Campaña Wonder Woman, "Think of all the wonder we can do". Tomado de http://www.un.org/sustainabledevelopment/wonderwoman/

¿Por qué apoyar una mascota feminista cuando el cargo más alto de la ONU sigue vetado para las mujeres?

Wonder Woman es la nueva embajadora honoraria de la igualdad y el empoderamiento de las niñas y las mujeres. ¿Tan alta distinción debe colgar del corset de la caricatura de una estadounidense medio desnuda?
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Hay que tomar nota del extraño elenco que se reunió, el pasado 21 de octubre, en las oficinas centrales de la ONU: una reina de belleza setentera venida a actriz, treinta niñas exploradoras de Nueva York, la presidenta de una de las dos empresas más exitosas de la industria del cómic (DC Entertainment), Miss Israel 2014 –modelo y recién estrenada actriz–, la directora de Monster y un grupo de empleados de las Naciones Unidas para celebrar el nombramiento de Wonder Woman como la nueva embajadora honoraria de la igualdad y el empoderamiento de las niñas y las mujeres.

Entre placas conmemorativas, emotivos lemas mercadotécnicos –“Think of all the wonder we can do”– y prendedores en la solapa, la mitad del auditorio festejó los discursos de las dos actrices ex reinas de belleza (Lynda Carter animó al público par que no dejara de soñar: “Nunca nos decepcionará la Mujer Maravilla que vive en cada uno de nosotros”) mientras que el resto convertía la ceremonia en una protesta. Un puñado de personas (a quienes Carter definió como doubters, quizás en busca de un apelativo más diplomático al habitual “haters”) se puso de pie para darle la espalda al evento; las pancartas, que pedían “una embajadora real para las mujeres” continuaban fuera del auditorio y hasta el lobby del edificio.

En los últimos días, más de 23,500 doubters –también conocidas como críticas o activistas– han firmado una petición para que el Secretario General de la ONU reconsidere el nuevo empleo de Wonder Woman. Y es que tan alta distinción, opinan las manifestantes, no debería colgar del corset de una superheroína que, si bien fue una abanderada del feminismo en los años cuarenta, hoy no es más que la caricatura de una estadounidense medio desnuda. Algunos han señalado que la ONU ya ha elegido a otros personajes animados como embajadores del ambiente (Campanita) o de la amistad (Winnie the Pooh). Sin embargo, no es sino hasta ahora que un personaje ficticio recibe el encargo de representar internacionalmente a un grupo social vulnerable –quizás sirva imaginar qué tan incómodo sería que Machete, y no Danny Trejo, fuera la voz oficial de los migrantes mexicanos en el G20 o que El Príncipe del Rap, y no Will Smith, hiciera lo mismo por los afroamericanos. Para muchas, el problema no termina en el carácter ficticio de la heroína, sino que se complica con su disfraz. El famoso body suit –que para algunas evoca a las pinups y a las conejitas de Playboy– es un signo de la sexualización gratuita del personaje y de las mujeres; los braceletes de metal, el látigo de la verdad y las botas a la altura de las rodillas son, para otras, unos cuantos recordatorios del sadomasoquismo del cómic original; finalmente, los calzones azules y estrellados son, para la mayoría, una imposición descarada de la cultura pop estadounidense e inapropiada cuando se toma en cuenta la diversidad de países y culturas reunidas en la ONU.

Al principio de la ceremonia, Cristina Gallach, subsecretaria de comunicaciones de la ONU, ofreció una breve y mal recibida explicación del nombramiento de la nueva embajadora: “La Mujer Maravilla siempre ha luchado por la paz, la justicia, el empoderamiento y la igualdad de las mujeres y las niñas”. Pero para el historiador de cómics y autor de Wonder Woman Unbound, Tim Hanley, la Mujer Marvilla es tanto un ícono feminista como un fracaso feminista.

La primera versión del personaje, creada a principios de la década de 1940, quiso responder una pregunta pertinente para su época: ¿a qué se debe que un mundo tan civilizado siga volcándose en conflictos militares internacionales? A decir del egresado de psicología de la universidad de Harvard y creador de Wonder Woman, William Moulton Marston las guerras se deben al liderazgo de los hombres, inclinados psicológicamente al egoísmo y la violencia. Las mujeres (de acuerdo con Moulton, dotadas de órganos y mecanismos endócrinos que las predisponen biológicamente a considerar y satisfacer los deseos de los demás) se desempeñarían mejor en los puestos importantes de la política, conduciendo a la paz al agitado siglo XX. Moulton escribió La Mujer Maravilla para que las generaciones más jóvenes pudieran adaptarse al matriarcado.[1] En el cómic, la princesa amazona había viajado a Estados Unidos para reformar a los villanos patriarcales, reeducar a las mujeres manipuladas y, de paso, defender a la nueva potencia del Eje Alemania-Japón-Italia.

Por disparatada que parezca, la teoría psicológica de William Moulton exploró temas que son clave para algunas tradiciones del feminismo, como la sororidad, el matriarcado y la ética del cuidado –la cual, según algunas, es una virtud que las mujeres deben preservar en su lucha por la igualdad. El verdadero tropiezo del cómic está en su no tan velado sadomasoquismo. De acuerdo con las estadísticas de Tim Hanley, hay historietas en las que Wonder Woman aparece atada en uno de cada seis paneles (en promedio: en cada página).  A respecto, apunta: “a pesar de que eran los hombres quienes, de acuerdo con Moulton, debían someterse a la autoridad amorosa de las mujeres, los ciertos es que son ellas quienes aparecen representadas, las más de las veces, atadas, constreñidas y amarradas”.[2] Es posible decir, entonces, que estas escenas son un ejemplo más de la cosificación sexual de los personajes femeninos –y uno de los fracasos feministas de la Mujer Maravilla.

Las siguientes etapas de la superheroína son todavía más problemáticas para el movimiento de liberación de las mujeres. El recuento de Tim Hanley evidencia que, en las décadas de 1950 y 1960, la Mujer Maravilla estaba más preocupada por el matrimonio que por empoderar a las personas de su sexo –y en algún momento, la protagonista consideró renunciar a su trabajo. Este periodo también fue testigo de otro tipo de villanos: en vez de desarmar a los machistas y persuadirlos del feminismo, la Mujer Maravilla combatía almejas carnívoras, pájaros del tamaño de un avión y feroces peces espada. No obstante, en 1972, la controvertida Gloria Steinem recuperó la historia original de la Mujer Maravilla en uno de los números de la revista feminista Ms.

Recientemente ha habido intentos de adaptar el cómic para el cine y la televisión. En el 2011 Warner Brothers trató de modernizar a la Mujer Maravilla: no sólo era una superheroína, sino la CEO de una compañía productora de figuras de acción. Bastó un solo episodio para que se repitieran los vicios de siempre: tanto la protagonista como la villana (Adrianne Palicki y Elizabeth Hurley, respectivamente) son mujeres que encarnan y promueven estándares comerciales inalcanzables de la belleza –tema que ha sido una de las trincheras tradicionales del feminismo. La trama, por su parte, no abordó los problemas de las mujeres, sino el abuso de esteroides que suele tentar a los atletas. Afortunadamente, la adaptación del 2011 no pasó de un capítulo: el piloto.

La película animada de 2009, Wonder Woman, es el mejor esfuerzo que se ha hecho hasta la fecha por recuperar el feminismo del personaje y distanciarse de sus rasgos más problemáticos. Primero, porque el guion ofrece una explicación del proverbial traje azul, blanco, rojo y estrellado –la Mujer Maravilla lo usa como gesto diplomático para su visita a Estados Unidos– y, segundo, porque la película se atreve a señalar y burlarse del tono sexual del bodysuit. Por si fuera poco, esta Mujer Maravilla no tiene tiempo para el fastidioso coqueteo machista de Steve Trevor (el piloto que la ha cortejado en todas las etapas del cómic). En suma, prefiere salvar al mundo de la guerra y empoderar a las mujeres antes que enamorarse. Al final, la superheroína y el resto de las amazonas deciden abandonar Themyscira, la isla en donde viven, para luchar en contra de la violencia y a favor de la igualdad de género en nuestro mundo, pues descubren que algunos hombres pueden cambiar, entender de feminismo y convertirse en aliados de las mujeres. El único problema de esta versión es, de nuevo, el tipo de cuerpo. No hay una amazona que no haya sido dibujada altísima y esbelta, con cintura de avispa y senos talla D. Incluso en sus mejores adaptaciones, Wonder Woman es una mezcla contradictoria de feminismos y estereotipos, y es por ello que resulta tan indeseada como nueva embajadora de la ONU.

Por si fuera poco, la última aparición de Wonder Woman, en la película Batman vs. Superman (2016), hace pensar en su representación de mediados del siglo XX –cuando el enemigo no era la desigualdad sino una criatura grotesca de nombre Doomsday. El único gesto feminista del filme es que Wonder Woman es una mujer en un oficio de hombres; por lo demás, es una adaptación bastante diluida y somera del personaje original. Sin embargo, será difícil que la película salga bien librada del escrutinio feminista en el contexto de la polémica decisión de la ONU y de la alianza que ventajosamente favorece a DC Entertainement y Warner Brothers –es de esperarse que la legitimación del organismo internacional sirva para promover el filme, lo que para muchas críticas termina por comercializar la agenda de género.

Más allá de la cronología y las adaptaciones, la campaña de la ONU se ha vuelto más polémica porque hasta ahora ninguna mujer ha ocupado el cargo de Secretaria General, a pesar de que una lista de candidatas fue propuesta –y rechazada– por el Consejo de Seguridad. ¿Por qué apoyar una mascota feminista cuando el cargo más alto de la ONU sigue vetado para las mujeres? Por si fuera poco, las respuestas de la institución rayan en la esquizofrenia: sus representantes han declarado que la campaña de Wonder Woman no está dirigida a las mujeres que ya simpatizan con el feminismo, sino que fue pensada para atraer nuevos públicos. Tengo para mí que al descartar el diálogo con las activistas y críticas, la ONU se echó la soga el cuello. Toda política –y una campaña califica como tal– requiere de la aprobación del público; en especial, una que con el hashtag #RealLifeWonderWoman depende del apoyo y la participación de las usuarias de las redes sociales. La ONU ha impuesto a la Mujer Maravilla a pesar de las inquietudes legítimas que se han manifestado. Si aumenta el disenso entre la organización y las feministas, las Naciones Unidas podrían terminar con una políticamente costosa campaña de marketing para la nueva película de DC Entertainement.

 

[1] Tim Hanley, Wonder Woman Unbound. The Curious History of the World’s Most Famous Heroine, Chicago Review Press,  2014, pp. 18, 40, 88. 

[2] Ibidem, p. 95.

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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