Al embarcarse hacia México a comienzos de abril de 1938, acompañado por su esposa Jacqueline Lamba, André Breton advertía ya la inminencia de una nueva guerra europea. Su despedida de Francia desde el puerto de Cherburgo, redactada para la revista Minotaure en un apunte en el que vinculaba a México con la expresión “el lugar y la fórmula” de Arthur Rimbaud, tenía un regusto a trashumancia en momentos en que era ya presumible el exilio ante los acontecimientos que se precipitaban. En el contexto del embate hitleriano sobre Austria, de la fractura de la izquierda internacional, de la Guerra Civil española, de la consolidación del totalitarismo soviético y del descrédito del liberalismo y la democracia, el asilo político ofrecido a León Trotski por el régimen de Lázaro Cárdenas, así como la expropiación petrolera recién consumada, le ofrecían a Breton un escenario atractivo para su cálculo de propagación de ideas y sus aspiraciones de construir una vanguardia revolucionaria surrealista. Según Jacqueline Lamba, otro acicate de su travesía fue la reconciliación con Antonin Artaud (quien había abandonado el núcleo surrealista en 1929, por ser absolutamente refractario al maridaje con los comunistas), con quien Breton habría conversado sobre sus experiencias entre los indios tarahumaras. Frustrado por las alianzas que, a la cabeza del núcleo surrealista, él mismo había promovido con el Partido Comunista Francés (pcf), Breton dio acaso en ese momento de rectificación parte de razón a Artaud. Contendiente contra el estalinismo, en grave discordia con antiguos camaradas como Aragon, Éluard y Naville que permanecieron en el pcf, Breton ajustaba sus miras hacia un socialismo libertario de corte trotskista, ambicionando mantener el surrealismo a la vanguardia política.
El marco de su visita eran cinco conferencias pactadas originalmente por el Ministerio de Asuntos Exteriores francés y la Universidad Nacional Autónoma de México. El Breton que llegó a México se asumía totalmente inmerso en la historia y en el ejercicio de la libertad. Según su concepción, la poesía surrealista germinaba necesariamente en el seno del malestar y el conflicto social: era actuante. Breton insistió siempre en que el surrealismo no instauraba una teoría, mucho menos una corriente o escuela, sino que se producía en la acción, en la vida misma atenta a lo maravilloso mediante la apertura y la experimentación de las vías del inconsciente. En el centro de la diana mantenía el objetivo de una revolución cimentada en el materialismo dialéctico. Entendía la acción surrealista como consumación del pensamiento revolucionario, a través del cual toda la realidad –tanto la de la razón como la del inconsciente, conciliadas– podía ser aprehendida. México significaba imaginariamente para él un territorio donde la libertad aún era posible, dado que en este país –y a diferencia de lo que había ocurrido en la Unión Soviética– la revolución en marcha no había sido traicionada. Con los antecedentes de las conferencias de Bruselas (1934), Praga y Tenerife (1935), así como de las exposiciones Internacional Surrealista de Londres (1936) y de París (1938), su estancia en México constituiría una nueva etapa de internacionalización de sus actividades. Pero, a diferencia de sus recientes incursiones europeas a las que había sido convocado por grupos surrealistas locales, en México la acogida era incierta, como débil el apoyo del Estado francés a su estadía. La Embajada francesa no se hizo cargo de su alojamiento y, como es bien sabido, él y Jacqueline pudieron prolongar su estancia solamente bajo el ala de Diego y Frida, quienes los hospedaron en su casa de San Ángel y los condujeron hasta León Trotski en la Casa Azul. De ese modo, Breton logró al cabo, así fuera por un momento, la alianza anhelada. El Manifiesto por un arte revolucionario e independiente, el producto ostensible de esa alianza, deslindó la creación artística revolucionaria del yugo del Estado y de los partidos, y aparejó finalmente, como lo ambicionaba Breton, la vanguardia artística con la política. Una trenza semejante formaba parte de su proyecto de conferencias en México: plantear el surrealismo en el marco de la historia y la filosofía como consumación necesaria del arte con la revolución.
Ha sido bien establecido por Marguerite Bonnet –quien estuvo a cargo de la edición de las Obras completas de Breton (Gallimard, 1992)– y por Fabienne Bradu –autora de Breton en México (Vuelta, 1996; segunda edición, fce, 2012), el estudio documental y cronología más completos sobre la estadía del surrealista en México– que Breton solo pudo ofrecer la primera de sus cinco conferencias previstas en la Universidad, aunque al mes siguiente dictó otras dos en el Palacio de Bellas Artes. En dichas Obras completas, Bonnet recogió un conjunto de documentos atinentes a la estancia de Breton bajo el título de “Las conferencias de México”, indicando que faltaban dos por recuperar: la primera y única dictada en su frustrado ciclo de la Universidad, y la primera de Bellas Artes. No halló rastro de ninguna de las dos en los archivos del poeta.
Recientemente he localizado amplias porciones de ambas en el archivo del Museo Frida Kahlo de la ciudad de México, y he podido disponerlas en su sitio junto con los documentos publicados por Bonnet, en una restitución general que será publicada bajo el título de Las conferencias de México. 1938.
Como decía, el Breton de 1938 era un marxista antidogmático orientado hacia el trotskismo. A su regreso a Francia, y en razón de los acontecimientos históricos que sobrevinieron en vísperas de la guerra, su posición fue mudando. El pacto con Trotski abortó muy pronto. La Federación Internacional de Artistas Auténticamente Revolucionarios e Independientes, fundada con Diego Rivera como brazo cultural de la Cuarta Internacional, se vino abajo en cuanto Rivera rompió con Trotski en enero de 1939. Envuelto en el torbellino del avance del nazismo y la inminente “guerra capitalista”, en la primavera de ese año Breton comenzó a preparar los materiales para un poema cuyo título, “Pleine marge”, ponía en claro una imprevista voluntad de situarse “al margen”:
No estoy en casa para los adeptos
Ni he residido jamás en ese sitio llamado La Charca de las Ranas
El quinqué de mi corazón humea y comienza a extinguirse
En proximidad de las plazas
Solo me ha atraído lo que significaba algún peligro
Un árbol elegido por la tempestad […]
Con ese “no estar en casa para los adeptos”, Breton parecía contradecir aquel impulso de propagación expreso en sus “conferencias de México”. La guerra habría de modificar aún más sus miras. Luego del asesinato de Trotski, en 1940, se orientó hacia el “socialismo utópico” de corte fourierista. Mantuvo su corazón a la izquierda, pero su confianza en la infalibilidad de la historia y en el materialismo dialéctico como senda de liberación fue declinando. Diversos testimonios, los suyos y el de Jacqueline Lamba en primera instancia, señalan el afecto que Breton mantuvo siempre por México, aunque finalmente no halló aquí “el lugar y la fórmula” que intuyera para el trashumante, un destino mexicano que otros exiliados surrealistas sí consumaron. En el momento de elegir su lugar de exilio, al abandonar Francia en 1941, consideró la posibilidad de volver a México, pero optó finalmente por establecerse en Estados Unidos, donde se encontró con Tanguy, Duchamp, Matta, Man Ray y otros surrealistas. En esos tiempos de guerra, para él, la historia callaba. No halló más la respuesta en el marxismo, pero su pasión libertaria no desfalleció. Su regreso a la palestra se afianzó solo hasta 1947, con la siguiente Exposición Internacional del Surrealismo en París, y aunque profundamente decepcionado por el socialismo real, y encarnando en los hechos una figura pública cada vez más marginada por la izquierda y por la intelectualidad francesa en el contexto de la ola existencialista, no dejó por ello de pensar en la revolución e indagar en las vías del deseo, el amor, la poesía y la libertad.
Dejando aflorar revelaciones del inconsciente y la conciencia, en alguna reunión surrealista, ya en la vejez, al intervenir en un juego que consistía en abrir o no imaginariamente la puerta a algún visitante distinguido, al tocar su turno se le preguntó: “¿Le abriría usted la puerta a Marx?”, y la respuesta que se le oyó pronunciar fue: “No, por fatiga.”*
En este link se publica la primicia de un fragmento inicial de la conferencia inédita “Las transformaciones modernas del arte y del surrealismo”, primera dictada en México por Breton, el 13 de mayo de 1938 en el Paraninfo del Colegio de San Ildefonso. El original mecanoescrito en francés, con correcciones a mano de Breton, se halla en el archivo del Museo Frida Kahlo. Agradezco el apoyo del fideicomiso de los museos Diego Rivera y Frida Kahlo para llevar a cabo esta investigación. ~
*Sarane Alexandrian, Breton, París, Seuil, 1971, p. 115.
(ciudad de México, 1956) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es 'Persecución de un rayo de luz' (Conaculta, 2013).