No hay que ser un genio para saber que Donald Trump es un presidente impredecible, racista y antimexicano, que utiliza la frontera como centro de su discurso nativista y a México como chivo expiatorio para obtener dividendos electorales. Tampoco hay que ser un experto en política exterior para saber que no había que darle el menor pretexto para que endureciera esa postura y nos pusiera contra las cuerdas a través de presiones comerciales. En pocas palabras, que había que andar con pies de plomo.
Pues bien, pese a todo ese contexto que cualquier mexicano conoce, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quitó el dedo del renglón en materia migratoria y le dio la coartada perfecta a su contraparte estadounidense. Justo cuando Trump estaba por enfrentar un nuevo proceso electoral, el gobierno mexicano relajó la contención fronteriza sin haber implementado acciones alternativas que frenaran los flujos migratorios y sin esperar a que su programa de desarrollo en Centroamérica surtiera efecto.
México terminó así bajo la amenaza de aranceles comerciales y obligado a recibir instrucciones externas de cómo conducir su política migratoria. La evidencia indica que esta crisis diplomática fue generada, en buena medida, por las decisiones del propio gobierno mexicano.
La famosa gráfica
Hay una gráfica que es incontrovertible: aquella que muestra que durante los primeros meses de 2019 las autoridades estadounidenses detuvieron a muchos más migrantes de lo normal en su frontera con México. Hoy sabemos, porque así lo dijo nuestro canciller Marcelo Ebrard, que el gobierno estadounidense le mostró esas cifras a la delegación negociadora de México para exigir que tomaran cartas en el asunto. La famosa gráfica indica que, de diciembre de 2018 a abril de 2019, la Border Patrol detuvo a 408 mil 798 migrantes, 90% más que en el mismo periodo del año anterior.
Fuente: U.S. Customs and Border Protection, Southwest Border Migration FY 2019.
Era de esperarse que ese aumento de migrantes detenidos causara revuelo en Estados Unidos, pues en los últimos años cientos de miles de migrantes han cruzado la frontera para solicitar asilo. Hoy el sistema de refugio norteamericano está rebasado y se encuentra en el ojo del huracán, pues miles de familias esperan su proceso en condiciones que han sido calificadas como indignas.
Imaginemos cuando Donald Trump se enteró que estaban recibiendo muchos más migrantes de lo esperado. Seguramente se preguntó de inmediato qué estaba haciendo o dejando de hacer el gobierno de México.
Pero antes de voltear a México, descartemos otras razones que podrían explicar esta oleada migratoria. Una hipótesis alternativa pudo ser que el aumento de arrestos de migrantes fue resultado de una mayor operación de fuerzas de seguridad norteamericanas en la frontera. Sin embargo, la evidencia indica que en realidad el número de agentes de la patrulla fronteriza ha disminuido desde 2013.
Una segunda hipótesis sería que el aumento de detenciones reflejó un aumento en general del flujo migratorio: dado que más personas están migrando, y a pesar de que las autoridades mexicanas hacían su parte, era inevitable que creciera el número de personas que llegaban hasta territorio norteamericano. Nuevamente, existe evidencia que refuta esta posibilidad. Si sumamos las detenciones en Estados Unidos y en México, en efecto hay un crecimiento del flujo migratorio. Pero la tasa de crecimiento de detenciones es mayor en Estados Unidos que la tasa de crecimiento de la región. En otras palabras, el aumento del flujo migratorio en Estados Unidos está por encima del aumento regional.
Fuente: Elaboración propia con datos de U.S. Customs and Border Protection y la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación (SEGOB) en México.
Todo apunta a México
Quedaría una explicación final y explosiva: algo se dejó de hacer del lado mexicano y por eso llegaron más migrantes a Estados Unidos. Los datos así lo confirman. Si se elabora la misma gráfica que le mostraron a Donald Trump, pero esta vez con las cifras de detenciones en territorio mexicano que reporta la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación (SEGOB), inmediatamente se observa algo. Primero, que en 2017 y 2018 las detenciones (líneas de color naranja y amarillo) se comportaban de manera similar en México y en Estados Unidos. Segundo, que a partir de finales de 2018 e inicios de 2019 la tendencia entre México y Estados Unidos se vuelve diferente (líneas verdes).
Fuente: Elaboración propia con datos de la Unidad de Política Migratoria de la SEGOB.
Fuente: Elaboración propia con datos de U.S. Customs and Border Protection.
El dato anterior se hace más evidente cuando se observa el cambio porcentual de detenciones mes contra mes en ambos países. Mientras en diciembre, enero y febrero de 2019 las detenciones aumentaron 50, 62.34 y 108.25% en los Estados Unidos frente a los mismos meses del año anterior, en México las detenciones iban para abajo. Es decir, México dejó de detener migrantes al inicio de este sexenio, provocando que llegaran más a Estados Unidos. No es hasta abril de 2019 que las detenciones en México retoman niveles similares a los del país vecino.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Unidad de Política Migratoria de la SEGOB y de U.S. Customs and Border Protection
Ahora bien, se podrá argumentar que en México siempre se reduce el número de detenciones de migrantes de octubre a diciembre y por lo tanto esta caída no es atribuible al nuevo gobierno. Lo anterior es parcialmente cierto: en efecto, en los últimos años se ha repetido este efecto estacional, al cierre del año siempre se reducen las detenciones. Sin embargo, la reducción que sucedió en diciembre de 2018 fue mayor de lo observado en años anteriores, con una tasa de reducción de -64%, la más alta desde 2006.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Unidad de Política Migratoria de la SEGOB.
Seguramente para este momento se preguntan qué es lo que estoy sugiriendo. ¿México debió seguir deteniendo migrantes como lo hacía el gobierno anterior? La respuesta a esa pregunta es debatible. Los pragmáticos dirán que sí, que con tal de evitar un conflicto con Donald Trump, era preferibe conservar el statu quo por el momento. Estarán quienes digan que, por cuestiones éticas y humanitarias, el nuevo gobierno debía cambiar la política migratoria. Hablemos de esta segunda respuesta, en la que supuestamente se inscribe la actual administración.
Cambiar la política migratoria no puede significar simplemente dejar de detener a los migrantes que entran de manera indocumentada al país. Para ordenar los flujos migratorios se debe ofrecer una alternativa que regularice y prevenga este fenómeno. Además, nos guste o no, nuestra política migratoria está conectada con nuestra relación bilateral con Estados Unidos. Lo que hacemos en la frontera sur, tiene un impacto en la frontera norte.
El problema fue que el nuevo gobierno de México no ofreció esas alternativas, o no esperó a que dieran resultados. La ausencia de una política migratoria que atendiera el corto plazo se hace evidente no solo en el descenso de las detenciones, sino también en la reducción de los permisos para trabajadores fronterizos (guatemaltecos principalmente), mismos que disminuyeron 20% en lo que va del sexenio respecto al año anterior. Lo que aumentó fueron las tarjetas de visitante humanitario, que son principalmente destinadas a hondureños. El problema con estos últimos permisos es que simplemente son un registro para transitar por México y no necesariamente dan una alternativa de estancia al migrante, quien continúa su paso hacia los Estados Unidos.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Unidad de Política Migratoria de la SEGOB.
Finalmente, como si no hubiera ya de por sí recursos limitados para atender la crisis migratoria, el gobierno decidió recortar aún más el presupuesto destinado a las principales instituciones que operan esta agenda. Según datos de FUNDAR, por un lado, el Instituto Nacional de Migración tuvo una caída de 26% en su presupuesto para 2019 (468 millones de pesos menos) y, por el otro lado, los recursos para la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados cayeron 22%, quedando en 20.8 millones de pesos, el presupuesto más bajo desde 2011, pese a que las solicitudes de refugio han aumentado más de 200% en los primeros 6 meses de este año.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Unidad de Política Migratoria de la SEGOB, la COMAR y FUNDAR.
Las consecuencias
El gobierno mexicano echó un cerillo a un cóctel explosivo en materia diplomática y humanitaria. Al no ofrecer ninguna alternativa de regularización ni esperar a que el Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica diera resultados, relajó su control y lanzó a cientos de miles de migrantes hacia un Estados Unidos hostil.
La reacción del gobierno estadounidense hacia México ya la conocemos: usó la amenaza de los aranceles para doblar a nuestras autoridades, quienes al ver la evidencia de que el flujo migratorio en Estados Unidos se había descontrolado, no tuvieron de otra que someterse a las peticiones norteamericanas.
No podemos asegurar que Donald Trump no hubiera presionado a México si las detenciones hubieran continuado, ya que posiblemente habría encontrado otro pretexto para amenazar al gobierno mexicano. Pero con certeza podemos argumentar que la ausencia de una política migratoria al inicio de sexenio agravó la situación y, sobre todo, le dio argumentos en la mesa de negociación a los estadounidenses, que nuestros representantes sencillamente no pudieron refutar.
El resultado de esa “negociación” fue que México no solo terminó por aceptar volver a la política de detención de migrantes de años anteriores, sino que prometió incrementarlas y ofreció desplegar a fuerzas militares para estos fines.
Lo más grave es que aceptaron condiciones antes inadmisibles. Accedieron a que solicitantes de refugio en Estados Unidos sean retornados a nuestro territorio para que desde aquí sigan su proceso. Por si eso fuera poco, además se abrió la puerta a la posibilidad de convertirnos en tercer país seguro, lo que implicaría que Estados Unidos pueda negar el refugio a centroamericanos y enviarlos a México para que sea nuestro país quien les otorgue ese estatus. Lo anterior no solo generaría costos sociales y económicos para México, sino que pone en riesgo la vida de los migrantes, que frecuentemente han sido víctimas de la violencia del crimen organizado.
El actual gobierno mexicano expresó hace meses que su apuesta sería invertir en el desarrollo para Centroamérica. Esto no es necesariamente equivocado, el asunto es que el efecto de esta medida tardará en llegar, y en tanto no llegara, era evidente que relajar los controles fronterizos, reducir las visas y disminuir el presupuesto en la materia iba darle argumentos a Donald Trump para presionarnos.
Hoy México ha quedado en el peor de los escenarios: no solo no logró cambiar su política migratoria, sino que terminó endureciéndola y accediendo a ser la sala de espera de los migrantes que buscan acceder a Estados Unidos.
En español mexicano: al gobierno de López Obrador le salió el tiro por la culata.
Fuentes:
https://www.cbp.gov/newsroom/stats/sw-border-migration
http://www.politicamigratoria.gob.mx/es_mx/SEGOB/Boletines_Estadisticos
Politólogo por la UNAM. MPA en Seguridad y Resolución de Conflictos por la Universidad de Columbia.