¿Perdonamos a Peña Nieto?

En términos de discurso, una disculpa efectiva tiene características específicas, con las que podemos evaluar si las palabras del presidente tendrán el efecto deseado en la opinión pública.
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Todo México comenta el perdón que el presidente Enrique Peña Nieto pidió al país como parte de su discurso en el acto oficial de promulgación de las nuevas leyes que crean el Sistema Nacional Anticorrupción. En su intervención, Peña Nieto dijo:

“En noviembre de 2014, la información difundida sobre la llamada Casa Blanca[1] causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto, reconozco, que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el Gobierno.

En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé. Cada día, a partir de ello, estoy más convencido y decidido a combatir la corrupción”.

En términos de discurso, una disculpa efectiva tiene características específicas, con las que podemos evaluar si las palabras del presidente tendrán el efecto deseado en la opinión pública.

1. Una disculpa efectiva reconoce con claridad y sin ambigüedad la falta cometida. El presidente Peña Nieto se refiere a la falta como “la información difundida sobre la llamada Casa Blanca” y no, como debería, a que su esposa adquirió una casa de decenas de millones de pesos a un contratista gubernamental en condiciones poco transparentes. Así, parece decir que si la información no se hubiera difundido, nada malo habría pasado. Esto no es así: la falta es la compra de la casa, no que se supiera que la compró.

El presidente dice que “los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos”.  Aquí manda un mensaje muy claro: soy honesto, pero se me olvidó que también tengo que parecer honesto. El error que admite es no haber cuidado las apariencias, descuidar la “percepción”. Esto no empata con el sentimiento colectivo, quelo considera responsable de haber adquirido a un contratista, a través de su esposa, una suntuosa casa que, por si fuera poco, corresponde a la idea de cómo vive un multimillonario, no un servidor público honesto. El problema no es la percepción, es la acción cuestionable éticamente, que se agrava con la falta de valor para reconocerla.

2. Una disculpa efectiva ofrece una explicación concreta y clara de la razón por la que se cometió la falta. El presidente nos queda a deber esa explicación. ¿En qué estaba pensando cuando vendió su lugar en la historia por una mansión en Las Lomas? ¿Quién le dijo que “no había conflicto de interés” y por qué le creyó? ¿De dónde sacó esa visión del mundo en la que se piensa que los servidores públicos pueden tener casas como las de dueños de empresas multimillonarias? Tendremos que esperar a que dicte sus memorias para saberlo.

3. Una disculpa efectiva reconoce los valores lastimados por la falta. El presidente lo hace, pero con una gran reserva: nunca admite falta legal alguna. “No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el Gobierno”.Este fraseo seguramente tiene su origen en una larga discusión jurídica sobre si admitir culpabilidad en el discurso podría tener consecuencias legales para el presidente. El resultado es una disculpa muy tibia y diluida, que nos dice: “a pesar de que en realidad no hice nada malo, igual te pido perdón”. Y además, nos queda a deber un reconocimiento más profundo del grave daño a la confianza que los ciudadanos depositamos en él.   

4. Una disculpa efectiva transmite sinceridad a través de las palabras y del lenguaje no verbal. El lenguaje de la disculpa importa mucho, y el presidente aquí es claro: pide perdón con toda humildad. No hay crítica en ello y se le reconoce. Se hubiera podido prescindir del teleprompter para que la disculpa fuera más espontánea. La disculpa leída genera distancia emocional respecto al mensaje transmitido, pero sabemos bien que la improvisación y la comunicación de emociones auténticas no son los fuertes del presidente, así que probablemente es mejor que haya leído el discurso.

5.  Una disculpa efectiva señala acciones para que la falta no vuelva a repetirse. El sistema nacional anticorrupción tiene salvaguardas que, en teoría, impedirán que “la casa blanca” se vuelva a repetir. Eso es una buena noticia. Sin embargo, al discurso le faltó señalar las cosas que él en lo personal hará para promover la “percepción con lo que hacemos”, así como las instrucciones a su gabinete para dejar de hacer cosas malas que parecen peores.

Con estas disculpas ¿perdonamos a Peña Nieto? La respuesta depende de lo que venga. La confianza solo se recupera lentamente, con una acumulación de acciones que demuestren arrepentimiento, expiación de la culpa, reparación del daño y genuina voluntad de cambio. Pedir perdón es apenas el primer escalón (arrepentimiento). Habrá que ver si de aquí en adelante, el presidente y su equipo avanzan en los siguientes. De ello dependerá si este discurso es la inyección de adrenalina que reanimará a la moribunda credibilidad de nuestro presidente, o si se convierte en el último clavo en su ataúd.



[1] "La casa blanca" es una mega-residencia millonaria que había sido vendida a la esposa del presidente en un extraño y opaco esquema de crédito. La empresa vendedora de la casa había hecho fortunas con generosos contratos gubernamentales, lo que hizo ver a la mansión ante los ojos del mundo como una especie de pago o soborno. A partir de que se reveló este hecho en 2014, la popularidad del presidente comenzó a caer en picada y no se ha recuperado.

 

 

 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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