Imagen: Alex Cruz/(EPA) EFE/EFEVISUAL

Memoria del 68

ยฟCรณmo conmemorar el 2 de octubre? Por un lado, aportando a las nuevas generaciones la verdad histรณrica y debatiendo sobre los hechos y su legado. Pero hay deudas por saldar. Tenemos el deber de poner nombre y apellido a los hรฉroes del movimiento, hoy olvidados.
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A mediados de los aรฑos sesenta, la Facultad de Ingenierรญa de la UNAM era una isla, una escuela tรฉcnica y cientรญfica donde supuestamente no tenรญa cabida la polรญtica. Por mi parte, ni siquiera cuando fui electo Consejero Universitario โ€“poco antes de estallar el movimiento del 68โ€“ tenรญa mayor conocimiento de las corrientes polรญticas que de manera mรกs o menos subrepticia se disputaban espacios de influencia en nuestras aulas. Aunque compartรญa las pasiones intelectuales de los sesenta y leรญa a Camus, Sartre, Aron, Trotski, Deutscher y Paz, me consideraba apolรญtico, solo un estudiante de ingenierรญa con aficiones humanรญsticas. Quizรก por eso los representantes de aquellas corrientes me eligieron. Pero de pronto, en un ambiente donde todavรญa se coreaban los “gรผelums” y las “goyas” del futbol americano en el Estadio Universitario, la realidad entrรณ a galope.

Estรกbamos conscientes de la ola “contestataria” que recorrรญa el mundo, de Parรญs a las universidades de Estados Unidos. De pronto, ese fervor llegรณ a Mรฉxico. Recuerdo el momento de la revelaciรณn. Ocurriรณ durante la marcha encabezada por Javier Barros Sierra en protesta contra el “bazukazo” que derribรณ el portรณn virreinal de San Ildefonso. Isabel Turrent y yo nos unimos a esa manifestaciรณn, atraรญdos por el imรกn de la historia. Habรญa que decir NO al gobierno autoritario, a su vieja retรณrica y sus mentiras. Exaltados, recorrimos las calles al grito de “ยกรšnete, pueblo!”. La “goya” que coreamos en la avenida Fรฉlix Cuevas โ€“mientras los granaderos nos acechabanโ€“ no era deportiva, era un acto de rebeliรณn, un bautizo de libertad.

El lรญder del movimiento en la Facultad era Salvador Ruiz Villegas, un norteรฑo grandote, recio y elocuente cuyas arengas nos encendรญan. Un dรญa, en la explanada contigua al Auditorio, escuchรฉ por primera vez a Heberto Castillo, cuyo libro sobre resistencia de materiales habรญa leรญdo con tal entusiasmo que me volvรญ suplente de esa materia. “Acaba de estar en la Trilateral de Cuba”, me informรณ un compaรฑero. Yo participรฉ en el movimiento como pude: aportando papel y materiales de propaganda, marchando, asistiendo a los interminables mรญtines y asambleas. La tarde del 15 de septiembre, acudimos al grito de Independencia que dio Heberto Castillo en la explanada de la Rectorรญa. Tres dรญas despuรฉs, el Ejรฉrcito allanรณ la UNAM.

El 2 de octubre recorrรญ la zona aledaรฑa a Tlatelolco por la maรฑana. Los soldados limpiaban sus bayonetas. Sentรญ un ominoso augurio en el ambiente. Por la tarde, escuchรฉ la noticia terrible por NBC, รบnica estaciรณn que trasmitiรณ (en inglรฉs) los hechos. La paloma de la paz en el flamante Anillo Perifรฉrico amaneciรณ ensangrentada. En el Excรฉlsior de Julio Scherer, Daniel Cosรญo Villegas profetizรณ el descrรฉdito eterno del gobierno. Octavio Paz renunciรณ a la embajada en la India y publicรณ su poema “La limpidez”. Mรฉxico estaba de luto. Mi generaciรณn habรญa encontrado su destino: cambiar al rรฉgimen.

El 68 me marcรณ para siempre. No vi, o no quise ver en รฉl, un movimiento revolucionario (que lo era, en ciernes) sino una rebeliรณn libertaria. Un rechazo radical a un gobierno y un rรฉgimen despรณtico, petrificado, creyente de su propia propaganda y su verdad รบnica. Lo que he escrito despuรฉs (cualquiera que sea el valor que tenga) se originรณ en las marchas de ese movimiento casi anarquista que, en mi caso, con el tiempo, derivรณ hacia convicciones democrรกticas y liberales.

ยฟCรณmo conmemorar el 2 de octubre? Por un lado, aportando a las nuevas generaciones la verdad histรณrica y debatiendo sobre los hechos y su legado. Pero hay deudas por saldar. Tenemos el deber de poner nombre y apellido a los hรฉroes del movimiento, hoy olvidados. Entre los que ya no estรกn con nosotros, recuerdo al noble e impetuoso Luis Tomรกs Cervantes Cabeza de Vaca, al sagaz y valiente Eduardo Valle “El Bรบho”, al brillante Luis Gonzรกlez de Alba, cuya muerte lamentรฉ mucho. Entre los que viven, a Gilberto Guevara Niebla (que tanto se ha destacado en el campo de la educaciรณn) y a mi querido lรญder Salvador Ruiz Villegas, a quien hace un par de aรฑos encontrรฉ fuera de la Facultad de Economรญa. Hacรญa tiempo me habรญa dado su libro Malkhut, cuyos relatos evocaban el espรญritu romรกntico del 68. Nos abrazamos y nuestro abrazo fue como una larga despedida, metรกfora de aquel movimiento, parรฉntesis de fraternidad en la oscuridad de nuestra historia.

* Una versiรณn de este texto aparecerรก en el libro A 50 aรฑos del movimiento estudiantil de 1968. Testimonios y reflexiones, que prรณximamente publicarรก la UNAM.

(Publicado previamente por el periรณdico Reforma)

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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