Trump se tambalea pero todavía no cae

La pregunta es: ¿hay elementos suficientes para hacerle un juicio político? A final de cuentas, sin embargo, el problema principal va a ser si la mayoría republicana en el Congreso sigue poniendo por delante el interés partidista por encima del deber a la patria.
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Cada vez que Donald Trump abre la boca se desata la especulación sobre un posible juicio político que conduzca a su destitución. El problema con esta hipótesis, sin embargo, es que a final de cuentas, el juicio político se dirimiría en un Congreso de mayoría republicana y esto implica que la culpabilidad de Trump necesita ser tan clara, evidente y transparente como para convencer a un puñado de republicanos que la patria está por encima de sus intereses partidistas.

Es muy importante entender que durante las últimas semanas ha sido especialmente difícil dar cuenta de los sucesos en los que Trump se ha involucrado porque lo que fue noticia hoy en la mañana, ya fue superado por una nueva revelación por la tarde. En el caso específico de la extraña relación entre Trump y el gobierno de Vladimir Putin, por ejemplo, es usual que lo que sucedió en la mañana siga teniendo vigencia en la tarde porque cada revelación forma parte de la misma cadena de sucesos. Lo arduo es seguirle la pista. Ni siquiera su equipo de comunicación pública parece capacitado para seguirle el ritmo. La semana pasada, tratando de justificar las contradicciones e imprecisiones de sus voceros, Trump dijo, acertadamente, que es tal la velocidad con la que actúa, manda tuits, hace declaraciones (generalmente diciendo falsedades), y se mueve de Washington a la Florida o a Nueva York, que es prácticamente imposible entender lo que dice y lo que hace.

Para intentar darle claridad al enredo actual retrocedo a 2016 cuando todos los servicios de inteligencia estadounidense, FBI, CIA y NSA (National Security Agency) concordaron que el gobierno ruso interfirió en la campaña presidencial, y se anunció que estaba en proceso una investigación sobre el posible vínculo entre el equipo de campaña de Trump y el gobierno ruso.

El 9 de mayo, de manera abrupta, Trump destituyó al director del FBI, James Comey. En un principio los voceros de Trump divulgaron la disparatada versión de que Comey había sido destituido siguiendo la recomendación del sub procurador de Justicia por su pobre desempeño en la investigación sobre los correos de Hillary Clinton. Luego cambió la historia y se dijo que lo corrió porque no confiaba en él y que pensaba despedirle desde el día en que ganó la elección. Luego, Trump dijo que le corría por incompetente pero agregó una frase sospechosa al decir que le agradecía haberle dicho en tres ocasiones que él, Trump, no estaba siendo investigado por el vínculo con Rusia.

Al día siguiente, el día de las madres, Trump tuvo una reunión en la Casa Blanca con el Canciller y el embajador de Rusia en Washington, Sergei Lavrov y Sergei Kislyak, en la que entre asombrado y arrogante, Trump exhibió su inexperiencia y falta de autocontrol presumiéndole a los rusos del acceso que el Presidente tiene a “great Intel”. En esa reunión, Trump les dio información secreta proporcionada por los servicios de inteligencia de Israel sobre la amenaza del grupo terrorista ISIS de plantar computadoras portátiles con explosivos en los aviones volando hacia Estados Unidos. La revelación, publicada inicialmente en el Washington Post y confirmada por el New York Times y el Wall Street Journal fue inicialmente refutada por el asesor de Seguridad Nacional H. R. McMaster quien dijo que el reporte de los medios era falso y negó que Trump hubiera revelado información secreta.

 Al día siguiente, sin embargo, Trump le contradijo anunciando en un tuit que sí había compartido la información con los rusos en pleno uso de sus facultades como presidente. El martes por la tarde, la novedad fue la nota del New York Times que reveló que en enero, siete días después de asumir la presidencia y durante una cena privada en la Casa Blanca, Trump le pidió a Comey le jurara lealtad. Comey dijo que le prometió honestidad, no lealtad. La reacción de Trump, fue de nuevo instantánea y fulminante intentando amordazar a Comey al sugerir que había cintas grabadas de sus conversaciones y que más le valía a Comey no hacer filtraciones a la prensa. El jueves 15, el Times publicó que en febrero, durante otra reunión en la Oficina Oval, Trump presionó a Comey para que cerrara la investigación sobre el vínculo de su ex asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn con el gobierno del ruso Vladimir Putin.

Así las cosas, la pregunta es: ¿hay elementos suficientes para hacerle un juicio político? Según algunos expertos la exigencia de lealtad y la sugerencia de anular la investigación criminal sobre Flynn podrían ser pruebas de que hubo intentos de obstruir la justicia, pero todavía es demasiado temprano para saberlo. El Congreso debe exigir a Trump que entregue las cintas de las que habló, a Comey que entregue sus notas y reportes de sus encuentros con Trump, y debe asegurarse también de que la investigación sobre los nexos de los empleados de Trump con Rusia siga su curso. A final de cuentas, sin embargo, el problema principal va a ser si la mayoría republicana en el Congreso sigue poniendo por delante el interés partidista por encima del deber a la patria.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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