Foto: Omerta-ve, CC BY-SA 3.0 , via Wikimedia Commons

Para salir del pantano

Ante la aprobación de la cuestionada Ley Antibloqueo en Venezuela, conviene recordar una lección de las experiencias del socialismo utópico en Latinoamérica: a la verdad no hay que adornarla, sino respetarla.
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No es un caso aislado el de proporcionar raíces a las propuestas ideo-políticas, sin duda con el fin de arraigarlas, dado que las fórmulas dotadas de premisas o raíces pueden adornarse con los atributos de la ciencia.  

Pero cuando el asunto queda encerrado en las fronteras de la superchería, la bendita ciencia se desvanece, tal como le ocurrió al “árbol de las tres raíces”, ruidoso banderín chavista del cual ni sus más fervorosos autores se ocupan ya. Desde luego la falacia dejó al desnudo el pomposo socialismo del siglo XXI; talado el árbol que quiso aprovechar la savia nutricia del Libertador Simón Bolívar, del educador Simón Rodríguez y del líder social Ezequiel Zamora, a quien la izquierda aprovechó para resaltar remotas semejanzas con el gran mexicano, Emiliano Zapata.

Marx, agudo pensador cuyo curso vital comenzó y concluyó en el siglo XIX, quiso elevar su idea del socialismo al nivel de las ciencias para separarla radicalmente de las sonrosadas nebulosas de la utopía, y así quedó consagrado pese a que no probado, para la crónica histórica. El tiempo iría colocando en su verdadero lugar tales exuberancias científicas.

El socialismo científico, el marxismo, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico terminarían sepultados en la fosa común donde yacen todas las quimeras y utopías sobre la igualdad que este implacable alemán cubrió con sarcasmos destructivos, sin imaginar que sus denuestos se volverían contra él. Sabido es que las utopías socialistas latinoamericanas absorbieron el romanticismo que proliferó con la fecundidad vegetal de la verdolaga al calor de la deslumbrante epopeya de la independencia y el enorme reto de construir el Estado libre que estuviera a la altura de los héroes de la Emancipación.

Owen, Saint-Simon, Fourier, Proudhon, el “ícaro” Cabet, Marx, Bakunin impulsaron el ideal igualitario, lo relacionaron con el ya mencionado socialismo científico y con el anarquismo. La utopía socialista fue sacudida como un trapo y ya no se supo con plena claridad en qué podía haber parado esa nueva sociedad, consumida entre la anarquía de Bakunin, libre de todo tipo de coacción, y la sociedad sin clases a través de la dictadura del proletariado postulada por Marx, proliferando decenas de fórmulas híbridas estimuladas por el romanticismo.

A Víctor Hugo, Chopin y Lamartine se les relacionó con el socialismo porque Europa fue impactada por la Revolución Francesa, el creativo bonapartismo con sus notables Códigos, la modernización y humanización del Derecho Penal y el internacional y las instituciones modernas, en tanto que poetas ingleses como P. B. Shelley y Lord Byron inflaron las velas de la igualdad social y la modernidad. Byron le puso el nombre de Simón Bolívar al barco que lo llevaba a incorporarse a la lucha por la independencia de Grecia, uniendo en un florido ramillete el romanticismo igualitario europeo y el de las dos Américas.

He ahí pues la fuente de las ideas de cambio radical que por sustituir la realidad por la voluntad no repitieron la heroicidad eficaz de la poderosa onda emancipadora del siglo XIX.

No es que el romanticismo socialista se limitara a venerar grandes líderes históricos. También hicieron obra, crearon colonias pretendidamente comunistas en lugares contratados de Estados Unidos, México y el imperio brasileño regido por Pedro II, bajo cuyo auspicio nació la Colonia Cecilia, configurando el hecho insólito de que mediante la persuasión se construyera un ensayo comunista dentro de un imperio. El sincretismo ideológico implícito en la mezcla de tantas utopías románticas cayó en terreno fértil porque Pedro II también lo era, aparte de ser masón y por ello, adepto a ideologías liberales que reafirmaría para proporcionar un rasgo parlamentario al Estado, que daría cuenta de la interesante autonomía del Parlamento brasileño, quizá una de las más acentuadas de Latinoamérica.

Según el DRAE, una de las acepciones de la palabra “utopía es “lo que no existe”, y haber luchado con todo durante tanto tiempo en busca de “lo que no existe” es francamente decepcionante.

El régimen de Nicolás Maduro se asume socialista del siglo XXI. Conforme a minuciosas investigaciones de las cimas del sistema jurídico internacional –la ONU y su alta comisionada para los derechos humanos–, regional –la OEA– y la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, el país necesita experimentar un profundo cambio. ¿Es eso lo que se propone el gobierno madurista al dictar la cuestionada Ley Antibloqueo?

El articulado de ese instrumento legal perfila un eventual modelo de mercado y simultáneamente le confiere a Maduro un hiperpoder, con el fin de ejecutar sin obstáculos los amplios objetivos que figuran en él, especialmente las empresas estatizadas en cualquier época. No es casual pues que la palabra “estatizar” no figure en esta Ley. Queda clara su intención privatizadora. Lo que probablemente quieren evitar es un colapso total como el que se llevó en los cuernos a nueve países comunistas de Europa de Este, desde 1989, que intentaron salvarse del naufragio pero no descifraron el acertijo. No debe ser fácil cambiar en un santiamén un sistema represivo, apabullado de controles, hostil al juego democrático, el mercado y a la iniciativa privada.

Albania, Yugoslavia, Bulgaria, Hungría, República Democrática Alemana, Checoeslovaquia, Polonia, Rumania, la URSS, El COMECON y el Pacto de Varsovia colapsaron para no volver. Solo China sobrepasó su socialismo de mercado y se exhibe como segunda potencia capitalista del mundo.

Mao Zedong y Chou En Lai son la encarnación de la tradicional paciencia china, y Chou, según el brillante Kissinger, uno de los estadistas más inteligentes que ha conocido. Porque no basta con saber que uno está en un pantano, también hay que tener talento y paciencia para superar el peligro. Kissinger, Chou, Nixon y Mao fueron la prueba viviente de semejante apotegma.

En conclusión, el Dogma Socialista de José Esteban Echeverría, destacado líder de la Generación del 37 en Argentina y Uruguay, la igualdad de la mujer, encarnada en Flora Tristán, la Colonia Cecilia, elevadas expresiones del peculiar socialismo utópico latinoamericano, demostraron que a la verdad no hay que adornarla, sino respetarla.

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Es escritor y abogado.


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