Nadie es así de natural

Un Estado es una compañía de seguros, pero también un aparato de colocación: hay mucho que asesorar y mucho compañero de partido sin cargo.
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¿Para qué sirve un Estado? Algunos dicen que es una compañía de seguros: lo esencial es que se ocupe de la seguridad, la educación y la sanidad. También es un mecanismo de transferencias: en el caso español, tenemos un Estado de bienestar que protege a los insiders. Los mayores de 65 años ya son el grupo con mayor capacidad adquisitiva: qué menos que ponerles el cine a dos euros los martes, como anunció el ministro de cultura. Pero sería absurdo negar que el Estado es también una estructura laboral-empresarial, y un partido un aparato de colocación. La idea de guardar ciertas reticencias es una antigualla. Lo personal es político y lo empresarial también. Los asesores del gobierno, como ha explicado Javier Jorrín, ya nos cuestan casi tanto como los altos cargos. Hay mucho que asesorar y mucho compañero de partido sin cargo. Y, lógicamente, un Estado debe tener una participación grande en empresas públicas, sobre todo mientras lo controlamos nosotros. ¡Es estratégico! (No sabemos cuál es la estrategia, pero ya iremos viendo.)

Todo es más complejo de lo que parece: así, por ejemplo, el presidente del gobierno tiene una asesora que lleva una cuenta en X (Mr. Handsome) donde se llama guapo al presidente. El ministro de Transportes dice que a veces al presidente lo insultan por guapo y a él por feo, y tiene un equipo de asesores recopilando los insultos que le dedican los periodistas: por ejemplo, iracundo. Puente debería contratar a un asesor que llevara una cuenta que lo llamase feo y anotase los insultos en la estadística: economía circular. También hemos decidido que la administración no debe limitarse a ayudar a que los familiares desentierren a las víctimas de la Guerra Civil, algo que exige la decencia elemental, sino que, en versiones estatales y autonómicas, ha de establecer un relato histórico.

La concepción del Estado emprendedor cuando yo estoy en el poder, esa mezcla de Mazzucato y Galdós, justifica que haya humoristas del Gobierno, sufragados con fondos públicos: hay que corregir el fallo de mercado que supone que alguien que cae mal al Ejecutivo sea líder de audiencia. Las televisiones autonómicas, a su vez, deben hacer una programación especial para cubrir la boda del alcalde. Y quien no esté de acuerdo en esa definición de servicio público, como la expresidenta de RTVE contraria a la contratación de David Broncano, puede lamentarlo: como escribió Hitchens, no se puede ser solo un poco herético. Por eso el problema de la nueva presidenta, que quedó 85 de 96 de los que se presentaron en el concurso de televisión y obtuvo 23,5 puntos sobre 100, no es que sea militante socialista, sino si será lo bastante sanchista. Como le dijo Marilyn Monroe a Truman Capote: claro que soy rubia natural, pero nadie es así de natural.

Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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