A la vida

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     Amigos, una barca nos espera y oscila
     en la luz donde el cielo
     se arquea y toca el mar,
     vuelan criaturas locas por amar
     la faz de Dios ardiente de esperanza
     buscando arriba abajo
     afecto en toda oculta distancia
     y van llorando: estamos en la tierra
     pero un día podremos planear en el aire
     doblarnos mansamente sobre el seno divino
     como rosas de muros en calles olorosas
     sobre el niño que, mudo, las reclama.
      
     Desde la barca, amigos, se ve el mundo
     y en él una verdad que avanza
     intrépida, un suspiro profundo
     desde el delta al manantial;
     la Virgen de los ojos transparentes
     desciende paso a paso hacia los moribundos,
     recoge el resultado de la vida, dolores
     deseos escondidos de siempre en la faz húmeda.
     En las ennegrecidas ventanas, las muchachas
     con la mirada hacia los montes
     no saben terminar de esperar el futuro.
     En las habitaciones, las voces de las madres
     se turnan sin origen y sin profundidad
     con el silencio de la tierra, bellas
     voces de las que todo parece haber nacido.
      
     Traducción de Jesús Díaz Armas, revisada por el Taller de Traducción Literaria*

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