Alberto Sánchez, especialista en literatura popular

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“Las heroínas de la chick lit no tienen que soñar con ser otras: ésa es su gran ventaja frente a la novela rosa”

Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, director de la revista bimestral Arbor, revista de ciencia, pensamiento y cultura, que publica bimestralmente el Consejo Superior de Investigaciones Científicas español, es especialista en literatura popular. En los últimos años se vio atraído por el florecimiento de ese tipo de literatura a la que se ha llamado chick lit (apócope en inglés de “literatura para chicas”), un tipo de novelas hacia la que ha evolucionado, en el mundo anglosajón más que en el hispano, la novela rosa.

¿Qué ha cambiado de la novela rosa a las novelas de la chick lit?

Han cambiado muchas cosas, pero sobre todo y fundamentalmente, han cambiado los receptores y los contenidos de la novela. La novela rosa surge en el año 1924 como una colección en España y se convierte en un genéro. Cuando se habla de novela rosa, se habla de una novela de amor, una novela dedicada específicamente a las mujeres, aunque las puedan leer los hombres, naturalmente. Las heroínas normalmente son bellas y maravillosas, pero cenicientas, y el resultado de todo es el triunfo a través del matrimonio. Y el conflicto es todo aquello que se opone a que una pareja se una y se case felizmente, y sean felices y coman perdices. Para que te des una idea, por ejemplo, en el año 1955 en la Biblioteca de chicas había una colección que se llamaba Y échate a volar: había que dejar volar la imaginación, liberarse, despegarse de la tristeza de lo cotidiano. Esas mujeres maravillosas, esos sueños, se han convertido en mujeres corrientes, normales, en “Bridget Jones”. Cosa muy lógica y además muy aceptable. Ahora es una novela dirigida a mujeres que no tienen que soñar con ser otras que no son, pueden ser ellas mismas –ésa es la gran ventaja– y conseguir sus objetivos, que en este caso ni siquiera es el matrimonio: es conseguir pareja y ser felices.

¿Cree entonces que la chick lit actual se leerá dentro de cien años para saber cómo era el mundo femenino de las ciudades en nuestros días?

La leerá gente como yo, especialistas. No la leerá el público en general, porque la sociedad será otra y no le importará en lo más mínimo. Esto ha pasado siempre. De todas formas la chick lit es un fenómeno literario que, como la Coca Cola, es profundamente norteamericano. En un momento determinado, en Europa puede tener su predicamento, pero las letras europeas van por otro camino.

¿Cómo se enfrentan las heroínas de la chick lit a sus miedos? Porque si en la novela rosa era con el sueño de ser rescatada, hoy en día la mujer occidental no necesita estar bajo la efectiva protección del hombre, por lo menos no a tal magnitud.

Creo que en las novelas éstas las mujeres tienen una cosa muy positiva, y es que no están esperando la llegada del hombre, sino que son activas. Y no me refiero sólo a lo sexual, sino también a lo emocional: una mujer no tiene ningún problema ahora para declarársele a un hombre, ni para proponerle relaciones sexuales, y ésa es la manera de liberarse de su miedo. El miedo que tienen es al rechazo, a que en un momento determinado los hombres se reserven y digan que no quieren acostarse con ellas, o que no quieren salir con ellas. Es decir que las mujeres buscan cosas: afecto, cariño, compañía y, también, sexo.

¿Hay en la chick lit un reemplazo de las reivindicaciones feministas clásicas, de las posturas de enfrentamiento directo con el hombre, por una postura más inteligente de explotar ciertas características, como la sensualidad y la belleza, en su propio provecho, en lugar de la simple satisfacción del hombre?

Claro que sí, creo que hay una cosa que tiene la sociedad estadounidense, que es extraordinariamente positiva, y es que, a diferencia de la sociedad europea, las mujeres en general están conformes con su cuerpo. Aceptan el cuerpo y cabalgan sobre las circunstancias. Una mujer estadounidense, aunque sea muy mayor, si se queda viuda, intentará volver a casarse, irá a un gimnasio, perderá unos pocos de kilos, etc., y se casará con toda tranquilidad, con toda la ilusión, y se irá de luna de miel a las Cataratas del Niágara. El problema de la mujer allí es el aceptarse a sí misma, cosa que no sucede en la sociedad europea, y la prueba está en las chicas que no están de acuerdo con su peso y que son anoréxicas: ese no aceptar el cuerpo es lo verdaderamente terrible de la mujer de la sociedad europea, aunque ya vamos entrando por ese patrón de la aceptación del propio cuerpo.

¿Podríamos decir que este tipo de novelas son más productos culturales de consumo que obras de arte?

Evidentemente, son productos culturales de consumo, y como producto de consumo son perecederos. Pero eso no es un problema de la chick lit, es un problema de toda la literatura. La literatura “pasa”: tiene su momento y luego se queda en las estanterías para que los entendidos, los curiosos y los investigadores la relean, pero ya con unos ojos completamente diferentes. Todas las obras son perecederas, excepto la literatura muy grande, esa literatura permanece, pero por su extraordinaria calidad. No hay que dramatizarlo, la literatura es un producto de consumo y de disfrute, y esto también es importante: cuando aparece la novela rosa, España acababa de salir de una situación muy dramática, había perdido sus señas de identidad, etc. Y entonces hay un florecimiento de de la literatura y de la venta de literatura en kioscos, y de las colecciones literarias. Y pronto se descubre que la lectura era una de las formas más baratas de ocio, contrariamente a lo que decían los románticos, que se lo planteaban todo como si fuera muy trascendente. ¡No señor! La gente lee para gozar, para disfrutar leyendo.

¿Cree que este tipo de literatura puede incentivar a la lectura a personas que no leen mucho, iniciarlas en la literatura y llevarlas a cotas más altas?

Evidentemente. Contrariamente al planteamiento romántico, se empieza leyendo cómics o tebeos y se puede acabar leyendo a Proust. No hay ningún problema. Y los que piensan de otra manera, los que piensan que hay cosas que no se deben leer, están absolutamente equivocados.

¿Cree usted que tiene alguna función social este tipo de literatura, como liberadora para la mujer, o de ayuda para la mujer con ciertos complejos?

Sí, hay un proceso de autoafirmación en esa lectura. Decía Stendhal: “Una novela es como un espejo que recorre un gran camino”. Una novela es muchas más cosas que un espejo, pero eso está muy bien traído, porque el individuo que lee se siente identificado con lo que lee, se reconoce en el espejo. Y en un momento determinado también es una fuente de conocimiento: una mujer en una novela, puede descubrir su sexualidad.

¿No llega a haber reivindicación ni critica social en esta llegada al realismo en la literatura para mujeres?

Es una critica social muy leve, porque en definitiva lo que critica o pone en cuestión son las relaciones hombre-mujer. Puede haber una critica social a lo que podemos llamar los elementos machistas todavía existentes en la sociedad.

¿Por qué en el mundo hispano el éxito de estas novelas no se da en la misma magnitud que en el mundo anglosajón?

Siempre la literatura sigue, con la sociedad, un movimiento de flujo y reflujo: la sociedad influye en la literatura, es la peticionaria en un tipo de literatura, y la literatura le da a lo sociedad aquello que quiere, pero a su vez influye en la sociedad y la modifica. Por lo tanto, estamos ante una literatura muy centrada en el mundo anglosajón, en ese mundo puritano, en ese mundo un poco infantil, con mucho de frívolo, encerrado en sí mismo. Mientras que la literatura europea, incluso dentro del mundo anglosajón, en la propia Inglaterra, va por otros derroteros.

¿Puede ser que en Latinoamérica no se dé tanto la chick lit porque es un contexto de mayor agresividad y dureza?

No vivimos en un mundo idílico, ni siquiera Europa. Tampoco Estados Unidos vive en un mundo idílico, y la crisis lo ha demostrado claramente, pero sin embargo hay unos elementos mucho más complacientes allí. En este caso, además, la literatura se convierte en una forma evasión clara de una realidad muy terrible. Pero venirle ahora con chick lit a las mujeres que están asesinando en México, no parece ser una cosa muy razonable. Y Europa va por otros cauces, insisto: uno de los casos más sobresalientes es una novela de una mujer que nació en Inglaterra pero que ha escrito en alemán, que se llama Zonas Húmedas, y ha vendido un millón y medio de ejemplares. Es una obra muy guarra y sucia, en la que una mujer nos habla de todas sus intimidades, de todos sus humores, de todas sus relaciones sexuales, y no tiene ninguna cortapisa. Aun así, las hay peores, por ejemplo V.M.18 (Vietato ai minori di 18 anni), de Isabella Santacroce, que es un catálogo de horrores. No quiero decir que todo lo que leen los europeos sea así, pero que Zonas húmedas haya vendido un millón y medio de copias indica algo, y es una novela que en un momento determinado descubre muchas cosas a la gente. Es la demostración más clara de que las cosas van por otro camino en Europa, al igual que en Los Hombres que no amaban a las Mujeres, cuyo éxito creo que no radica en la trama policíaca, sino fundamentalmente en la protagonista, que en este caso es una marginada absoluta.

– Feliciano Tisera

Foto: Julia María Labrador

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Periodista todoterreno, ha escrito de política, economía, deportes y más. Además de Letras Libres, publicó en Clarín, ABC, 20 Minutos, y Reuters, entre otros.


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