Un extraรฑo con la cabeza envuelta en vendajes entra durante la maรฑana a la redacciรณn de un diario. Despuรฉs de un rato de mirar fijamente, se echa a andar hacia la รบnica persona en la sala, apoyรกndose en un grueso bastรณn. "Yo soy el muerto de anoche…", le dice, dejando en claro que es el hombre al que, despuรฉs de quedar malherido durante una pelea la noche anterior, el periรณdico ha dado por muerto.
Las empresas periodรญsticas —dice Julio Camba— no son, despuรฉs de todo, mรกs que una modalidad de las empresas funerarias, "y nosotros somos unos sencillos empleados que hacemos, segรบn los diarios que nos han contratado, entierros de primera clase, entierros de segunda y entierros de tercera". El periodista narra una anรฉcdota, cierta o no, de cรณmo ante la falta de pago, la planta de redactores de un periรณdico madrileรฑo habรญa decidido quitar un cero a la cifra de muertos de los telegramas de la guerra que enviaban las agencias. "Toda la prensa nos ganaba en interรฉs y emociรณn […] muchos suscriptores decรญan que carecรญamos de amenidad y que รฉramos unos malos periodistas".
Tras llegar a un acuerdo con el empresario, la estrategia cambiรณ; en vez de suprimir, aรฑadรญan un cero. Aquello fue un รฉxito. La competencia no entendรญa cรณmo publicaban informaciรณn tan completa. "Llegamos hasta a matar a muchos heridos en riรฑas, heridos que los otros periรณdicos dejaban simplemente moribundos".
Segรบn sus editores, Maneras de ser periodista puede leerse como una suerte de antimanual desmitificador, aunque hay mรกs. Recopilaciรณn de artรญculos publicados en varios espacios, los textos de Camba son una combinaciรณn de conocimiento del oficio, ingenio y mala leche sobre las indignas maneras de presentarse como periodista.
Los momentos de crรญtica lรบcida de Camba se intercalan con reflexiones intimas sobre la profesiรณn. La literatura y el periodismo, explica, son una mala manera de ganarse la vida y "se escriben mรกs dignamente a la luz de un quinquรฉ, bajo el techo ahumado de un cuartito de seis duros, en el quinto piso de una calle cualquiera".
รl creรญa que los lectores no quieren genios sino "enterarse de lo que pasa en el mundo con la mayor exactitud, con la mayor rapidez y con la mayor claridad posibles", e incluso percibรญa ya cรณmo muchos se habรญan convertido en idiotas que escribรญan para aquellos de quienes obtenรญan aprobaciรณn, temiendo desilusionar o preguntรกndose si acaso sus admiradores entenderรญan sus textos: "Con dos admiradores mรกs, yo me volverรฉ completamente idiota", terminaba una de sus columnas.
Camba entendรญa su labor de una manera peculiar: hacer caber lo grande o insignificante del mundo en "una superficie literaria de 150 centรญmetros cuadrados" —el espacio que tenรญa en el periรณdico— mientras atestiguaba el crecimiento del "periodismo de letras gordas y de extraordinarias constantes" y se preguntaba cรณmo nos las arreglarรญamos en el futuro para que la guerra resultase mรกs sensacional que la paz.
La ironรญa alcanzaba para otros terrenos. En sus textos, decรญa que a los periodistas nos tocรณ en suerte abastecer el mercado con todas las tonterรญas posibles, lo cual hacรญamos honrada y concienzudamente, pues tenรญamos un acuerdo con los encargados de las cosas serias, sensatas y razonables (los polรญticos, nuestros funcionarios), de modo que cada uno se hiciera cargo de un terreno. Sin embargo, el pacto se ha roto porque ellos, cada vez con mรกs frecuencia, hacen incursiones en nuestro campo.
Hace unos dรญas, un colaborador del diario espaรฑol El Paรญs, Hรฉctor Schamis, reclamaba pรบblicamente el plagio de un texto suyo en las pรกginas de un periรณdico mexicano. En Maneras de ser periodista, Julio Camba decรญa que la reproducciรณn de sus artรญculos en periรณdicos de Amรฉrica era siempre un honor que se traducรญa en un aumento de lectores. Lo grave —puntualizaba— es descubrirse en la prosa confeccionada por otro seรฑor y que se publiquen artรญculos en los que uno no sabe si es victima de un despojo u objeto de un regalo, y no atina a dar las gracias o llamar a la policรญa.
Al final, piensa Camba, buena parte de los errores de los periodistas es que se exige que hablen de todo, y para hablar de todo hay que saberlo todo. "Nadie lo sabe todo y nadie tampoco lo ignora todo. Por regla general, lo que sabemos lo sabemos mal". Nuestro conocimiento de las cosas es deficiente, pero nuestro desconocimiento no lo es menos, dice. De aquรญ el que resulte tan difรญcil la prรกctica de oficios como รฉste que imponen ser un vulgarizador, un intermediario de la cultura; en los que es necesario hablar constantemente de todo lo humano.
Maneras de ser periodista. Julio Camba
(Antologรญa de Francisco Fuster Garcรญa).
Libros del K.O., 2013.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).