Plagiar en la universidad: ir de listo

Plagiar con éxito un trabajo universitario no es fácil, y no hace falta un programa informático para pillar al listo de turno.
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Los atajos no son siempre los caminos más cortos, aunque la picaresca haya vendido desde hace siglos este mantra. El logro de un fin escatimando el esfuerzo puede parecer en un principio el mayor signo de listeza –con su correspondiente adjetivo de “listillo”–, pero en la mayoría de las ocasiones poco tiene que ver con la inteligencia. Porque, en resumen, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Y así sucede en los plagios de los trabajos universitarios, ahora tan mediáticos, según cuenta el profesorado que está bastante habituado a que le intenten dar gato por liebre. Sí, cierto, existe internet y una tecnología capaz de volcar textos, artículos, biografías etc., que antes no había más remedio que copiar directamente de las enciclopedias, con el trabajo que eso suponía (a fin de cuentas lo era, y a veces hasta se aprendía). Pero no es menos cierto que la engañifa no es tan fácil. Y ni siquiera hace falta un programa informático –hola Turnitin, hola Plagscan– para pillar al listo de turno.

Veamos.

1-   Internet y las facilidades del plagio

“El problema no es nuevo, aunque el fácil acceso a una ingente base de materiales en la era de internet hace que cada vez resulte más complicado que los alumnos se asomen a la bibliografía recomendada (libros en papel) y opten por documentarse exclusivamente en internet, cayendo a menudo en la tentación de copiar directamente lo leído, sin elaboración propia o mención de las fuentes”, cuenta Nere Basabe, profesora de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid.

Otros profesores como Jordi Gracia –Literatura Española en la Universidad de Barcelona– Mamen Horno –Lingüística General en la Universidad de Zaragoza– y Felix Ovejero –Economía, Ética y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona– comparten su opinión (y batalla diaria). Internet para lo bueno y para lo malo. Y viva san Google. Ahora bien, todos indican también que, entre todos los alumnos, el que opta por este riesgo es minoritario. “Casi una anomalía, diría. En las guías docentes y en las aulas los profesores insistimos una y otra vez en la gravedad del plagio, que es motivo de suspenso inmediato”, añade Basabe.

Además, aunque ahora quizá haya mucho experto en plagio, los docentes señalan que no todo debe considerarse como tal. Y es más, a veces ni siquiera es la intención. “El ‘plagio’ no siempre es resultado de querer hacer trampa, ni mucho menos. Lo normal es que los estudiantes lean y lean sobre un tema, pero se sientan inseguros cuando se disponen a producir un texto escrito. Por eso lo copian directamente, porque lo que tienen en la cabeza está muy bien expresado en lo que han leído y no se sienten capaces de reformularlo. Eso nos ha pasado a todos al principio”, comenta Mamen Horno.

Pero, obviamente, siempre está el que se cree el más listo del grupo. Gracia señala que en la universidad hay dos modalidades de plagiador. “Una es la de la desfachatez descarnada, que literalmente copia párrafos y párrafos sin aviso de ningún tipo”, afirma. Una tipología que “no es preocupante porque se trata de simples defraudadores, como en cualquier gremio”, insiste. La segunda modalidad ya es más grave. “Son los que usan textos ajenos pero procuran intervenir de forma más o menos astuta para modificar expresiones, alterar el orden de las frases, eliminar algunos fragmentos pero mantener sustancialmente el sentido y la lógica del texto copiado”, explica Gracia. Los que, de alguna manera, se trabajan el plagio. “Ahí aumenta el delito en la medida que se actúa con voluntad de disimulo y disfraz de la fuente del trabajo, generalmente omitida”, recalca el profesor.

2-   Cómo pillar a un plagiador (sin Turnitin)

El que lo intenta tiene muchas posibilidades de llevarse “un suspenso como una casa”, según dice Gracia. Los profesores insisten en que los plagios son fácilmente identificables. Incluso mediante métodos artesanales, ya que la utilización de programas como Turnitin o Plagscan no son suficientes para constatar un plagio. Tratan simplemente de una cuestión de coincidencias cuantitativas –a partir de un 20-25% de coincidencias estaríamos hablando de un trabajo plagiado–, pero después hay que analizar, y eso no lo puede hacer un ordenador, en qué consisten esas coincidencias. Esto es: aunque un programa indique que más del 20% parece “plagiado”, puede que no lo sea, ya que sí es lícito citar otros trabajos, siempre que esté suficientemente referida la fuente, mediante entrecomillado o parafraséandolos y mencionando al autor.

“Yo no aplico una detección de plagio por defecto a todos los trabajos recibidos, pero el plagio es fácilmente detectable de forma intuitiva cuando se está leyendo un trabajo: hay un repentino cambio de estilo en un párrafo, sospecha de que eso no lo ha podido escribir un estudiante o incluye información que no se ha visto a lo largo del curso, falta de bibliografía…”, comenta Basabe. La profesora Horno tampoco parte de los métodos informáticos. “Yo doy clase en primero y en cuarto de grado. A los de primero no les pido ningún trabajo y a los de cuarto les pido una reflexión de algunas sesiones de clase (por lo que difícilmente lo podrán encontrar en internet. Como mucho se podrían copiar entre ellos y eso es fácil de controlar). Me quedan, únicamente, los TFG, TFM y tesis doctorales. En este ámbito no tengo tampoco demasiado problema porque mi dirección es semanal y sé perfectamente lo que hacen, lo que leen y lo que escriben”, explica.

Para Félix Ovejero es obvio que es difícil recordar “si un trabajo del último año es una copia de otro de hace tres años”, pero en su caso aplica el siguiente indicador: “Si está bien escrito, sospecho. Por supuesto, eso no quiere decir que sea condición suficiente. Pero, en general, sobre todo en materias que reclaman una precisión conceptual, se nota rápido de quién es la voz”.

Por supuesto, si hay muchas dudas, los profesores también recurren a la misma máquina que los alumnos para pillar al infractor. Google te salva y te mata. “Basta copiar entrecomillado un enunciado más o menos vistoso (y sospechoso) para que la máquina escupa el lugar del que procede”, constata Gracia. “Por supuesto no es un método exacto y puede que se cuele algún que otro caso no detectado, aunque me ha resultado suficiente hasta el momento, ya que el alumno que opta por plagiar significa que no tiene muchas ganas de trabajar, así que tampoco suele complicarse demasiado en borrar el rastro de su plagio”, añade Basabe.

Esto no es óbice para que a veces consigan ganar a la banca, puesto que si no hubiera un porcentaje de éxito, nadie lo intentaría. Y en ocasiones, el intento es sin disimulo, porque esa suele ser la valentía de los “listos”. Así le ocurrió hace años a Félix Ovejero cuando “un estudiante me ‘plagió’ El discurso del método [de Descartes]… que está escrito en primera persona”. Y lo pillaron, claro.

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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