Cuando México despertó el 2 de junio después de una inédita y confusa jornada electoral, se encontró con que era el país más democrático y que lo vivido el día anterior había sido “impresionante”, “maravilloso”. Al menos así fue como, desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ensalzó lo sucedido el pasado primero de junio, día de las primeras elecciones judiciales celebradas en territorio mexicano.
En las casillas y en las calles, sin embargo, reinó la apatía y el silencio del 87% de los ciudadanos con derecho a voto. Las filas y el entusiasmo que, justo hace un año, le dieron el triunfo a la entonces candidata morenista se esfumaron. Para la gran mayoría de mexicanos aquel domingo fue un día cualquiera y en ese otro 13% de votantes predominaron quienes acudieron a las urnas abrumados por la cantidad de recuadros que tachar, desinformados y lanzando la moneda al aire.
Eran las nueve de la mañana de ese día inédito y en la avenida Pino Suárez todo transcurría con normalidad: empleados de los distintos comercios se arremolinaban en los puestos de tamales y jugos esperando su orden; la histórica cantina La Nueva Don León recibía ya sus primeros clientes. En las escalinatas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dos coronas fúnebres con la leyenda “#RIP al Poder Judicial” flanqueaban una improvisada tumba de tierra.
“Así amaneció. Lo pusieron en la mañana”, dijo un guardia de seguridad sin despegar la vista del celular. En la otra acera, entre puestos ambulantes y casas de campaña de los maestros de la cnte, dos grandes lonas “acordeón” color turquesa incitaban a votar por ciertas magistradas y magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial.
Más adelante, en la esquina de Moneda, un puñado de gente se acercaba a las vallas que impedían el paso. A unos metros, un templete de cámaras de foto y video obstruía la vista. “Presidenta, presidenta”, se alcanzaba a oír, como un eco. La imagen de la presidenta emitiendo su voto en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público protagonizaría las portadas de los principales periódicos el lunes.
Detrás de esa escena, ajenos a esa parafernalia, turistas se asomaban a las ruinas del Templo Mayor. Una pareja, sentada en las bancas de concreto, vigilaba a sus pequeños que revoloteaban en la Plaza Gamio.
–¿Les puedo robar unos minutos para un testimonio sobre las elecciones de hoy?
–No, gracias.
–¿Irán a votar?
–No, ¿para qué? Andamos paseando.
Del Sagrario Metropolitano salían Ana Delia Navarro y su hija. Vinieron al centro de la capital desde Ecatepec para hacer una tarea escolar. Más tarde, dijo la madre, pasarían a su casilla, aunque todo pareciera un juego de azar.
–¿Cómo se informó para elegir entre tantos candidatos?
–Buscando quiénes eran, sus posibles acciones buenas y malas para elegir algo que sea justo porque, una vez que están en el poder, cambian radicalmente, pero tenemos fe en que funcione.
–¿Y qué le pide a un magistrado o a un juez? ¿Qué buscó en las propuestas?
–Que ejerzan bien sus funciones y que todo sea conforme a derecho, justicia y legalidad. Luego no lo llegan a hacer, pero hay mitad y mitad. Ahorita todo está en echar la moneda al aire y esperar a que sea positivo para todo México.
En la Alameda, el ambiente era como el de cualquier mañana de domingo: familias paseando, ciclistas yendo y viniendo en ambos sentidos de la avenida Juárez. A unos kilómetros, sin embargo, un grupo de ciudadanos inconformes, como trabajadores del poder judicial, miembros de colectivos y organizaciones sociales, se concentraban en el Ángel de la Independencia para manifestar su rechazo a las elecciones de ese día.
Bajo el lema “Domingo Negro”, la convocatoria llamaba en redes sociales a salir a marchar, en lugar de ir a las urnas. “No a la farsa judicial”, “Cada voto sin razón es un tiro a la nación”, se leía en algunas pancartas que los asistentes portaron en su trayecto del Ángel al Monumento a la Revolución.
Mientras, en la explanada del Palacio de Bellas Artes la única fila que se distinguía era para entrar al Museo Nacional de Arquitectura; parejas y familias esperaban la función de la Sinfónica de Minería. Tres chicos se turnaban para posar con el edificio de mármol de fondo.
Jaqueline Olivares es una mexicana de veintiséis años, originaria de Oaxaca, y desde los dieciocho reside en Estados Unidos. Estaba en la Ciudad de México turisteando y visitando a sus familiares: “Para ser sincera no estoy muy informada. Sabía que habría elecciones para el poder judicial, pero ni me enteré si podía votar. Mi familia de acá, que vive en Neza, planeaba ir a votar, pero no saben cómo ni tienen mucho conocimiento de los que se están postulados a jueces. Eso es como una moneda al aire porque no se sabe si la persona que estás eligiendo es buena candidata para el puesto.”
Buscar la aguja en el pajar o votar a ciegas
Escoger a jueces y magistrados con los mejores perfiles no era fácil. Las cifras resultaron desde el principio abrumadoras: 3 mil 423 candidatos para ocupar un total de 881 cargos en el poder judicial. Una tómbola en la que se colaron personajes como Silvia Delgado, una exabogada de Joaquín “el Chapo” Guzmán, o el duranguense Leopoldo Chávez, condenado por narcotráfico en Estados Unidos.
En redes sociales, de hecho, se viralizaron memes que se mofaban de tal embrollo: “No sé elegir los aguacates, qué voy andar eligiendo jueces y magistrados.” Discernir a conciencia implicaba dedicar horas a leer los perfiles, contrastar y, sobre todo, entender la jerga y función de cada órgano jurisdiccional. Elegir de manera informada era imposible, advertían especialistas como Eduardo Muñiz Trejo, politólogo por la unam y maestro en políticas públicas por el cide.
Este experto, que ha sido consejero distrital en el Instituto Nacional Electoral (INE), analizó la base de datos de las plataformas del INE utilizando técnicas de minería de texto. El resultado, publicado en su blog “La cicuta en el bolsillo”, no solo reveló la homogeneidad de los currículums compartidos por los postulantes, sino la semejanza de sus propuestas y discursos, poblados de lugares comunes y conceptos reiterativos como “derechos humanos”, “compromiso social” o “acceso a la justicia”.
Las tablas y recursos gráficos de su texto “Votación de jueces: una elección imposible” ilustraban, además, el tiempo que cada ciudadano debía invertir. Leer los currículos, posicionamientos y propuestas de tan solo las 117 candidaturas nacionales –es decir, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistraturas de la Sala Superior del Tribunal Electoral, magistraturas del Tribunal de Disciplina Judicial– implicaba procesar unas 45 mil 941 palabras. “Suponiendo una velocidad de lectura promedio de 200 palabras por minuto, sin pausas, necesitaría casi cuatro horas continuas solo para leer”, calculó.
Además, el votante debía apartar otras horas para revisar la información de los candidatos de su localidad. Por ejemplo, en la sección 4748, es decir, en la zona de Palacio Nacional, donde votó la presidenta, los vecinos debían elegir 37 personas de un total de 212 candidaturas. Por lo que Muñiz Trejo estimaba que, en un escenario ideal, esos ciudadanos debían procesar más de 77 mil palabras, lo que equivale a una lectura continua de casi siete horas. De ahí ya solo había que dedicar otro rato a ensayar el sufragio en la página del INE.
En las casillas, hubo quienes aseguraron haber tomado el tiempo para informarse y discernir antes de votar. “Yo ya tengo 73 años y alcancé a arañazos la tecnología, así que me metí al INE para conocerlos y luego a las redes sociales; también con periodistas y analistas políticos”, compartió Esperanza Aparicio, una criminalista jubilada que celebraba que ahora sea el pueblo quien elija a los actores del “tercer poder”.
“Cuando votamos por Claudia Sheinbaum todo el tiempo supimos que íbamos a llegar a ese momento de la reforma. Ya era tiempo.” La conversación se interrumpió cuando en la fila de esa casilla, en una colonia en los límites de las alcaldías Cuauhtémoc y Venustiano Carranza, apareció otra vecina adulta mayor. “Dime por quién votar. No conozco a nadie”, le susurró a Esperanza la recién llegada. “Ahorita que termine de hablar aquí. Te toco la puerta; si no estás, te dejo algo”, prometió la entrevistada mientras su vecina se alejaba a paso lento.
Otros dos señores, también mayores, no dudaron en responder sobre sus motivaciones para participar en la votación: “Yo voto para quitar a esos corruptos. Voto por los que eligió el poder ejecutivo, jamás por el judicial ni el legislativo”, soltó uno. “Con que tenga una P y una E y vámonos”, se sumó el otro. “¡Ándale, con eso! Estamos con el movimiento. Ni siquiera con Sheinbaum, es con el movimiento”, zanjó el primero.
En contraste, Eduardo Escalante, un profesor universitario originario de Yucatán, arribó a la casilla de la sección 4850, en el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), muy seguro de sí mismo, tras haber dedicado horas a leer la información disponible. Llenar sus boletas le tomó más de veinte minutos. “Fue muy agobiante al principio. Estaba muy renuente a meterme a la página del INE y ver a los candidatos. Sin embargo, un amigo y yo quisimos hacerlo más dinámico, dividimos los currículums y revisamos. Uno el de las mujeres, otro el de los hombres. Nos fuimos más por la experiencia profesional.” Esa misión de revisar perfiles, tan solo el de aspirantes federales, les tomó una semana.
–¿No fue difícil entender la jerga legal o los cargos, saber qué es un magistrado de circuito, un juez civil o penal?
–Tengo una ventaja. Un muy amigo mío es candidato a magistrado en Yucatán y está en funciones. Él me ayudó, le preguntaba por los conceptos, pero, al final, siempre está Google. Esta elección demuestra la iniciativa que puede tener la gente, de querer investigar más allá del nombre.
Y aun con tarea hecha y guía propia en mano, a Eduardo le surgieron dudas al momento de llenar las nueve boletas que le tocaron. “Mi amigo y yo hicimos captura de pantalla de la boleta de práctica y traje, no me gusta llamarlo acordeón porque la palabra se manchó con los que están rondando por ahí, nuestra guía de voto. De lo contrario seguiría yo ahí sentado, leyendo todas las notas.”
Ni los acordeones hicieron bailar a Tlalpan
Además del robo de boletas en Chiapas, manifestaciones en contra y retrasos en las instalaciones de algunas casillas, la distribución de acordeones para influir en el voto fue una de las mayores incidencias que marcaron las elecciones del 1 de junio. En Tlalpan, bastión trascendental de Morena por ser la alcaldía donde vivían el expresidente Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, diputados morenistas y líderes partidistas desplegaron un operativo de acarreo de votantes y reparto de acordeones en distintas colonias.
Según el periódico Reforma, reclutadores de una denominada Brigada o Colectivo 1 de Junio recibieron ocho mil pesos mensuales erogados de la Secretaría de Bienestar e Igualdad Social (Sebien) del Gobierno de la Ciudad de México para convencer a los vecinos de salir a votar.
Una de las personas participantes en esa brigada y que aceptó hablar bajo anonimato confirmó a esta reportera que se entregaron acordeones y que cada reclutador tenía que cumplir con la cuota de convencer a sesenta personas. “Con trabajos logré cincuenta porque la gente está muy renuente y, de esos, muchos dicen que sí van a votar, pero luego se arrepienten”, contó.
La tarea incluía ir, el primero de junio, al domicilio de los vecinos y acompañarlos a las urnas o llamarles por teléfono para recordarles que debían salir a votar. Horas antes del arranque de la jornada electoral, les avisaron que la operación de acompañamiento quedaba cancelada. Para la noche del domingo, este informante aseguró que, de su listado de cincuenta personas, solo 35 confirmaron haber ido a votar.
Al consultar el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del INE, con el corte actualizado hasta el 4 de junio, se registraba que en la elección de ministros y ministras de la scjn, en el distrito electoral 14, correspondiente a Tlalpan, participaron 52 mil 846 personas, de las 363 mil 271 registradas en la Lista Nominal, es decir, solo se alcanzó una participación del 14.5%.
En grupos de WhatsApp creados por asociaciones civiles como Defensorxs y el Proyecto Justicia Común (Projuc), ciudadanos reportaron constantemente la circulación de acordeones en distintas partes del país. Con esas evidencias, Projuc ha presentado denuncias formales ante el INE, acusando “una estrategia sistemática de coacción del voto, operada por funcionarios públicos, Servidores de la Nación, sindicatos y estructuras vecinales”.
El velorio en la Ciudad Judicial
Conforme avanzó la jornada del 1 de junio, medios de comunicación y redes sociales congregaron desde el entusiasmo de esa minoría que salió a votar y que presumía el pulgar marcado, hasta la reaparición del expresidente Andrés Manuel López Obrador emitiendo su voto en Chiapas, pero sobre todo las imágenes que ilustraban casillas vacías. Un silencio que se pudo apreciar en distintos puntos de la Ciudad de México y, de manera representativa, en la llamada Ciudad Judicial, que agrupa distintas oficinas del poder judicial en la avenida Niños Héroes.
Ya eran las tres de la tarde y los funcionarios de la casilla de la sección 4763 en el edificio Juan Álvarez Hurtado mataban el tiempo en el teléfono o platicando. Uno de ellos preguntaba a los transeúntes y a todo el que se acercaba si acudía a votar. “No es mi sección”, corroboró un trabajador del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México al acercarse a la sábana informativa del INE.
“Yo trabajo aquí en el tribunal. Hay dos compañeras que se están postulando y voy a apoyarlas. Lo hago por solidaridad con ellas, pero no he visto ninguna lista ni sé dónde se podía consultar. No tuve acceso a nada de información”, compartió este trabajador, de nombre Flavio Tovar.
–¿Y cómo votará para las otras candidaturas?
–Del tin marín, si no conozco a nadie.
–¿Siendo trabajador del poder judicial qué tan importante le parece esta votación?
–No es importante porque los que están en el poder son de Morena. A ellos sí les interesa que sus recomendados ganen. Como ciudadanos no tenemos un interés. Que va a cambiar la impartición de justicia, sabemos que no va a cambiar nada.
Al pie de las altas columnas de ese edificio dos empleados de intendencia conversaban. “Así ha estado toda la mañana. Solo falta el muerto.” ~