United States Court of Appeals for the Ninth Circuit

Los tribunales de justicia y las autoridades estatales pueden contener los embates de Trump

Probablemente la demanda a la orden ejecutiva que impide la entrada a EUA a ciudadanos de 7 países seguirá su curso hasta la Suprema Corte de Justicia y si el fallo de esta favorece a los defensores de los inmigrantes, esta será la primera gran derrota de Trump.
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Mientras dure la ocupación Republicana de la Presidencia y el Congreso estadounidense, mayor será la urgencia de acudir a los tribunales de justicia y a las autoridades estatales para contener los embates de un presidente impulsivo y un Congreso sumiso.  Y es por eso que la batalla que actualmente se libra en los Tribunales de Justicia de este país es crucial para decidir asuntos de enorme trascendencia para Estados Unidos y para el resto del mundo.

El tema que ahora está a discusión es la orden ejecutiva de Donald Trump que impide la entrada al país de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana –Siria, Irak, Irán, Yemen, Libia, Somalia y Sudán-  que contaban con las visas y los permisos necesarios para entrar o regresar a Estados Unidos, alegando que podrían, subrayo, podrían, representar un peligro para el país. El decreto de Trump,  que por ahora afecta a unas 60,000 personas (no las 109 que Trump maliciosamente reconoce), fue denunciado por los estados de Washington y Minnesota ante un juez federal de Seattle (nombrado por George W. Bush) que falló por suspenderlo mientras se resuelve su constitucionalidad.

A la demanda presentada por los procuradores de justicia de los dos estados se han sumado los directivos y empleados de cien compañías tecnológicas como Apple, Google, Facebook y Twitter, Microsoft, Amazon;  empresas como Levi’s, Tesla y Uber;  así como los ex secretarios de estado John Kerry y Madeleine Albright, y altos ex funcionarios en temas de seguridad nacional como el ex jefe de la CIA Leon Panetta y Janet Napolitano, actual Canciller de la Universidad de California y ex secretaria de Seguridad Nacional.

Esta semana, la batalla legal ha avanzado hasta la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito donde tres Magistrados celebraron una audiencia con los querellantes y los abogados del gobierno. Cualquiera que sea el fallo de este tribunal, lo más probable es que la demanda seguirá su curso hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia y si el fallo de esta favorece a los defensores de los inmigrantes, esta será la primera gran derrota de Trump. Un fracaso que marcará la ruta a seguir en la lucha por los derechos civiles y que, esperamos, sirva para contener un poco los impulsos irracionales del presidente.

No será, sin embargo, la única batalla de esta larga disputa. En Estados Unidos es una costumbre sacrosanta de los presidentes republicanos prometer que una vez que asuman el poder arreglarán el desbarajuste de país que le dejaron los presidentes demócratas. En 1968, Richard Nixon dijo que con la ayuda de Dios y de los ciudadanos erradicaría el crimen del país y terminaría las guerras en el extranjero que le heredaba Lyndon Johnson.  En 1980, después de describir el país que heredaba de Jimmy Carter en términos apocalípticos, Ronald Reagan apeló a la ciudadanía a restablecer los “valores” tradicionales norteamericanos y asumió la responsabilidad de sostenerlos para salir de la crisis. En el año 2000, George W. Bush inventó que el país estaba en serios problemas y se comprometió a resolverlos.

La palma, sin embargo, se la lleva Donald Trump quien, apenas en su tercer semana de gobierno, sigue empeñado en asustar a sus compatriotas con visiones catastrófica del país y del resto del mundo, con el fin de presentarse como el salvador del planeta. Considere por ejemplo la orden ejecutiva que hoy se discute en los tribunales: discriminar a los ciudadanos de los siete países de mayoría musulmana alegando que podríanrepresentar un peligro para el país. La frivolidad del cargo no resiste el análisis serio como lo ha demostrado en The Atlantic el experto en migración del Cato Institute en Washington D.C. Alex Nowrasteh.

Lo que Nowrasteh encontró en sus investigaciones es que entre 1975 y 2015 ningún ciudadano de esos siete países participó en un acto terrorista en Estados Unidos. Peor aún, en los últimos cuarenta años, ha escrito Nowrasteh, solo 20, de 3.25 millones de refugiados admitidos en Estados Unidos han sido declarados culpables de intentar o cometer un acto terrorista en suelo americano y solo tres estadounidenses han muerto en ataques de refugiados. Irónicamente, los países de origen de los terroristas extranjeros que sí han perpetrado actos terroristas en EUA han sido Arabia Saudita (19 terroristas que asesinaron a 2,639 personas), Emiratos Árabes (2 terroristas que mataron a 314 personas), Egipto (11 terroristas y 162 víctimas), Líbano (4 terroristas y159 muertos) y Cuba (11 terroristas y 3 muertos).

Otro tema irracional de la agenda de Trump es su embestida contra México. ¿Cómo puede el presidente de la superpotencia económica, militar y cultural que hace décadas domina todo el mundo insistir que EUA es víctima de un país como México y se empeñe en obligarlo a aceptar concesiones humillantes? No en balde, según la encuesta BGC publicada en Excélsior, el 20 de enero de 2017, el 89% de los mexicanos tiene mala o muy mala opinión de Trump.

En una muy acertada analogía, el historiador Enrique Krauze ha comparado a Trump con Calígula; mientras que en Alemania Klaus Brinkbäumer de der Spiegel lo comparó con Nerón. Ambas comparaciones tienen su sustento en la historia. A Calígula, como a Trump, le divertía humillar a sus adversarios y exigía que sus súbditos le tratasen como si fuera Dios. Nerón era un psicópata extravagante muy dado a la violencia y al derroche, y desde su trono persiguió con furia a quienes consideraba sus enemigos. Ambos pasaron a la historia como una anormalidad en un imperio que a pesar de ellos tuvo sus páginas de gloria.  

 

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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