Ilustración: Letras Libres.

Elección argentina: discurso mató propuesta, ¿dinero matará discurso?

En su campaña, Javier Milei ha seguido al pie de la letra el manual del discurso populista, pero se encontró de frente con la compra del voto desde el gobierno. Está por verse cuál estrategia triunfará.
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Los argentinos acudieron a las urnas y, una vez más, lo que sucedió en ese país desafía al sentido común. Encuestas, analistas políticos y observadores internacionales creían que, pasara lo que pasara, refrendar al populismo kirchnerista en el poder estaba fuera de toda discusión.

Todo apoyaba esa suposición. El candidato del gobierno, Sergio Massa, es al mismo tiempo ministro de Economía. Su gestión ha estado marcada por el agravamiento de una crisis económica sin precedentes, que tiene al país sumido en hiperinflación y devaluación masiva. El Estado es incapaz de sostener un gasto público creciente, lo que genera todo tipo de distorsiones e inestabilidad en los mercados. Esto se debe principalmente a una interminable cantidad de subsidios y programas de transferencia de efectivo a la población, llamados allá “planes sociales”, que el gobierno financia principalmente con deuda.

Por si fuera poco, el presidente Alberto Fernández es tremendamente impopular y su vicepresidenta, la inefable Cristina Fernández de Kirchner, es desde hace mucho un lastre político. Ella ha sido juzgada y hallada culpable de encabezar un aparato de corrupción que por años se dedicó al saqueo sistemático de las arcas del Estado. Si no ha pisado la cárcel es solo porque tiene fuero. Así, pensar en un votante que premiara la incompetencia y la corrupción con un quinquenio más en el poder era una idea que todos creían imposible.

Sin embargo, Sergio Massa ganó la primera vuelta de las elecciones con casi 37% de los votos, demostrando una vez más que un mal gobierno puede ganar con una oposición dividida.La mesa estaba puesta para la victoria de la alianza opositora, agrupada en “Juntos por el Cambio”. Pero desde que arrancó el ciclo electoral, esta sufría fracturas que se traducían en la falta de una visión articulada y convincente para el futuro del país. La lucha por la candidatura desgastó a los principales referentes de la oposición, el exalcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien fue elegida candidata. Ella ha quedado eliminada en la primera vuelta de las elecciones, principalmente debido a la falta de un discurso eficaz que le permitiera conectar con las emociones de los votantes.

“Juntos por el Cambio” tuvo una campaña basada en el modelo de comunicación política tradicional: se levantan encuestas para preguntarle a la gente cuáles cree que son los principales problemas del país, se arma una propuesta con soluciones de política pública a esos problemas y se comunica esa propuesta con una campaña de imagen y mercadotecnia política. Eso funcionaba muy bien antes. Ya no. Vivimos en la era populista, en la que discurso mata propuesta. La gente no vota después de analizar y contrastar racionalmente diversas propuestas de política pública. Vota por líderes que encarnan y defienden causas específicas, líderes con un discurso que toca emociones, que apela a identidades, que enciende primero las tripas y el corazón para, después, ofrecerle a la mente algunas de las razones que necesita para justificar por qué está bien votar por ese líder.

Y en esta elección argentina, el líder con ese discurso es Javier Milei. Su candidatura era vista, primero, como un chiste y, después, como una idea descabellada que no llegaría muy lejos. Hoy, Milei es el principal opositor del país. Obtuvo casi 30% de los votos en la primera ronda, por lo que irá a segunda vuelta contra Massa el 19 de noviembre.

De Milei se han dicho muchas cosas, la mayoría negativas. Para los estadounidenses, es el “mini-Trump argentino”, para los británicos, una mezcla entre Boris Johnson y “Chucky, el muñeco diabólico” y para los brasileños es otro Bolsonaro. Lo cierto es que Milei es un demagogo nato, que ha seguido, con disciplina y destreza, el manual del discurso populista en campaña:

  1. Crear una narrativa clara, emotiva y creíble basada en las opiniones, emociones, prejuicios y creencias de la gente y que culpe de todos los males a un grupo o grupos de la sociedad que merecen un castigo.
  2. Reducir las soluciones a los problemas de la sociedad a una serie de frases cortas, fáciles de entender y de memorizar que se repiten de manera incesante, sin importar su viabilidad, veracidad, congruencia o lógica.
  3. Avivar las emociones –principalmente la indignación, el resentimiento o incluso el odio– mediante el uso como arma de un lenguaje hiperbólico y falaz.
  4. Deslegitimar a los competidores, a los críticos y a las instituciones y normas democráticas y atacarlos agresivamente, sin tregua ni descanso.
  5. Potenciar el discurso con una imagen personal, una estética de campaña y estrategias de propaganda que se salgan de lo convencional.

Sobre las olas del descontento de una sociedad en crisis, Milei tuvo un ascenso meteórico en las encuestas. En las elecciones primarias de mediados de agosto, fue el político más votado, con 30% de las preferencias. Todos daban por descontado que, al menos, quedaría en primer lugar en la primera vuelta. Pero no fue así. Milei se quedó exactamente con su 30%, mientras que Massa recuperó casi 10 puntos respecto a las elecciones primarias, y pasó de tercer a primer lugar.

Los argentinos se están tratando de explicar qué pudo impulsar esta insólita recuperación de una candidatura oficialista que parecía muerta y enterrada y por qué Milei se estancó. Hay un factor que todos consideran importante: las transferencias monetarias, los apoyos y los subsidios que hoy alcanzan a 52% de la sociedad.

Milei había prometido revisar a fondo y replantear muchos de esos subsidios y planes sociales porque –qué sorpresa– son fuente de corrupción, ineficiencia, abuso y clientelismo político. Muchos de sus potenciales votantes son beneficiarios de esa estructura y pensaron, al final del día, que más vale dinero y subsidio en mano que promesas de candidato anarco-capitalista volando. El miedo le ganó a la ira.Súmele a esto que Milei no compite con un candidato cualquiera, sino con el ministro de Economía. Sin carisma, sin propuesta y sin discurso, pero con las llaves del presupuesto nacional en la mano, Massa incrementó salarios a burócratas, así como el gasto para sostener subsidios y planes sociales. Rindió frutos el “plan platita”, como le dicen los críticos del gobierno a esta evidente estrategia de compra del voto.

En Argentina, discurso mató propuesta. El 19 de noviembre, en la segunda vuelta, veremos si dinero mata discurso. ~

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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