Foto: presidente.gob.mx.

Si AMLO “es” Cárdenas y Biden “es” Roosevelt…

En el acto donde celebró la expropiación de la industria petrolera, López Obrador contó la historia del gobierno de Lázaro Cárdenas como si estuviera hablando de su propio gobierno y de su propia persona.
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¿Tendremos elecciones libres en 2024? Esa es la pregunta que surge al escuchar el largo discurso que López Obrador dio en el Zócalo el pasado 18 de marzo. Ante una Plaza de la Constitución llena de seguidores, simpatizantes, políticos de Morena y burócratas, López Obrador volvió a apropiarse de la historia para exaltar el culto a su personalidad. El acto conmemorativo de la expropiación de la industria petrolera fue la excusa para realizar, con cargo a las arcas públicas, un gran mitin en su honor. López Obrador contó la historia del gobierno de Lázaro Cárdenas como si estuviera hablando de su propio gobierno y de su propia persona.

Así, el Cárdenas que describe AMLO en su discurso era “un hombre noble y justo” lleno de “cualidades excepcionales” que, “a diferencia de políticos arribistas o de la élite, profesaba un sincero y profundo amor al pueblo”. Por si alguien no hubiera captado la indirecta, López Obrador dijo que Cárdenas “sabía que la única manera de contar con el pueblo era actuar decididamente en favor de sus causas”, por eso “el acercamiento y la solidaridad del presidente Cárdenas con los más desprotegidos produjo el apoyo y la adhesión de las mayorías”.

Desde luego, ese hombre “noble y justo” también enfrentó adversarios malvados y terribles. López Obrador dijo que Cárdenas se enfrentó a “una minoría” conformada por “los ricos de la época, sectores de clase media y la mayoría de los medios de comunicación”. Para AMLO, la oposición al cardenismo era ilegítima, ya que su único propósito era ir en contra de “la política agraria, laboral y educativa” del general michoacano. Así, según AMLO, el Partido Acción Nacional nació solo para “criticar la expropiación petrolera” y Juan Andreu Almazán, el candidato opositor en las elecciones de 1940, era un mero “representante de los empresarios y los políticos de derecha”. Suena convencido de que México hubiera estado mucho mejor si ninguno de los grupos a los que aludió hubiera tenido el mal gusto de expresar sus opiniones sobre el gobierno o el atrevimiento de participar en política.

Según AMLO, los empresarios y la oposición de derecha en México deseaban que Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos, interviniera para obligar al gobierno mexicano a cambiar sus políticas. Pero Roosevelt se negó porque seguía una “política de buena vecindad” que, dijo AMLO, “tuvo su mejor ejemplo en el respeto a la soberanía de nuestro país”. Para justificar su dicho, citó una carta de Cárdenas al presidente estadounidense en la que le agradece su postura hacia la expropiación de la industria petrolera. Pensé entonces en los mensajes que AMLO ha dado ante Joe Biden en sus reuniones en Washington y Ciudad de México, en los que frecuentemente invoca a Roosevelt y subraya el respeto que el actual mandatario estadounidense ha mostrado hacia la soberanía mexicana, en exigencia disfrazada de agradecimiento.

Ver y escuchar al presidente convertir la historia nacional en un teatro guiñol a fin de dictar el resultado de las próximas elecciones debería ser motivo de indignación, rechazo y alarma en todo México.

Si AMLO se cree Cárdenas y Biden podría ser un moderno Roosevelt… ¿quiénes serían el resto del elenco que desfiló en la larga y aburrida puesta en escena que el presidente leyó a manera de discurso? López Obrador dijo que Cárdenas hubiera preferido como sucesor a Francisco J. Múgica, “con quien tenía más afinidad ideológica y el cual representaba una mayor certeza de continuidad y profundizar la política social y nacionalista”. ¿Quién sería entonces el o la Múgica del presente?

El presidente aseguró que Cárdenas “tuvo que actuar con cautela” ante la “oposición de derecha” y por eso apoyó la candidatura de Manuel Ávila Camacho, quien “sostenía posturas moderadas”. López Obrador reconoció que la elección de 1940 fue “complicada y violenta”, aunque omite decir que fueron el gobierno de Cárdenas y su partido los que se aseguraron de coptar, amenazar, intimidar y reprimir a balazos a la oposición almazanista y a sus votantes. También omitió mencionar que, según una interpretación histórica, Roosevelt prefirió o no intervenir o incluso apoyar a Ávila Camacho, al recibir la seguridad de que bajo su mando, México se uniría a los Aliados y no al Eje en la Segunda Guerra Mundial.

Es claro que López Obrador prefiere a un (o a una) Múgica que a un (o una) Ávila Camacho como sucesora (o sucesor). Eso es de por sí es preocupante, pero lo que debería encender todas las alarmas es cuando el presidente se ve y se siente dispuesto a emular a Cárdenas en otro aspecto: la represión violenta de la oposición y el fraude electoral. Si piensa que exagero, recuerde que AMLO fue cristalinamente claro en este discurso al decir que “está garantizada la continuidad” y que “hagan lo que hagan, no regresarán al poder los oligarcas”. Teniendo como marco esas amenazas, los simpatizantes del presidente quemaban en efigie a la cabeza del único poder del Estado que no se encuentra coptado por el populismo autoritario.

Ver y escuchar al presidente de nuestro país convertir la historia nacional en un teatro guiñol a fin de dictar con más de un año de anticipación el resultado de las próximas elecciones debería ser motivo de indignación, rechazo y alarma en todo México. Pero no lo será, porque su incesante verborrea demagógica ha anestesiado a nuestra sociedad y ha profundizado con mucho éxito la división que ya existía entre nuestras élites políticas, económicas, intelectuales, profesionales y culturales. Mientras los demócratas siguen peleando por el color de las cortinas, el presidente contínua con su furiosa demolición de nuestra casa común. ~

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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