El régimen de Nicolás Maduro, por voluntad propia y no tener idea de dónde pueda hallarse la verdad, se ha colocado en el cráter de un volcán. Por sus costados crepitan ríos de lava ardiente. El signo de los males que lo asedian es una protesta en expansión que por el momento cubre más de quince estados.
Unidos al trágico malestar social de los ciudadanos asoman asuntos políticos que lo han pegado contra la pared, la presión nacional y mundial contra la deriva antidemocrática en que se ha envuelto el régimen y el Informe de la Misión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que incluye indicios y hechos vehementes de violación de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Desde casi todos los continentes y desde casi todos los rincones de Venezuela, dedos acusadores lo señalan.
Los avatares están revelando la verdadera índole de su tentativa de forzar elecciones parlamentarias sin garantías de transparencia, para apoderarse de la Asamblea Nacional y desplazar a Juan Guaidó, eje de la contraofensiva democrática. Maduro no puede asar dos conejos al mismo tiempo. Si va a elecciones tendrá que respetar su resultado y aceptar el triunfo de la oposición democrática, para lo cual deberá garantizar su transparencia. Pero si lo que quiere es una farsa, perderá toda audiencia y probablemente tenga que despedirse del poder, solo que en forma más ominosa.
Resulta esencial conocer la posición de la Unión Europea frente a las garantías de credibilidad de las parlamentarias, que en este momento no tienen ninguna. Un sector de la oposición le carga gratuitamente la mano a Josep Borrell Fontelles, vicepresidente de la Unión Europea y Alto Representante de la misma para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, también conocido como jefe de la Diplomacia Europea. Le atribuyen el oculto deseo de entenderse con Maduro para negociar una salida pacífico-electoral a la tormentosa crisis venezolana. No puede saberse si se trata de una opción alterna a la invasión de Venezuela, tesis que en su momento tuvo mucho predicamento, pero ha ido perdiendo fuelle en la medida en que muchas nuevas naciones se suman a la nueva opción.
Como el documento crítico firmado por un sector de la oposición venezolana al que se han sumado destacados líderes, personalidades e intelectuales de algunos países y como uno de los bocetos del mencionado documento crítico, fue presentado al movimiento Universitarios por Venezuela, al cual pertenezco, no obstante agradecer que solicitaran nuestras firmas y dado que este movimiento no obliga a nadie a suscribir opiniones por mayoría, hemos declarado que no podríamos suscribirlo porque no apreciamos cambios de opinión en lo referido al generoso y solidario respaldo de la UE a la malherida democracia venezolana, porque además, apreciamos que la idea de Josep Borrell, en el sentido de “abrirle una ventana de oportunidad” a la negociación de una salida electoral, política y pacífica, no cambia ni un ápice la fórmula propuesta por la Comunidad Europea, y por nosotros mismos, en el sentido de que el punto de las garantías electorales es la clave para decidir lo concerniente al destino del sufragio, aunque no falten polifacultos entrenados en el arte de burlar garantías. Todo será posible en la viña del Señor, pero algo menos cuando hay muchos observadores y menos aun cuando es el gratuitamente imputado, Borrell, quien declara expresamente que se refiere a “garantías necesarias” en lugar de “garantías mínimas”.
Pero escuchemos al propio Borrell, quien ha escrito cartas esclarecedoras al presidente de la Comunidad y a todos los que han intervenido en las gestiones.
En el informe enviado por Borrell Fontelles al presidente de la misma Comisión, le suministra detalles del mayor interés. Refiriéndose a la posposición electoral, rechazada por el régimen, pero no por Guaidó, aporta una poderosa razón para dar ese paso. Dado que se nos ha pedido que nombremos una Misión de Observación Electoral, eso solo sería posible hacerlo en un lapso de 5 o 6 meses, lo que ya no cabe en el calendario electoral. Y para demostrar que la Comisión enviada no cambia para nada nuestra posición. Y en efecto, el punto no es participar en elecciones sino lograr que sean libres, imparciales y transparentes, en razón de lo cual anuncia en su carta que le entregó al régimen de Maduro la lista de condiciones que le proporcionó Guaidó. Y que no se reducen a ser “mínimas” sino “necesarias”. Borrell agrega, como nuevo elemento demostrativo de que no hay cambio en la política contra el régimen, el hecho de que se mantienen las sanciones contra Maduro por la Unión Europea.
En sus misivas, Borrell es sumamente descarnado en la descripción del colapso de Venezuela en todos los órdenes, y enfatiza que no se ven mejoras en la transparencia y por lo tanto no se dan los requisitos para unas parlamentarias creíbles. Además, el grueso de las entrevistas realizadas por la indicada Comisión fue con la oposición liderada por Guaidó y con las asociaciones civiles, que suministraron datos impresionantes sobre el desastre del país. ¡Hombre! si los amigos se ayudan así, ¿para qué diablos se necesita enemigos?
¿De dónde viene entonces esa gratuita denuncia acerca de manejos inconfesables entre Borrell y Maduro, sin indicar la índole de la supuesta perversidad? Me temo que no se entiende la diferencia entre quienes se solidarizan por convicción y se cuidan de usar un estilo que no confunda simpatía con militancia.
Ahora, si la medida de una solidaridad honesta consiste en roncar como el más tigre de los opositores, la soledad será nuestro destino. La Unión Europea tiene su propio estilo, tiene sus maneras de presentar sus decisiones y quienes se beneficien de ellas deben ser comprensivos y flexibles para entender las variantes que, sin perjudicar lo esencial de sus políticas, hablen como diplomáticos europeos y no como boxeadores que se meten al ring a resolver a trompadas sus diferendos. Entonces por despreciar las reglas de la política, perderemos en el ring y en la calle. Regla de oro es incorporar a quien pueda y merezca ser incorporado, neutralizar a quien no se pueda incorporar, y enfocarse en quienes ni siquiera puedan ser neutralizados.
Es escritor y abogado.