impuso el pago de multas de entre 350 y 705 dólares por desperdicio de agua.

Durante años, los habitantes de la ciudad ignoraron las campañas de cuidado del agua promovidas por el gobierno, pero prestaron atención una vez que la cobertura de los medios se centró en las consecuencias de la crisis, como la violencia y la militarización de las zonas de distribución de agua; entonces modificaron sus hábitos. Priya Reddy, director de comunicación de Ciudad del Cabo, afirmó: “Necesitábamos hacer que fuera lo bastante alarmante, de otra manera el ‘día cero’ hubiera ocurrido”.

Bañarse con cubetas o en la regadera en menos de dos minutos, reutilizar el agua destinada a las labores domésticas, regar los campos por la noche, arreglar el sistema de distribución, emplear filtros desalinizadores y restringir el uso de agua en comercios y edificios públicos son algunas de las medidas que los sudafricanos han tomado desde entonces para evitar que el día fatídico llegue. “Ciudad del Cabo es un ejemplo de lo que se puede lograr bajo condiciones de estrés. La relación de las personas con el agua ha cambiado. El consumo de agua ha disminuido dramáticamente. Eso es solo posible porque millones de personas han trabajado de manera proactiva para reducir su consumo y cambiar sus hábitos radicalmente”, explicó Ian Neilson, vicealcalde de Ciudad del Cabo, a The Atlantic.

No obstante, algunos ciudadanos han denunciado que el “día cero” es una táctica del gobierno para impedir que los más pobres tengan agua y para justificar el mal manejo del recurso.

El “día cero” de Ciudad del Cabo se postergó hasta el 2019, pero en mayo las presas solo estaban al 20% de su capacidad. La temporada de lluvias que inició en agosto ha traído alivio a los habitantes, aunque la amenaza de la fecha límite continúa.

Las acciones que se emprendieron en Ciudad del Cabo podrían no ser fáciles de aplicar para la Ciudad de México u otras ciudades del mundo que se enfrentan a la escasez del agua. Aunque los recortes de agua son una solución inmediata, provocan malestar social y tienen un alto costo político, por lo que no todos los gobernantes deciden aplicarlos.

El sistema Cutzamala abastece el 25% del agua potable que se consume en el Valle de México. Su caudal es cada vez más insuficiente, pues los habitantes de la capital consumen en promedio más de 300 litros de agua diarios y cerca del 40% del agua potable se pierde en fugas y ordeñas. Además, la ciudad no cuenta con un sistema de reciclaje de aguas negras ni de captación de aguas pluviales, por lo que se expulsa más de 700 mil millones de litros de agua a través de desagües, como el Gran Canal.

El caudal del Cutzamala ha sido interrumpido por trabajos de mantenimiento en varias ocasiones. El recorte de este año general afectará a millones de habitantes de la ciudad y su alrededores. El anuncio de la suspensión de labores en las escuelas públicas de educación básica y nivel medio superior, en los planteles de la UNAM y del IPN de la zona metropolitana y en las guarderías propias y subrogadas del IMSS, para evitar riesgos de salud para las comunidades escolares, es una muestra de la seriedad del asunto.  

Para Ramón Aguirre Díaz, director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, el peligro de una sequía como la que sufrió São Paulo está latente. En entrevista con el New York Times aseveró: “Se espera que el cambio climático tenga dos efectos. Esperamos lluvias más fuertes e intensas, lo cual significa más inundaciones, pero también sequías más prolongadas y fuertes. Si deja de llover en las presas de las que la ciudad se abastece vamos a enfrentar un desastre potencial. No hay cómo contar con suficientes camiones de agua para lidiar con un escenario como ese”.

El “día cero” para la Ciudad de México aún no tiene fecha, pero el corte que se avecina nos recuerda lo poco preparados que estamos para enfrentarnos a una crisis medioambiental y humanitaria. Las autoridades parecen buscar reducir la magnitud del problema al describirlo como “algo que se ha vivido en otras ocasiones”. Al mismo tiempo, que la duración del recorte se haya reducido de cuatro a tres días les ha permitido afirmar que se trata de una situación “menos crítica”.

Si bien no se trata, por fortuna, de una emergencia similar a la de São Paulo o Ciudad del Cabo, el camino para construir una cultura de cuidado del agua no pasa por restarle importancia a un recorte que afectará a millones, ni tampoco por ignorar la situación de abasto restringido que otros muchos enfrentan cotidianamente, sin recorte de por medio.

Es necesario que las autoridades informen de manera transparente cuál es la situación real del abasto de agua para la Ciudad de México y que atiendan los problemas de mantenimiento de la red. Asimismo, es urgente que hagan un llamado permanente a los ciudadanos para que adopten hábitos de consumo más sustentables, y en este punto la responsabilidad debe ser compartida. El problema del agua tiene que ser noticia aun cuando no haya una crisis en puerta.

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