Vaticinar cuáles serán los lineamientos de la política hacia América Latina de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos en plena campaña electoral ha sido una obsesión de los analistas generalmente fallida. Una cosa es lo que los candidatos prometen en la búsqueda de votos y otra, muy distinta, es cumplir las promesas adaptándolas a la cambiante realidad de la política.
En esta ocasión, sin embargo, la diferencia entre las posturas de Hillary Clinton y Donald Trump sobre América Latina es tan abismal que no es difícil predecir quién de los dos candidatos sería un desastre para la región y quién continuaría con las políticas de Obama. Por otro lado, la incoherencia congénita de los lineamientos de Trump no impide el análisis de las posturas específicas de los dos candidatos en los temas que atañen a la región.
Inicio la reflexión partiendo del contexto en el que se encuentra la relación hemisférica preguntándole a Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, ¿cuál es el estado actual de la relación entre EUA y América Latina? Barack Obama, me contesta, “cambió dramáticamente el tono de la relación. Por su temperamento, su estilo y su raza, Obama fue mejor acogido en toda América Latina que su predecesor.”Concuerdo. Además, descongelar la relación con Cuba –rompiendo un anacronismo que duró más de medio siglo– fue un acontecimiento histórico y aunque todavía quedan muchos pendientes, como por ejemplo derogar las leyes que imponen el embargo a Cuba, o lograr la democratización la isla, lo hecho por Obama fue toda una hazaña. Otro acierto de la política de Obama hacia la región ha sido su apoyo al proceso de paz en Colombia.
Si Obama y su equipo, primero con Hillary y luego con John Kerry, no profundizaron en otros temas de la relación con el resto del hemisferio fue por la falta de peso específico de la región en temas internacionales, la obcecación chauvinista del Congreso estadounidense dominado por el Partido Republicano y los desvaríos bolivarianos de los países del ALBA que dividieron la región e imposibilitaron cualquier acuerdo de dimensión hemisférica.
De cualquier modo, Hillary tiene un historial con América latinaque va más allá de una temprana luna de miel en Acapulco. Como Secretaria de Estado, Hillary mantuvo buenas relaciones con la mayoría de los mandatarios latinoamericanos, desde la presidenta socialista chilena Michelle Bachelet al derechista Sebastián Piñeira y con el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el uruguayo José Mujica y el costarricense Oscar Arias. Y, destaco gozosamente la precisión quirúrgica de su descripción de Hugo Chávez como un “auto-engrandecido dictador”.
La relación de Trump con América Latina ha sido por vía del negocio de bienes raíces en Panamá, Uruguay y en México, donde la experiencia fue terrible para los compradores de departamentos en una operación fraudulenta. El negocio con los concursos de belleza también lo ha llevado a la región.
Lo importante ahora no es lo pasado sino las posturas de ambos candidatos en los tres grandes temas que afectan la relación con América Latina: migración, comercio y derechos humanos.
En cuestiones de inmigración Trump sigue insistiendo en que los mexicanos somos criminales, traficantes de drogas y violadores, y que para contenernos construirá un enorme muro que México pagará. Hillary ha dicho: “No vamos a construir un muro. Vamos a construir un camino hacia la ciudadanía para millones de inmigrantes que ya están contribuyendo a nuestra economía”. Más claro ni el agua.
Respecto al comercio ambos candidatos han expresado su desacuerdo con los Tratados de Libre Comercio vigentes. Trump ha dicho que en el momento en el que asuma la presidencia los tratados serán renegociados a su estilo mafioso, es decir, “haciendo una oferta que será irrechazable.”La postura de Hillary es ambigua pero no muy distinta de la que tuvieron Obama y Bill Clinton cuando eran candidatos en campaña. Dada la dependencia del partido Demócrata en los sindicatos, históricamente todos los candidatos demócratas han prometido oponerse al libre comercio aunque después todos han cambiado de opinión. El hecho es que si Hillary no se declarara ahora en contra del libre comercio podría perder en ciertos estados que le son imprescindibles para ganar la elección.
¿Si gana Hillary insistiría en renegociar el NAFTA? Le pregunto a Hakim: “yo creo que si Hillary se plantea renegociar NAFTA los cambios serían meramente cosméticos”, me contesta. Lo que haría sería tan insignificante que ambos bandos del debate terminarían irritados”.
El tercer tema a discusión es el de los derechos humanos en México y el resto del hemisferio pero la verdad es EUA nunca ha tenido una política dura sobre las violaciones a los derechos humanos en el hemisferio. Hay discursos y alusiones a maltratos pero no pasa de ahí. Además, y desafortunadamente, las prédicas de EUA a favor de los derechos humanos han perdido validez después de Guantánamo, Abu Ghraib y Black Lives Matter.
Si Trump gana la elección nadie sabe que pasará con Estados Unidos, con el mundo y con América Latina. Si Hillary es la presidenta, el futuro de la relación entre EUA y América Latina dependerá sobre todo del grado de integración económica de los latinoamericanos. “Con las divisiones actuales”, me dice Hakim. “la única manera de relacionarse con la región es de país a país, con base en ciertos principios rectores”.
Estoy de acuerdo con Hakim y confieso que en el futuro inmediato no veo ninguna posibilidad real de unificación de los países de América Latina. Pero no tengo duda de que Hillary sería la mejor opción para la región.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.