El hombre dio nombre a los animales y Pedro Sánchez no se iba a quedar atrás. Al parecer gracias a la insistencia de España e Italia la UE ha modificado la denominación del plan de Rearme europeo a Preparación 2030. Una forma de verlo sería pensar que hemos optado por un eufemismo, esas palabras que, como dice el lingüista estadounidense John McWhorter, se parecen a la ropa interior y hay que cambiarlas a menudo, como ocurre con la ropa interior. Invertir en defensa significa gastar dinero en proteger infraestructuras críticas pero también en cosas que matan a gente. Por circunstancias históricas en algunos países, y en España de manera particularmente acusada, decir que se gasta en defensa da un poco de pudor. En 2014 Pedro Sánchez dijo que ese ministerio sobraba, una afirmación frívola en sintonía con la frivolidad que atribuía a sus votantes. Curioso viraje, aunque no tan acusado como el del nacionalismo español de Vox, convertido al seguidismo de un caprichoso tiranuelo americano que los desprecia, e indistinguible de lo woke en su obsesión antiwoke. Una parte de la extrema izquierda viene de una venerable tradición pacifista, aunque el problema puede ser que algunos no nos dejen ser tan pacifistas como quisiéramos. Otra parte de la extrema izquierda protesta contra el gasto militar de las democracias, pero no se preocupa por el gasto militar de las autocracias; lamenta lo que llama el discurso militarista de las democracias pero no la acción belicista de líderes autoritarios. Un ejemplo es Enrique Santiago, líder del Partido Comunista y portavoz en el Congreso de Sumar, el partido nini que es el socio menor de la coalición de gobierno. (Del pacifismo de algún sector de la extrema izquierda dan testimonio los escraches en las universidades para impedir que hable gente que no les cae bien.) Hay razones de sobra para desconfiar del ardor guerrero, pero a veces la propia UE y los países europeos parecen ignorar sus propias fortalezas: aunque haya que mejorar, coordinar y creérselo, tienen ejércitos numerosos, peso demográfico y económico.
En cuanto señalas un eufemismo, dice Arcadi Espada, el eufemismo está desactivado. Muestras lo que quiere ocultar y la intención de esconder. Cuando Sánchez defendió ante las cámaras el cambio de nombre (primero sugirió “salto tecnológico” en vez de “rearme”) no embellecía la situación ni ocultaba una realidad, sino que mostraba con todo descaro el propósito de sugerir un nombre más aceptable para unos votantes que podían sentirse incómodos, y exhibir el objetivo de ampliar la categoría de los gastos que cuenten como inversión en defensa porque ahí seguro que hay que hacer menos y se puede repartir más. Se trataba de mostrar claramente la intención de engañar a unos y a otros: un ejercicio de transparencia que servirá para ocultar otra cosa pero desde luego no pretende camuflar una peculiar relación entre las palabras y sus significados.