Foto: ProtoplasmaKid, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

¿Una nación polarizada, o una sociedad diversa y plural?

La polarización política es evidente en los discursos y las redes sociales. Pero el análisis geográfico del voto muestra un panorama más plural y volátil.
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¿Una nación polarizada?

México atraviesa por un ciclo de intensa polarización política que se inscribe en una tendencia global y genera debates sobre sus efectos potenciales sobre la gobernanza democrática. El proceso resulta evidente cuando se escuchan los discursos partidistas: en redes sociales y en los medios de comunicación masiva prevalece una narrativa dual que rompe con la retórica consensual del nacionalismo posrevolucionario, así como con el pluralismo germinal de la transición hacia la democracia. Empero, el relato de una nación dividida en dos polos opuestos oculta una creciente fragmentación política, manifiesta en los resultados electorales. ¿Cuánto ha permeado, entonces, la polarización que enfrenta a las élites dentro de la sociedad? ¿Cuán polarizado está el voto en términos geográficos y socio-demográficos?

Algunas encuestas encuentran evidencias en las respuestas de los electores. Alejandro Moreno ha documentado tendencias añejas de polarización ideológica en la autoubicación “izquierda-derecha”, en la aprobación presidencial y en la evaluación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador; Rodrigo Castro y Rodolfo Sarsfeld también sostienen que el rechazo del PRI y del PAN contribuye a explicar el voto por AMLO en 2018, y confirma la hipótesis de una polarización afectiva de los votantes. En otra investigación reciente, analizamos las elecciones de 2021 en la Ciudad de México, el caso más enigmático de polarización socio-territorial del voto desde las presidenciales de 2006. La política capitalina se caracteriza efectivamente por una creciente segmentación espacial de electorados con preferencias partidistas y con características sociodemográficas divergentes, que se agrupan en polos socio-territoriales disímiles y opuestos. Esto contribuye a encapsular y a exacerbar las diferencias políticas de la ciudadanía, al reducir los espacios comunes de convivencia e interacción, intercambio e integración cotidiana entre vecinos y comunidades con orientaciones políticas diversas.

Estas dimensiones pueden ser medidas con dos indicadores complementarios que cuantifican la extensión geográfica y la profundidad de las raíces sociales de la polarización del voto1. Si bien este tipo de polarización se observa en la capital y en algunas otras áreas metropolitanas, el fenómeno no se produce en todo el país. En este ensayo, replicamos este análisis a nivel nacional, en la escala de los 300 distritos electorales. Como lo ilustran los siguientes mapas, el sistema de partidos mexicano –articulado otrora en torno al PRI, al PRD y al PAN– se encuentra ahora en una etapa de recomposición profunda. Las legislativas federales de 2021 proporcionan una imagen puntual de la geografía electoral emergente, cuya diversidad y fragmentación cuestionan la idea de una nación dividida en dos polos opuestos.

Por supuesto, cuando el análisis se centra en las dos coaliciones contendientes, las diferencias de votos entre ellas producen una imagen bipolar. En 2021, Juntos Hacemos Historia (JHH, coalición formada por Morena, PT y PVEM) triunfó en 185 distritos y arrasó con una ventaja mayor a veinte puntos en 72 de ellos, mientras que Va por México (VxM, que reunía al PAN, el PRI y el PRD) retuvo los 115 distritos restantes y arrasó con la misma ventaja en 47 de ellos. En el mapa 1, los colores más oscuros identifican los distritos donde estos márgenes son superiores a diez, e incluso a veinte puntos porcentuales, indicando que ahí las victorias son arrasadoras. Una proporción notable de estos territorios (41%) se agrupa por regiones y muestra un nivel significativo de polarización geográfica (mapa 1).

Mapa 1: ¿Una Nación polarizada? Márgenes de victoria en 2021 (%JHH – %VxM)

El mapa representa los márgenes de victoria de las dos coaliciones contendientes, es decir, las diferencias aritméticas entre los porcentajes de votos obtenidos por Juntos Hacemos Historia (JHH) y por Va por México (VxM) en cada distrito, en las legislativas federales de 2021.2

Sin embargo, el perfil sociodemográfico de la competencia electoral no está muy marcado: la gráfica adjunta relaciona el perfil escolar (eje horizontal x) con los márgenes de victoria (eje vertical y) de cada distrito e ilustra cómo ambos se vinculan entre ellos (cada punto es un distrito). En este caso, la relación entre ambas variables es débil y dista mucho de ser lineal, ya que ambas coaliciones ganan o arrasan tanto en distritos con niveles bajos y muy bajos, como medios y altos de escolaridad.

Gráfica 1: Escolaridad y margen de victoria entre JHH y VxM (legislativas federales 2021)

Al agregar los votos en dos coaliciones socio-demográficamente e ideológicamente heterogéneas, este primer mapa simplifica drásticamente la situación real. En realidad, las dos fuerzas que generan la mayor polarización (Morena y el PAN), juntas solo suman 52.4% del voto y apenas movilizan a 27.6% de los inscritos en el padrón electoral (cuadro 1).

Cuadro 1: Votos por partido (elecciones federales de 2015, 2018 y 2021)

Un electorado diverso y plural

Si bien las afinidades ideológicas entre los socios de JHH no generan mayores problemas dentro de la coalición oficialista, las divergencias históricas entre los electorados del PRD, del PRI y del PAN –que se aglutinan en la alianza opositora VxM– son muy profundas y constitutivas del sistema de partidos transicional. Para visualizar la correlación de fuerzas efectiva, es necesario considerar a cada partido por separado.

El mapa 2 sintetiza las principales configuraciones regionales de competición interpartidista, considerando el peso respectivo de las siete fuerzas con representación legislativa. Como se observa en el cuadro adyacente (que contiene los promedios de votos que cada partido registra en cada categoría territorial), en 2021 Morena tenía presencia en todo el país, pero distaba mucho de ser un partido predominante. Su ventaja fue contundente en los 88 distritos en color guinda, donde recibió en promedio 42.8% del sufragio –tres veces más que el PRI (13.6%) y el PAN (13.4%)– y donde sus alianzas resultaron innecesarias –ya que aquí el PVEM (4.5%) y el PT (3.7%) apenas captaron ocho de cada cien votos–. Estos bastiones se concentraron en Tabasco, Quintana Roo, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Morelos y el Oriente de la Ciudad de México, en la Costa norteña del Pacífico (Nayarit, Sinaloa, Sonora y Baja California Norte), y en la franja fronteriza que va desde Tijuana hasta Ciudad Juárez.

Mapa 2: Siete configuraciones regionales multi-partidistas (legislativas 2021)

Este mapa sintético se construyó mediante un análisis multifactorial de clasificación jerárquica, que permite agrupar los distritos en función de la configuración de los votos obtenidos por cada partido que accedió a la representación legislativa en 2021.3

En catorce distritos más (en color rojo) la fuerza de Morena es igualmente clara (38.8%), pero se beneficia de aportes sustantivos del PT (11.6%) y del PVEM (10.8%). Estos territorios se sitúan en Chiapas, Oaxaca y Zacatecas, incluyendo a distritos aislados de Guerrero, Puebla y Sonora. En los catorce distritos en verde oscuro, el peso del PVEM (24.8%) resulta decisivo para complementar el voto de Morena (25.6%), ante una oposición dividida del PAN (14.4%) y del PRI (12.8%). Estos se concentran en Chiapas (gobernada por el Verde en 2012-2018) y en San Luis Potosí (donde Ricardo Gallardo abandonó el PRD para competir por el PVEM, y fue electo gobernador en 2021), así como en un distrito de Guanajuato y en otro de Colima.

En 18 distritos más, señalados en color amarillo, Morena (38.1%) también registra una ventaja sobre la oposición, dividada entre el PRD (17.1%), el PRI (15.8%) y otros partidos. Todos ellos se sitúan en los antiguos bastiones del sol azteca en Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Tabasco. Si bien a partir de 2015 muchos de sus electores rompieron con la cúpula del partido para sumarse al movimiento de AMLO, una proporción de sus bases siguió votando por el PRD en 2021. Asimismo, Morena captó 39% en los 66 distritos en verde claro, donde obtuvo una ventaja de diez puntos sobre el PRI: estos se concentran en Coahuila, Durango, Campeche, el Estado de México e Hidalgo, así como en zonas de Sonora (Hermosillo), Sinaloa (Culiacán), Guerrero (Acapulco y Chilpancingo), Oaxaca, Puebla y Veracruz, donde el tricolor ha perdido menos electores que en el resto del país.

Sin embargo, la fragmentación partidista no siempre ni necesariamente beneficia a Morena. Pese a su reflujo a nivel nacial, el PAN (39.4%) conservó sus bases en los 68 distritos en color azul, donde siguió fungiendo como la primera fuerza en 2021, con una ventaja de diez puntos porcentuales sobre Morena. Estos distritos se sitúan en sus bastiones tradicionales en el Norte (Baja California Sur y Tamaulipas, Ciudad Juárez y el centro de Chihuahua, Monterrey y la capital de Durango), El Bajío (Aguascalientes, Guanajuato y Querétaro, así como el Oriente de Morelia), el “Corredor Azul” del Valle y el Poniente de la Ciudad de México, las capitales de Morelos, Puebla y Veracruz, y en Yucatán.

Pero, sobre todo, sorprende el éxito de Movimiento Ciudadano en los 32 distritos anaranjados donde consiguió el primer lugar (27.4%) con una clara ventaja sobre Morena (21.2%), el PRI (19.6%) y el PAN (18.9%). Éstos se concentran en Jalisco (gobernado por Enrique Alfaro desde 2018) y Nuevo León (donde su polémico cuadro, Samuel García, ganó la gubernatura en 2021), pero también en un distrito sureño de Chihuahua y en la capital de Colima. Ello comprueba que la fragmentación de los partidos tradicionales de gobierno también abre oportunidades para candidaturas atractivas de otros partidos considerados otrora como “menores”.

Ambos mapas proporcionan un buen corte sincrónico de la recomposición del sistema de partidos en 2021. Lejos de una situación bipolar o de partido predominante, el análisis espacial del voto permite distinguir siete configuraciones territoriales distintivas: en ellas cada partido ocupa un papel distinto pero relevante, bien como pivote para la construcción de alianzas ganadoras, bien por su “capacidad de chantaje” dentro del gobierno o desde la oposición. En cuatro de ellas Morena tiene una posición preponderante, pero esta no se deriva siempre del desplazamiento de los partidos tradicionales, sino que depende ya de sus alianzas regionales con el PVEM y/o el PT, ya de la fragmentación de sus adversarios. En efecto, la concentración territorial del Verde, del PT y del PRD genera configuraciones diferentes de competición. Asimismo, la concentración del PAN, de MC y del PRI produce tres patrones adicionales de competencia, que pueden resultar reñidos e incluso desventajosos para la coalición en el poder.

¿Polarización política o fragmentación partidista?

En suma, la política actual en México genera confusión: su característica más evidente parece ser la polarización entre las élites, exacerbada por las redes sociales que contribuyen a su amplificación y a la simplificación del debate público. Para quienes simpatizan con AMLO, el país está experimentando una magna Cuarta Transformación. Para sus adversarios, México se encuentra en una situación desastrosa, en plena regresión. Sin embargo, cabe considerar los alcances y los límites del cambio político, sin perder de vista las continuidades de mayor duración.

En 2018, el tripartidismo que había estructurado la vida política desde 1991 se desplomó y se está realineando ahora en torno a un sistema multipartidista más fragmentado. Al mismo tiempo, una continuidad latente vincula la situación actual con un proceso añejo de descomposición política. Las geografías que surgen de los comicios posteriores son diversas, cambiantes y multicolores: la idea de una nación dividida en dos polos no se refleja en la distribución socio-territorial del voto. En contraste con lo que se observa en Estados Unidos –donde sí existen marcadas y crecientes diferencias, geográficas y sociodemográficas, entre demócratas y republicanos que viven en territorios cada vez más diferenciados–, las preferencias electorales de los mexicanos son cada vez más volátiles y plurales. Sus votos fluctúan en el espacio y en el tiempo, se fragmentan y se agregan coyunturalmente en coaliciones parciales que varían regionalmente y configuran geografías multiples.

Las elecciones del 2 de junio mostrarán si el relato de un país partido en dos se confirma, o si prevalece el pluralismo que caracterizó la geografía del voto en las legislativas de 2021. A contracorriente de la narrativa de la polarización, la gran incógnita es cómo se reconfigurará el poder en los estados, en los Congresos locales y en el Congreso de la Unión. De ello dependerá si el proceso añejo de descomposición política podrá ser acotado o revertido, y cómo se renegociarán los acuerdos establecidos a lo largo de cinco décadas de paciente y laboriosa construcción democrática.~

Este ensayo sintetiza algunos hallazgos de una investigación más amplia, publicada en Estudios Sociológicos, Vol. 42 (2024). Puede leerse aquí.


  1. Para una definición comprensiva del concepto, véase “¿Una ciudad dividida y polarizada, o una megalópolis policéntrica y plural?”. ↩︎
  2. Este nivel de análisis permite estudiar el voto en una escala más fina que la de los 32 estados, sin perderse en la especificidad de los 2 469 municipios, ni en la diversidad extrema de las 67 mil secciones electorales. En contraste con el peso demográfico de las entidades y los municipios (que varía considerablemente en las ciudades y en el campo), cada distrito contenía alrededor de 287 mil ciudadanos inscritos en 2021. Los 300 distritos tienen un peso demográfico equilibrado porque fueron concebidos para garantizar una representación equitativa según el prinicipio “una cabeza, un voto”: cuanto más extensos son geográficamente, menos están densamente poblados; cuanto más se reduce su tamaño, más incrementa su densidad demográfica. Ello permite distinguir facilmente las zonas rurales y dispersas de los principales polos urbanos que estructuran cada región. Para hacer visible la composición interna de las principales zonas metropolitanas, estas se reproducen en zoom en el mapa.
    Pero este enfoque también presenta limitaciones: los mapas invisibilizan las ciudades con menos de 400 mil habitantes y diluyen la diversidad de los espacios rurales con población dispersa. Por ende, cabe destacar la heterogeneidad interna de estos territorios: los promedios analizados captan las dinámicas agregadas de estas unidades geográficas, pero no permiten extraer conclusiones sobre los municipios, las secciones, ni mucho menos sobre sus residentes individuales. ↩︎
  3. Los 300 distritos se agrupan sucesivamente en categorías en función de la similitud de sus configuraciones multipartidistas –minimizando su varianza interna y maximizando las diferencias entre ellas–. Su clasificación “jerárquica ascendiente” permite distinguir siete Méxicos con características distintivas. Estas categorías, lejos de distribuirse de forma aleatoria, conforman regiones geográficas coherentes con patrones de competencia inter-partidista propias. ↩︎
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es profesor investigador de El Colegio de México, especializado en elecciones y en el análisis socio-territorial del voto. Sus publicaciones se encuentran aquí y aquí.


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