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Foto: La fachada del edicidio de La Prensa, despojada de su emblemático letrero. Foto: cortesía.

La persecución implacable al diario La Prensa en Nicaragua

La redacción completa del periódico más antiguo de Nicaragua resiste desde el exilio, luego de que sus oficinas fueron confiscadas por el Estado y tres de sus directivos están presos.
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La madrugada del jueves 7 de julio de 2022, el fotógrafo Óscar Navarrete recibió una angustiante llamada telefónica: le avisaron que 30 policías lo buscaban en su domicilio en Managua.

Navarrete había participado el día anterior en la cobertura periodística de la expulsión de Nicaragua de 18 monjas de la asociación Misioneras de la caridad, en un episodio más de la persecución del régimen de Daniel Ortega a la Iglesia católica.

Navarrete se había movido a una casa de seguridad horas antes, a la espera de instrucciones para salir de Nicaragua. Tomó la decisión de moverse a un lugar seguro luego de la captura de dos conductores que trasladaron a los periodistas para hacer su reporte. El fotógrafo agarró un bolso discreto, metió un desodorante y una pasta de dientes, su portátil y un disco duro con miles de fotografías: un riquísimo acervo de 38 años de vida profesional, que incluye imágenes de la guerra de los ochenta, desastres naturales y tormentas políticas.

Al fotógrafo lo buscaron en el techo y en las viviendas de vecinos, creyendo que se había escondido. Su madre entró en shock. Solo se llevaron algunos de sus equipos. En los días posteriores salieron de Nicaragua todos los miembros de la redacción del diario más antiguo del país, con 96 años de historia, del cual Navarrete formaba parte. Y el 21 de julio La Prensa informó que sacó a su personal al exilio, obligado por las circunstancias.

El relator para libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA), el colombiano Pedro Vaca, dijo públicamente que la expulsión forzosa de este colectivo de periodistas se convirtió en un caso único en América Latina.

La represión contra La Prensa en Nicaragua representa un capítulo del hostigamiento estatal generalizado contra el periodismo independiente. El acoso constante persiste desde 2018, cuando los profesionales de la información denunciaron los graves abusos de derechos humanos.

El organismo Voces del Sur reportó más de 3,500 violaciones a la libertad de prensa entre el primero de abril de aquel año y el 31 de marzo de 2022. Al menos 140 periodistas nicaragüenses trabajan desde el exilio, incluidos los de La Prensa, producto de las amenazas del Estado o sus representantes.

El cierre de medios se ha recrudecido también en el último mes, a la par del arresto de sacerdotes críticos. Solo en agosto de 2022, según la revista informativa Mosaico del norte de Nicaragua, el estatal Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos (Telcor) clausuró 23 emisoras en nueve departamentos, entre ellos a siete de la diócesis del obispo Rolando Álvarez.

Desde el principio, La Prensa ha sido un objetivo del ataque del gobierno de Nicaragua. Bajo acusaciones falsas de lavado de dinero en dos procesos fabricados, por separado, el sistema de justicia controlado por el partido de gobierno encarceló a tres de sus directivos: la vicepresidenta del diario, Cristiana Chamorro Barrios, su hermano Pedro Joaquín y el primo de ambos, el gerente general Lorenzo Holmann Chamorro.

Así, la dictadura inhibió a Cristiana Chamorro de participar en las votaciones del año pasado. Y Ortega se reeligió sin competencia para un cuarto período consecutivo –está en el poder desde 2007– después de encarcelar a todos sus posibles contendientes. Apresó también a líderes sociales y empresariales.

El 23 de agosto, un mes después de la salida de la redacción entera de La Prensa de Nicaragua, el Estado anunció que sus instalaciones, valoradas en diez millones de dólares, serían un centro cultural y politécnico bautizado con el nombre del gran poeta granadino José Coronel Urtecho. Repitieron de ese modo el patrón oficial de despojo que realizaron contra el periódico digital Confidencial y la televisora 100% Noticias.

En el acto oficial de la inauguración de las otrora oficinas del diario, la directora del estatal Instituto Nacional Tecnológico, Loyda Barrera, dijo que no se volvería al pasado y anunció que el centro nació “en coherencia a la construcción y consolidación de un modelo de paz, que respeta y defiende la paz de nuestro pueblo”.

El 24 de agosto, la directiva del periódico informó en un comunicado que su redacción seguirá haciendo periodismo desde el exterior. También dijeron que “los enterrados serán ellos”, refiriéndose a Ortega y su familia, tal como el mismo rotativo sostuvo en enero de 1978 respecto a Somoza, y recordó en 1979 tras su caída.

La primera plana de La Prensa, un mes después de la caída del somocismo. Foto: La Prensa

No son pocos quienes recuerdan que –paradojas de la historia– Rosario Murillo, esposa y “copresidenta” de Daniel Ortega, fue en los años setenta secretaria del director de La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, asesinado el 10 de enero de 1978. Actualmente, Ortega y ella lideran en Nicaragua un Estado represivo que ha perseguido a periodistas, estudiantes y religiosos, cerrado universidades y organismos de la sociedad civil.

“El pasado son ellos. Ellos representan todos los antivalores que La Prensa ha enfrentado durante 96 años a costa de grandes sacrificios. La Prensa es sobre todo el compromiso del periodismo con la verdad, la libertad, la justicia y la democracia”, escribieron en el pronunciamiento.

La directiva recordó que han sobrevivido a tres dictaduras en su historia, en referencia a la familia Somoza, el primer período sandinista en los ochenta, y la actual. Han sufrido cierres, el encarcelamiento de sus directivos, el asesinato de Chamorro Cardenal, bombardeos, asedios de fanáticos, censura y bloqueo aduanero.

Pero La Prensa no solo es un edificio. La historia del país se ha contado a través de sus páginas: los abusos de derechos humanos, la corrupción, las fechorías de políticos deshonestos, también las alegrías causadas por las hazañas de los grandes deportistas que le han dado gloria a Nicaragua. También se ha narrado las vidas de poetas y artistas.

El diario es también la biblioteca que permitía al interesado viajar en el tiempo. Es la frase de Baltazar Gracián de que “lo bueno, si es breve, es dos veces bueno” que colgaba en las paredes de la oficina del editor de opinión.

En el edificio confiscado celebré mi primer premio internacional de periodismo, conocí a mi esposa y me avisaron cuando nació Sofía, mi primogénita, absorto en el cierre de una publicación. Para muchos de mis colegas fue también el inicio de sus vidas familiares.

Un día un amigo de la rotativa me empastó el libro El lobo estepario, de Hermann Hesse, y me lo entregó restaurado como sorpresa, luego que días atrás lo había dado por perdido. Lo encontró tirado a la orilla de mi carro, abandonado a su suerte, luego que bajé del vehículo con las manos llenas de cosas, y me preparó secretamente el regalo. Esa generosidad es también La Prensa.

Como editor de portada, me tocó cerrar el periódico el día que asesinaron a una familia en el barrio Carlos Marx de Managua, uno de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura en junio de 2018. ¡Los quemaron vivos! Me tocó decidir las fotografías que irían en portada. Fue terrible. El personal de la redacción en el turno tuvo que sobreponerse al dolor para publicar. Cuando llegué a mi casa, minutos antes de entrar a la medianoche, lloré solo frente al timón de mi vehículo. No podía hacer otra cosa antes de pasar viendo a mis hijos dormidos en sus camas.

La Prensa es todo su equipo: reporteros, editores, correctores, diseñadores, y  fotógrafos como Navarrete. Después de tantos años de trayectoria profesional, la guerra de los ochenta, la accidentada transición democrática y la vuelta a otra dictadura, Óscar dice que quisiera tomar una foto en tiempos de paz con una Nicaragua en democracia. A estas alturas de su vida, esa es su imagen pendiente.

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(Managua, 1980) editor y reportero, se define como "enamorado de las investigaciones periodísticas y fiel devoto de la crónica en América Latina". Su trabajo ha sido reconocido con el Premio Ortega y Gasset y el Premio Rey de España.


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