Una mordaz crítica a la literalidad ofrece Álvaro Enrigue en “La muerte del autor” (Hipotermia, 2005). Le parece tan nociva que le achaca, entre bromas y veras, algunas implicaciones funestas. Con gracia y justa razón, Álvaro se burla de cierta pelirroja que encontró con la leyenda Pelirroja estampada en la camiseta. “Al verla tuve la certeza de que tanta literalidad podía producir en el mundo alguna especie de desequilibrio metafísico (…): cada que la pelirroja se pone esa camiseta que dice Pelirroja, le dije a mi ex esposa, se muere un chino” (p.130). La literalidad es como el pleonasmo: una repetición cansina que nada agrega, que respeta y adula la realidad, en lugar de metamorfosearla, corregirla, mejorarla o empeorarla según arbitrio. Es cosa de adultos sesudos y calculadores. Nunca de niños: Jorgito Arrieta juega a ser un vaquero, un ladrón o un marciano; no se le ocurre el juego de ser Jorgito Arrieta. Eso no es jugar, es aburrirse.
De todo esto me acordaba tras haber visto en la Berlinale el estreno de ¿Te acuerdas de Lake Tahoe? (presentada en el programa con nombre abreviado: Lake Tahoe), el segundo largometraje de Fernando Eimbcke. Como tema nuclear, la película presenta la dilatación del tiempo que origina la pérdida insoportable de un ser querido. Tras la muerte de su padre*, Juan (Diego Cataño) busca entretenerse con algo para pensar menos en él. La depresión de su mamá empeora aún más la situación en casa, pero un choque –acaso intencional– le brinda las distracciones necesarias para comenzar a manejar la memoria paterna.
Para transmitir el tiempo-aburrimiento-pesar de la pobre alma de Juan, Eimbcke elude la música, como la evita también quien está de luto, y echa mano de silencios prolongados, planos fijos, ángulos abiertos, cortes a negro. Para apostarle al oído, Eimbcke presenta pantallas oscuras en las que sólo el sonido permite seguir el hilo narrativo**, un recurso ya antes utilizado –para no ir más lejos– por el compatriota González Iñárritu en su segmento de la antología 11’9’’01 – September 11. Por lo demás, el escenario es ideal: las calles planas y las casas lisas y bajas de Puerto Progreso (Yucatán) emulan el alma sin orografía del muchacho doliente.
Se ha defendido el carácter artístico de la película. (En el foyer del Berlinale Palast el público discutía cómo era posible que se pusiera a competir esta cinta con otras de género y presupuesto tan remotos como, por ejemplo, There will be blood. Es muy posible que la observación encierre verdad, pero no interesa aquí la comparatística.) La película me pareció más un experimento interesante, en el sentido más perezoso y condescendiente de la expresión, que una obra de arte. Juan distiende el tiempo del espectador. O, en otras palabras, el tiempo del espectador se expande en la misma proporción que el suyo. Eimbcke infecta al espectador del mal de Juan. Y ésta es precisamente mi queja: el director elige la misma pasmosa literalidad que anima a la pelirroja a enfundarse en su oronda camiseta Pelirroja. A diferencia de Jorgito el vaquero, Eimbecke sí juega a ser Eimbcke.
A la mayor parte del público –conjeturo–, ésta le parecerá una cinta que dura 135 minutos, en lugar de 85’. El espectador cultivado y refinado, de gusto artístico, tal vez descubra una obra de arte envalentonada en épocas de gritería y matazón. Los berlineses, por su parte, dieron ya su veredicto al engalanarla con el premio Alfred Bauer, “por abrir nuevas perspectivas al arte cinematográfico” . Era imposible otra reacción de una ciudad cuya calle principal se llama Bajo los tilos por extenderse previsible y literalmente bajo la agradable sombra de muchos tilos. En ese momento, un chino expiraba sin saber que la causa era cierto desequilibrio metafísico originado en un festival de cine occidental. Ya lo había advertido Álvaro: “tanta literalidad puede acabar siendo nociva” (p.130). Sólo la pelirroja y Fernando Eimbcke sonríen.
– Enrique G de la G
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* Los créditos atribuyen su rostro al del profesor de filosofía Pedro Stepanenko. Puesto que no lo conozco, no puedo corroborar esto.
** Yaotzin Botello, “Entrevista con Fernando Eimbcke / Prefiere Eimbcke el set a las alfombras rojas”, Reforma – Gente, 11 de febrero de 2008.
Doctor en Filosofía por la Humboldt-Universität de Berlín.