Hasta bien entrada la adolescencia yo quería ser policía. Me parecía (me parece) un trabajo tan útil y prestigioso como el de cualquier abogado, médico, bombero o ingeniero. ¿No tratan todos ellos, cada quien desde el área de expertise de su profesión, de ayudar a las personas a vivir y convivir mejor?
Después, la lectura de Il Pci ai giovani de Pier Paolo Passolini, me llenó de curiosidad por la vida de los policías. Los versos culpables son básicamente estos:
[…]
Cuando ayer en Valle Giulia se agarraron a trompadas
Con los policías,
¡yo simpatizaba con los policías!
Porque los policías son hijos de pobres.
[…]
En Valle Giulia, ayer, hubo un fragmento
de lucha de clase: y ustedes, amigos (claro que de parte
de la razón) eran los ricos,
mientras que los policías (que estaban de parte
del error) eran los pobres. ¡Bella victoria,
la de ustedes! En estos casos,
a los policías hay que darles flores, amigos.
Y, seguro no es casualidad, pero de todas las entrevistas que he hecho, las conversaciones con policías siempre me han parecido de las más descorazonadoras. Hay dos historias que recuerdo de manera patente: una es la de un policía que prefería no detener a nadie porque temía que lo humillaran en público. Hace años, mientras pretendía detener a un hombre, este lo había abofeteado frente al grupo de curiosos que pronto se agolpó a su alrededor para presenciar la escena. Ahora, solo recordar las risas de los presentes le descomponía el semblante. La otra, una mujer policía que había tenido que pagar, de su propio bolsillo, el arma que portaba en el cintillo, me contó, llena de vergüenza y envuelta en un serio dilema, que con la precaria capacitación que había recibido y su pobrísimo sueldo, no se sentía capaz de arriesgar su vida y “morir cumpliendo su deber”.
***
En este país, de nuevo citando a Pasolini, parece que “estamos obviamente de acuerdo contra la institución de la policía”. ¿Pero qué piensa la policía? Para echar luz sobre las respuestas a esa pregunta, Causa Común aplicó, como ejercicio complementario a su Programa de Acompañamiento Ciudadano al Desarrollo Policial, una encuesta a 4,898 policías estatales y federales para recabar información acerca de las “percepciones, opiniones, sentimientos e intereses de los policías sobre el desarrollo policial y las dinámicas laborales dentro de sus instituciones”. Los resultados son terribles.
- El 45% de los policías gana menos de diez mil pesos mensuales (De esto, supongo, se burlaban las infames Ladies de Polanco)
- 80% NO ha recibido ningún estímulo por su trabajo
- 61% NO conoce los procedimientos para ascender
- 39% considera que hay corrupción en la corporación a la que pertenece
- 36% considera que esa corrupción se presenta en los altos mandos
- 68.5% considera que la sociedad los discrimina (La consigna que cantaba Yndira Sandoval el día de su arresto y que inspira el título de este texto, sin duda suma a este abultado porcentaje)
- 61.6% considera que la sociedad no le tiene confianza
Queremos policías confiables, capacitados, certificados e incorruptibles, pero no vamos a conseguirlos si sus corporaciones les siguen ofreciendo sueldos miserables, capacitaciones mediocres y la larga lista de desdoros que enlista Causa Común. Queremos policías cercanos, que resuelvan problemas y que, con apego a la ley, medien en algunas situaciones, pero nuestra desconfianza y sospecha hacia ellos los aleja. Y es quizás en esa lejanía, despojados del prestigio y orgullo que les daba la profesión, en donde la corrupción se cuela con mayor facilidad. La policía necesita reconquistar el reconocimiento social y nosotros, sin bajar la guardia crítica hacia su trabajo, estamos obligados a ser sensibles a ello.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.