Frente a una escalada de violencia y represión sostenida por los cuerpos policiales, militares y paramilitares, la tensión en Venezuela ha ido en aumento en los últimos meses. El escenario político nacional se ha convertido no en una lucha de partidos, sino en el enfrentamiento del Estado contra la sociedad civil. Las elecciones fraudulentas a la Asamblea Nacional Constituyente del pasado 30 de julio así lo demuestran: al menos una decena de muertos dejó una jornada electoral signada por la represión, el amedrentamiento a los electores y la manipulación de resultados. Debacle económica, secuestro institucional, restricción de mecanismos de expresión electoral, medios de comunicación censurados, fuga masiva de profesionales y crisis humanitaria, son las principales evidencias para asegurar que Venezuela está atravesando el peor momento de su historia republicana reciente.
16J o ¡La diáspora –también– decide!
El 16 de julio se celebró en Venezuela y en 80 países más una Consulta Popular para exigir al gobierno de Nicolás Maduro y a las Fuerzas Armadas el respeto a la Constitución de 1999, la celebración de elecciones para renovar los poderes públicos y la conformación de un nuevo Gobierno de unidad nacional. Los resultados de la Consulta, que generaron cierto desencanto en algunos electores nacionales, mostraron una realidad quizá no vista en toda su magnitud hasta ahora: la Venezuela diaspórica. De los más de 600 mil venezolanos que votaron en el exterior, 22,583 lo hicieron en México, cifra que superó los pronósticos de un proceso electoral organizado en dos semanas al margen de la Embajada de Venezuela y que convirtió los restaurantes de comida venezolana en centros de votación. Un modelo de organización ciudadana que encontró, además de voluntad, la urgencia de actuar como comunidad en el exilio.
“Quince días antes de la Consulta éramos unos desconocidos. Sin contar los colaboradores espontáneos que ayudaron en el transporte de votantes y materiales, más de 300 voluntarios se sumaron a trabajar juntos, sin tener ningún tipo de vínculo entre sí. Aún ahora, días después, ni siquiera sabemos nuestros nombres” —relata José Francisco González, otro de los administradores de VUM, quien además fue el encargado de coordinar las comunicaciones entre los centros de votación en México y la Comisión Exterior de la Mesa de la Unidad Democrática en Caracas.
“Nosotros esperábamos 19 mil votantes como máximo, y participaron más de 22 mil, una cifra sin precedentes, si se compara con la última elección presidencial de 2013, en la que votaron 2,049 venezolanos. Es cierto que la consulta no exigía ningún tipo de trámite consular para votar, pero el número sigue siendo impresionante para un proceso electoral que se organizó en tan poco tiempo. Aún es difícil determinarlo, pero creemos que hay más de 30 mil venezolanos en México. En ese sentido, la participación fue multitudinaria”.
+Crear grupo
Venezolanos Unidos en México: VUM. Siglas onomatopéyicas de una comunidad en expansión. Sonido del estallido de una diáspora que apenas comienza a verse y pensarse como tal. La tradicional reunión de inmigrantes en las calles y los cafés se lleva a cabo también en la red: ahí se crean entornos y se fortalecen relaciones. Ahí la comunidad existe en forma de interacción y de clic. La cura de los dolores del exilio está también en la otredad de un like.
Con más de 13 mil 600 miembros activos, VUM es el grupo más antiguo de venezolanos en México y uno de los puntos de referencia centrales para la comunidad de exiliados en el país. Nació en Facebook hace ocho años, administrado por un equipo de venezolanos que han extendido su hacer más allá del marco de interacción en las pantallas. Ellos son, en colaboración con voluntarios de todas las edades y profesiones, los responsables de ocupar los frentes de acción característicos de todas las diásporas: la presión política internacional y la ayuda humanitaria a los coterráneos.
“Los primeros que llegamos a México siempre tuvimos razones para unirnos e informarle al mundo lo que sucedía en Venezuela —comenta Leonardo Ramos, cofundador y administrador más antiguo de VUM—. Una de las cosas que nos preocupaba era el grado de desinformación que había en el extranjero, y especialmente en México, sobre la situación de Venezuela. Nuestro rol consistía en denunciar las violaciones a la constitución, a los derechos humanos y a los valores democráticos por parte del régimen chavista”.
La convocatoria a manifestaciones ciudadanas, la conformación de redes de apoyo para el despacho de medicinas y alimentos a Venezuela, el intercambio de consejos sobre temas de interés para los recién emigrados (lugares para vivir, oportunidades de trabajo, asesorías migratorias), y la discusión constante sobre las noticias del país, ocupan la agenda conversacional del grupo. Leonardo resalta, sobre todo, la utilidad que ha tenido esta herramienta no solo como plataforma de socialización entre venezolanos, “sino como espacio para la reflexión y la acción política concreta desde el exterior del país”.
Actualmente no existe un club o asociación de venezolanos en México. En ausencia, el Facebook y los restaurantes de comida venezolana se han convertido en los lugares espontáneos de encuentro. Estas especies de instituciones portátiles y centros virtuales de hermandad, sumados a los eventos esporádicos en espacios públicos, son las maneras que hoy tiene la comunidad para visibilizarse y contarse a sí misma.
Otra de las cofundadoras del grupo es Farida Acevedo, además Coordinadora del Capítulo México del movimiento internacional de Voluntad Popular. Desde 2011 es una de las principales impulsoras del movimiento cívico venezolano en el país: “Nuestra tarea principal ha sido convocar a los venezolanos a hacer presencia activa en manifestaciones ciudadanas y enviar comunicaciones e informes a diputados, senadores y alcaldes mexicanos sobre la crisis política y social que se vive en Venezuela”. El movimiento cívico que representa ha organizado marchas y concentraciones en lugares emblemáticos de la Ciudad de México y, asegura Farida, “ha logrado que el Senado y la Cancillería de México se pronuncien y generen puntos de acuerdo en torno a la problemática venezolana”.
“Un día más, solo un día más”
En cuatro años de gobierno de Nicolás Maduro, la crisis económica y humanitaria en Venezuela se ha agravado a niveles sin precedentes. Según una nota publicada por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 50 mil venezolanos han solicitado asilo en otros países en lo que va de año. Esta cifra, que viene en ascenso sostenido desde el inicio del colapso económico, casi duplica las solicitudes de 2016 (34,200) y quintuplica las del año 2015 (10,200), situando a Venezuela en el marco de países de tradición conflictiva, como El Salvador, Honduras, Nigeria y Pakistán.[1]
Marilé Guevara, maestra de profesión y con 8 años en México, es la fundadora de Por un día más, asociación civil que se ha dado a la tarea de enviar medicamentos e insumos médicos a Venezuela desde 2015: “En un momento de desesperación nos llamó mucha gente necesitando medicinas. En una misma semana cuatro personas cercanas murieron porque no pudieron conseguir los medicamentos que necesitaban. Nos dijimos: aunque sea una vez que enviemos, aunque sea una pastilla que llegue a tiempo, es un día más de vida para un venezolano”.
Las medicinas para niños y adultos mayores, los tratamientos para el párkinson, la diabetes, el cáncer y el VIH, son prácticamente imposibles de encontrar en Venezuela. Algunos se consiguen a un precio diez o veinte veces más caro, lo que ha hecho que todos los paquetes que llegan al país desde el exterior ya estén comprometidos a las pocas horas. “Se han creado redes espontáneas no solo en México, sino en distintas ciudades de Venezuela —comenta Gilda Plaza, colaboradora permanente de Por un día más—. Boca a boca y por grupos de Whatsapp y Facebook se va sabiendo quién viaja a Caracas y quién puede esperar los medicamentos en el aeropuerto de Maiquetía y ayudarnos a transportarlos allá. Hay empresas y personas que cobran entre 200 y 300 pesos (12 a 16 dólares) por kilo de medicamento, pero esta opción no es la práctica común: hay mucha gente en el país que no tiene familiares afuera ni capacidad de comprar dentro de Venezuela”.
Desde abril de 2016, la fundación asegura haber enviado más de dos toneladas de medicamentos a Venezuela desde la Ciudad de México. Despachan entre 40 y 100 kilogramos semanales a través de viajeros que hacen espacio en sus maletas y, en menos de dos semanas, si no hay inconvenientes mayores con las aduanas, el cargamento es distribuido por una red de voluntarios a comunidades, hospitales, ancianatos, comedores, orfanatos y misiones religiosas de todo el país.
El supuesto descubrimiento de un cargamento de máscaras antigás para los manifestantes que desde hace más de cien días tienen tomadas las calles de Venezuela, hizo que el Gobierno restringiera aún más la entrada de medicamentos e insumos médicos: “Hoy por hoy tenemos 100 kilos de medicinas retenidos en la aduana de La Guaira. Eso sin contar las 2.5 toneladas de gasas, vendas, sondas y catéteres que están listos para entregar en hospitales, pero que no los dejan entrar al país”, comenta Marilé, quien además revela que los voluntarios varias veces han tenido que pagar montos calculados discrecionalmente por los funcionarios de aduana para dejar pasar las maletas a Venezuela.
Ellas no saben cuántas personas se han beneficiado con estos esfuerzos. Reciben no menos de quince llamadas, correos y mensajes al día y reúnen los aportes de particulares, instituciones y empresas de toda la República Mexicana. Además de medicinas, envían pañales y leche de fórmula para niños, y tienen como meta futura enviar dinero a comedores para familias y niños en Venezuela, ya que los envíos de comida son muy pesados y costosos. Esa es la campaña que los ocupa: ese es el día más por el que velan ahora.
Agregar personas al grupo o Un país estrenando diáspora
El país anfitrión que fue Venezuela se estrena ahora en la noche de la emigración. La dicotomía entre Los que se quedaron y Los que se fueron arde todavía en el interior de algunos debates, lo que prueba lo inédito del éxodo en la autocomprensión nacional. Estas pequeñas patrias satelitales, pese a todo, empiezan a reconocerse y conectarse lejos del centro gravitacional del territorio.
En cuestión de cantidades, hay datos aislados que permiten apenas vislumbrar la realidad por fragmentos. Solo en 2016, el Instituto Nacional de Migración (INM) otorgó 10,149 Tarjetas de Residente Temporal a venezolanos en México (el número más alto entre todos los países suramericanos), la ACNUR registró 1,044 solicitudes de asilo de venezolanos en lo que va de 2017 (lo que representa el quinto país más buscado, por debajo de destinos tradicionalmente elegidos, como Estados Unidos y España) y los puntos de internación registraron 93,494 entradas de venezolanos a México por vía aérea durante el año pasado.[2]
No hay más. La Embajada de Venezuela tiene una cifra de 2,489 votantes congelada desde hace cinco años, y un estudio publicado por el Centro de Estudios Migratorios del INM habla de 10,067 venezolanos residentes en México para 2009.[3] De resto, la realidad sigue siendo opaca. Muchos aún están sin estatus migratorio, otros se han movido, y otros están apenas por iniciar su regularización en el país.
El exilio no es solo el fenómeno físico de cruzar una frontera, sino también la aparición de un sentimiento que crece y transforma desde dentro, hasta convertirse en destino mismo del exiliado, decía Ceslaw Milosz. Hoy, entre la Venezuela diaspórica y la territorial, se vislumbra un solo país fragmentado por años de frustración y dolor. Quizás en el vértigo de la cotidianidad, en los espacios de las conversaciones y las comidas, en el ejercicio de la tradición sobre el frágil espacio de la memoria, esté el patrón de dibujo de ese nuevo territorio imaginario, ahora vivido desde afuera.
En la Ciudad de México, por ejemplo, se conmemoran las fechas patrias en los restaurantes, se organizan marchas, conciertos, torneos de dominó y jornadas de pensamiento político. Hay grupos de enseñanza de baile de tambor, se hace un campeonato de softball con equipos de diferentes lugares de la República y hay hasta un equipo de fútbol llamado Arepa Vinotinto.
Sigue, en ellos y entre todos, el reto de repensarse y avanzar como país dispersado. La urgencia de entender el ahora de esta comunidad que crece: el futuro —indescifrable, como cualquiera— de esta diáspora que se estrena.
[1] Fuente: Tendencias Globales: Desplazamiento forzado en 2016, publicacióń de la ACNUR. http://www.acnur.org/fileadmin/scripts/doc.php?file=fileadmin/Documentos/Publicaciones/2017/11152
[2] Fuente: Unidad de Política Migratoria, SEGOB, con base en información registrada en las oficinas de trámites del INM. Todas las estadísticas fueron obtenidas de: http://www.politicamigratoria.gob.mx/es_mx/SEGOB/Estadistica
[3] Centro de Estudios Migratorios del Instituto Nacional de Migración, con base en el Censo de los registros administrativos del INM de extranjeros residentes en México, 2009.
(Venezuela, 1987). Escritor, editor y músico. Es Magíster en Literatura Latinoamericana y Especialista en Periodismo y Ciencias de la Información (Universidad Miguel de Cervantes, España). Su trabajo literario inédito abarca la narrativa breve, el ensayo y la dramaturgia.