La desaparición del crítico literario inglés Arthur Terry representa una pérdida muy considerable no sólo en el panorama actual del hispanismo sino también en el de la crítica literaria en Europa. Su personalidad, marcada por una discreción y una elegancia poco comunes, fue poco dada a ese exhibicionismo intelectual hoy tan à la mode entre críticos de renombre. Prefirió siempre permanecer detrás de las obras que examinaba y que (a diferencia de muchos de sus colegas enamorados de la publicidad) conseguía iluminar de manera admirable. Nacido en York en 1927, cursó estudios de francés y español en la Universidad de Cambridge, donde tuvo como profesor, entre otros, a Luis Cernuda, y donde se licenció en 1947. Ya Terry había decidido dedicarse plenamente a los estudios hispánicos, pero un seminario sobre instituciones catalanas impartido en aquella universidad por J. M. Batista i Roca despertó en él, además, un extraordinario interés por Cataluña, su lengua y su literatura. En 1949 viajó por vez primera a Barcelona disfrutando de una beca de investigación y allí confirmó un interés al que sería profundamente fiel a lo largo de toda su vida. Poco después pasó a dar clases en la Queen’s University de Belfast, donde permaneció muchos años como profesor de lenguas y literaturas hispánicas, y en 1973 se trasladó a la de Essex, en la que se jubilaría en 1993. En la actualidad era catedrático de poesía emérito en esta última universidad, tarea que compaginaba con la de profesor visitante en la Universidad de Londres. En 1995 le fue concedido el premio internacional Ramon Llull. El pasado 24 de enero se cerraba el círculo de una vida entregada a lo que él mismo llamó la “fuerza interrogativa” de la literatura.
Sus múltiples publicaciones van desde La poesia de Joan Maragall (1963) hasta La idea del lenguaje en la poesía española (2002), pasando por Catalan Literature (1972), un estudio sobre Campos de Castilla de Antonio Machado (1973), una antología crítica de poemas de Ausiàs March acompañada de traducciones inglesas (1976), Sobre poesia catalana contemporània (1985), que recoge estudios sobre Riba, Foix y Espriu, Quatre poetes catalans: Ferrater, Brossa, Gimferrer, Xirau (1991), o la coordinación de un imprescindible volumen de ensayos sobre Tirant lo Blanc de Joanot Martorell editado en 1999 (Tirant lo Blanc. New Approaches). Terry era además un gran conocedor de la poesía hispánica de los siglos de oro, a la que dedicó An Anthology of Spanish Poetry 1500-1700, editada en dos volúmenes (1965-1968). Uno de sus libros, sin embargo, merece una especial mención: me refiero a Seventeenth-Century Spanish Poetry. The Power of Artifice (Cambridge University Press, 1993), libro que traza un minucioso mapa crítico e interpretativo de la poesía hispánica barroca, cuyas líneas esenciales arrancan de Góngora y se cierran en América con Sor Juana Inés de la Cruz. El libro de Terry constituye se ha dicho una introducción ideal y una espléndida guía para penetrar en un capítulo esencial de la lírica europea. Que este libro siga sin traducción española es algo más que una grave deficiencia editorial: es un síntoma de debilidad cultural. Aparte quedan los numerosos artículos sobre poesía contemporánea que Terry publicó en revistas europeas y americanas, incluidos los del Times Literary Supplement, y que deberán ser recopilados más tarde o más temprano. Reunidos, acabarán por confirmar la estatura intelectual del crítico británico.
No me es posible recordar con exactitud con qué motivo escribí a Terry hace ya muchos años; lo más probable es que se tratara de alguna consulta relacionada con un común interés en la lírica barroca. A raíz de esa primera comunicación surgió entre nosotros una amistad sólida y una estima por mi parte que no hizo sino crecer con los años. Si leer a Terry es siempre una experiencia crítica enriquecedora como pocas, hablar con él era penetrar en un mundo de inagotables conocimientos sobre la multiplicidad de la palabra poética. Como inglés, su conocimiento de la tradición lírica británica era no hace falta decirlo excepcional; pero, puesto que su formación lo había llevado hacia el francés, el español y el catalán, era capaz de manejarse con idéntica soltura en estas tradiciones literarias, de manera que Terry podía pasar con toda naturalidad de Ausiàs March a Geoffrey Hill, de Góngora a Yves Bonnefoy, de Milton a Carles Riba. La poesía occidental era para él un riquísimo tejido de relaciones e interconexiones muy diversas. Fue él quien me hizo ver con claridad que, a la hora de traducir el Prelude de Wordsworth, ofrecía más ventajas la versión de 1799 que el más bien apabullante texto definitivo de 1850. Su entusiasmo al descubrir y penetrar por vez primera en una obra poética era contagioso: aún recuerdo, por ejemplo, su recomendación de la obra de la norteamericana Louise Gluck, o la del escocés John Burnside. Pero lo que más recuerdo es una tarde de verano en la que, después de comer en su casa de Colchester, Arthur y su esposa Molly nos llevaron a mi mujer y a mí a visitar algunos de los paisajes más queridos de Constable, en el valle de Dedham el Constable Country. Muy sensible a las artes plásticas, Arthur lo era aún más, si cabe, a la música: fue también un notable pianista. La última vez que lo vi fue hace algo más de dos años, en Barcelona, con motivo de unas jornadas sobre el poeta Joan Brossa. Arthur tenía la misma lucidez de siempre y, en una cena a la que se unieron Frederic Amat y José María Micó, contó deliciosos detalles de su trato con Cernuda en Cambridge y nos habló también de la fenomenal sorpresa que supuso para él recibir una carta de Gabriel Ferrater algún tiempo después de muerto el poeta catalán (manos amigas le habían enviado a Terry una carta que el autor de Les dones i els dies le había dejado escrita poco antes de su muerte). Una carta que le enorgullecía. Orgullo que sin duda volvió a sentir cuando recibió el texto que sobre ese mismo poeta había invitado Terry a escribir a un buen amigo suyo de los tiempos de Irlanda: Seamus Heaney, un texto cuya traducción española publicó esta revista en diciembre pasado. Es el prólogo a una antología de poemas de Ferrater traducidos por Terry y que acaba de editar en Inglaterra Arc Publications. Fue su último trabajo. ~
(Santa Brígida, Gran Canaria, 1952) es poeta y traductor. Ha publicado recientemente La sombra y la apariencia (Tusquets, 2010) y Cuaderno de las islas (Lumen, 2011).