La manera más sencilla de entender la política española es asumir que se trata de un esfuerzo sostenido de competencia desleal contra la PISE, la Asociación Imaginaria de Parodistas y Satiristas de España, por sus siglas disléxicas. La proposición de la ley de amnistía ha sido redactada por sus beneficiarios, lo que supone una victoria de la autoficción sobre el Estado de Derecho. El ministro de presidencia ha dicho que le pondremos un escolta a Carles Puigdemont: un guardaespaldas para el prófugo. Felipe González reivindicó hace años la importancia simbólica de que, al nombrar ministro de cultura a Jorge Semprún, la guardia civil saludara al hombre más buscado por la policía franquista. Una vez más pasamos de la tragedia a la farsa, y de la reconciliación a la estafa. Santos Cerdán ha hablado del “exilio de Puigdemont”, lo que constituye un insulto para los verdaderos exiliados. Parte de la izquierda, que tiene una cultura de protesta y reivindicación, deslegitima concentraciones contra la ley de amnistía: los ciudadanos son libres de manifestarse a favor del gobierno. Un columnista escribe que los pactos en que se basa la investidura son un paso hacia una concepción más autoritaria de la democracia y un expolítico le contesta en X que decir eso es “una soberana estupidez”. El director de comunicación de un partido intenta colar imágenes generadas por IA como si fueran fotografías de manifestaciones contra el gobierno; luego, nuestro Goebbels de Ali Express explica a una víctima de ETA lo que es tener que ir escoltado. La proposición de la ley de amnistía excluye del perdón los delitos que hayan afectado a los intereses financieros de la Unión Europea. Se perdona a quienes robaron dinero público de los españoles, pero no a quienes robaron dinero europeo, lo que muestra nuestros límites a la hora de exportar la corrupción política. Según el borrador quedarán excluidas de la amnistía los delitos que obedecieran a “motivaciones racistas, antisemitas, antigitanas u otra clase de discriminación”. La redacción, como ha escrito Pablo Gabilondo, es casi idéntica a los agravantes que señala el artículo de 22.4 del Código Penal, aunque de esa lista se han eliminado los motivos de discriminación por ideología o nacionalidad, probablemente para evitar complicaciones. Eso sí, abundan los ejemplos de referencias racistas en el discurso del nacionalismo catalán: desde el andaluz como hombre destruido del que hablaba Pujol a las bestias de Quim Torra, pasando por los llamamientos a apadrinar niños extremeños o cierta tendencia a establecer distinciones genéticas metafóricas o literales. La transacción de impunidad por investidura ha servido para que Pedro Sánchez sea presidente del gobierno. La medida que rompe la igualdad de los ciudadanos ante la ley alentará la concordia y la convivencia, se argumenta. En su discurso de investidura, Sánchez no dijo que gobernaría para todos los españoles ni nada por el estilo: explicó que su presidencia será un “muro” contra la España retrógrada. Su discurso excluyente es todo un proyecto de concordia, al que contribuyen decisiones como anunciar, tal como ha hecho el gobierno de Aragón, el inicio de los trámites para la derogación de la ley de memoria democrática de la comunidad autónoma un 20 de noviembre.
Una versión anterior de este artículo se publicó en el El Periódico de Aragón.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).