Badani y Cia: Una convivencia singular (y plural)

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Si Badani fuera un electrodoméstico, sería uno que corta, pica y raya a su interlocutor a miles de revoluciones por segundo. Cuando habla —quizá debería decirse, cuando monologa—, se peina hacia afuera su bigote entrecano con finos movimientos del pulgar y el índice. Armar algunas frases con él es imposible. Badani huele tus intenciones, adivina tus preguntas, interpreta tus gestos, sospecha de tus palabras. No es para menos: polígamo, experto en informática, anticatólico incendiario, ilustrado sexual y amante de una libertad entendida como esa capacidad de elegir a qué cadena te atas, Badani es también un adicto a la etimología. Dice que familia viene del latín famulus, que significa siervo. Él tiene seis.
     El hombre conserva una barba de profeta y un fulgor jactancioso en los ojos. Ahora está en su tienda de lencería y ropa sexy que administra junto a sus esposas en un centro comercial de Miraflores, un barrio residencial de Lima. Ya lleva varios minutos hablándome de corsés y no he dicho una sola palabra. Se toca sutilmente la garganta, la señal para que una de sus esposas le sirva Coca-Cola. Me lo había anunciado, como diciendo ahora verás mi poder. Ellas siempre están pendientes de sus necesidades como siervas abnegadas, esclavas que aseguran sentirse libres como pájaros. La esclava y el paladín, ésa es su definición ideal de pareja. Ellas pasan a ser parte de él y él se juega la vida por ellas. Parece una reciclada pero revolucionaria fórmula de ser feliz.
     El combate por la igualdad entre hombres y mujeres le parece el resultado de una estupidez erudita, la verdadera causa de la destrucción de la familia. A los machos y las hembras los unen sus carencias, por eso la familia es para Badani la obvia integración de complementarios. Puede compararse, dice, a un barco en el que las mujeres son los oficiales y los hijos la tripulación. La tripulación no tiene ni voz ni voto. Los oficiales tienen voz para aconsejar al capitán y no voto. Pero el capitán Badani es el único responsable del barco, la tripulación, la carga, los pasajeros, el itinerario. Es el único que tiene voz y voto.
     Yo sólo espero que me permita recuperar mi voz.
      
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     La última vez que lo entrevisté en su tienda me dio la noticia: "Le has caído bien a las chicas. Debe ser porque hiciste toda tu tarea". Antes de buscarlo, había leído su Aspas de molino, un libro de cuentos y poemas en el que Badani figura en la carátula vestido de Don Quijote. El gurú estaba al tanto de que visitar su casa, es decir, compartir un día en el hogar de la familia Badani, era mi más preciado objetivo. Para incrementar mi deseo, Badani había ido dilatando su consentimiento tanto como pudo. Hace un tiempo se había mudado a las afueras de Lima, donde no lo alcanzaran los tentáculos de la prensa alimaña. Ya en su nueva casa, él y sus mujeres se habían prometido cerrar el paso a quien pretendiera mirarlos otra vez como unos animales de zoológico. Nada de periodistas, según Badani, mercaderes de gente. Pero él es como un padre de familia que sabe cuándo debe dejar de mostrarse inflexible para tornarse benevolente, y ante el cual no queda otra que aparecer conmovidamente agradecido. Así aceptaron recibirme, sin cámara fotográfica, sin grabadora, sin libreta de apuntes.
     Si hasta entonces había sido la perseguidora y ellos los escurridizos, la historia estaba a punto de cambiar. Llamé el día acordado a la tienda y me contestó una de sus esposas. Era Mara Abovich, una chilena rubia y alta que se acomoda su esponjosa y pesada cabellera a un lado del cuello. Es la encargada de avisarme que Badani me invita a su casa de martes a jueves. La oferta consiste en pasar dos noches con el gurú del sexo y sus seis esposas en un lugar no precisado de Lima. Mara me pregunta si no era eso lo que quería. Y sí, lo era, aunque el asunto ahora sobrepasara mis expectativas. Recomienda que lleve mi cepillo de dientes y, si puedo, unos marshmallows blancos para dorarlos en la chimenea. El camino al camino es el camino, dice el Tao.
     Esa noche, para no desentonar, llego en faldas a su tienda: "Badani, instrumentos de seducción", se lee en las etiquetas de su ropa. Badani me dijo que sus mujeres no usaban pantalones. También que usaban depilado total, pero a tanto no llegué. Mara, su sexta esposa, cargaba varias bolsas del supermercado donde iban las salchichas italianas y otros pedidos expresos de Badani.
     —Me vas a disculpar, pero Ricardo me pidió que lo hiciera.
     Iba a medir mi aura de honestidad con un detector de cámaras comprado en RadioShack, uno de esos lugares donde Badani suele adquirir chucherías tecnológicas. Mara Irma Abovich se parece a su cuerpo: es una mujer de carácter, vigorosa, que infunde respeto de inmediato. Hay en ella un modo de alternar la severidad y el buen humor que hace que no pueda dejar de mirarla cuando habla. Tal vez sea la única de las seis mujeres que parece no haber sido domada del todo. Es la sexta. Da la impresión de que la insurrecta que llevara dentro no estuviera muerta sino dormida, como si ella misma hubiera preferido que estuviera siempre así, aunque de vez en cuando pueda salir con una ironía que Badani finge ignorar.
     La sexta esposa me cuenta que pertenece a una familia adinerada de Chile. Su historia es ejemplar para entender a las señoras Badani. Dice haber sido una exitosa empresaria del rubro de decoración de interiores, una de esas mujeres autosuficientes que, luego me enteraría, son un tanto mal vistas en la familia Badani. Se compró un lujoso departamento y viajó por todo el mundo, pero un día sintió que nada tenía sentido. Hasta que vio a Badani en una conferencia hablando sobre Tamntra.
     —¿Tu novio no se preocupó cuando le dijiste que te ibas a quedar en casa de Badani? —me pregunta de repente.
     —Para serte sincera, no le hizo mucha gracia.
     —Tiene razón —me dice.
     La primera vez que fue a ver a los Badani, Mara Abovich recuerda haber pensado que eran unos locos que tenían una vida interesante, pero para nada podía imaginarse como una de ellas.
     —Y ya ves, fui la sexta. Uno no puede resistirse a esa vida. Tal vez tú seas la séptima.
     Siento un escalofrío cómico. Puuyarii de Shrii Saarasvatii, la Diosa de la Sabiduría, rige la vida de Mara. Según su religión, su día libre es el sábado. Cada mujer de Badani tiene un día libre a la semana, un día en que puede sentirse a sus anchas, en que está eximida del trabajo doméstico y recibe la bendición de dormir con el esposo en su king-size. Hoy es el día de Gaby, mi tocaya.
      
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     Genealogías: Badani es el apellido materno de Ricardo Ruiloba. Se lo cambiaron, me cuenta, en medio de una de esas guerras familiares. Su padre era Luis María Ruiloba, un abogado que se separó de Teresa Badani cuando el futuro gurú del sexo tenía apenas tres años; esto debió de haber desatado los odios del abuelo materno. Ruiloba es un apellido asturiano que significa "señor de los lobos". Es también el título de la novela inédita que Badani dedica a su padre y en la que explica la tesis de los clanes como base de la sociedad ideal.
     Años después Ricardo Badani recuerda haber conocido a su padre luego de que éste se cayera de una silla. Cuenta que llegó al despacho de Luis María Ruiloba en el Ministerio de Trabajo y que se anunció con la secretaria: de parte de Ricardo, su hijo. Al otro lado de la puerta se escuchó un estrépito espectacular: su padre se había ido al suelo y salía medio abollado arreglándose la chaqueta. "Cancele todas mis citas que me voy a almorzar con mi hijo", dice Badani que fueron sus palabras. En Lima era un día soleado.
     Hoy que es un cincuentón, las menciones a su familia lo ponen tan a la defensiva como a un niño al que han dejado solo. Pero Badani se emociona cuando recuerda al abogado Luis María Ruiloba. Más que traumatizarlo, la experiencia del padre ausente parece a fin de cuentas haberlo enriquecido. En cambio, cuando le menciono a Bernardo, su hermano tres años mayor, un telón cae sobre su cara. Dice que su historia con él nunca fue muy cercana, pero que a pesar de ello nunca imaginó que sería capaz de darle la espalda en el episodio de su retorno al Perú. Jamás. Y ahora le ha quedado el rencor.
     En toda familia hay líos de hermanos. No se puede saber si Badani bromea cuando dice que el suyo es un vendedor de papas glorificado, alguien que vende tubérculos para el gobierno del Perú. Pero ya no está dispuesto a seguir con el tema. Ha pasado demasiado tiempo desde la época en que ambos, recuerda el gurú, montaban bicicleta entre las parras bañadas de luz de la hacienda de los Venturo. Allí trabajaba el abuelo Badani que hizo las veces de padre para los hermanos Ruiloba. Era un típico hogar católico de clase media tradicional.
     Un día conversé con Rafael León, un reconocido escritor, viajero y humorista que había sido compañero del gurú en el colegio Champagnat de Miraflores. Se acuerda perfectamente de los Ruiloba Badani. Los recuerda como "dos hermanos igualitos, pálidos, medio mortecinos pero muy pedantes y sobre todo absolutamente gansos". Durante los años que pudo verlos se llevaron todos los premios escolares. En el caso de Ricardo Badani, hay que decirlo, obtuvo las once primeras medallas de oro de los once años que duró su etapa colegial. Todos los diplomas de ciencias, letras y conducta. León dice que la mamá y la tía de los Ruiloba Badani eran muy amigas de los curas maristas. Podían interrumpir la clase a media mañana sólo para llevarles a los chicos una bandeja con jugo de papaya y pan.
     Para León eran unos genios, pero del tipo que sólo tiene cerebro, no cuerpo ni emociones. Les auguraba un futuro como curas o, en el mejor de los casos, homosexuales. Hace unos años, se sorprendió al ver al menor de ellos aparecer con seis mujeres y como todo un experto en sexualidad. León sólo puede pensar en un ajuste de cuentas. Otro compañero de la misma aula escolar, Manuel San Román, también pensaba que ese adolescente pegado a las buenas costumbres iba a ser cura. Alguna vez dice haberse tomado un café con Badani y haberse quedado admirado por la vastedad de su cultura y de su libertad, y por la firmeza de sus ideas.
     —Vivir con una mujer es difícil, con dos es peor, imagínate con seis. El tipo es un genio —concluye San Román.
      
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     Badani me advierte que he sido admitida en su casa porque se me ha concedido el beneficio de la duda. Me dice que recién cuando se publique esta historia seré una certeza. Se abre la puerta de la casa de los Badani y aparece este hombre en pantuflas, seguido de los fidelísimos Taffy, Lucky y Cindy, los laberintosos perros de la familia que por años han sido los más perfectos hijos sustitutos. Más allá veo por primera vez a las seis esposas juntas.
     En orden de llegada a su vida:
     1. Elsa 2. Gaby. 3. Lola. 4. Mercedes. 5. Beatriz. 6. Mara. Una en seis, como las llama Badani. Les echo un vistazo: todas pasan los treinta años y usan ropas de colores estridentes, pero elegantes a su manera. Siento que asumen mi invasión con sabiduría. De hecho, si algo han aprendido durante el tiempo de su convivencia, es tolerancia hacia otras mujeres.
     Una de las preguntas que Badani y sus esposas repetirán varias veces durante mi visita es si había imaginado así su casa. La verdad que no. Algunas veces la había imaginado como un palacete a lo Taj Mahal y otras como un reducto para ascetas. Pero nada. Un bucólico sofá-columpio se mece con el viento en el jardín de la entrada. Badani me lleva a su rincón favorito, un acogedor bar donde guarda una respetable reserva de vinos. En la época en que tenía su programa de televisión se convirtió en un barman. Ahora es una especie de químico loco metido detrás de la barra. Inventa nuevas bebidas. Es tan obseso que dice que se ha dado el trabajo de cronometrar cuántos minutos demora en entrar a la sangre cada uno de los licores mezclados en un trago de su autoría, bautizado por obvias razones como "Amnesia".
     Badani me prepara un cóctel para hacer más entretenido un tour de bienvenida por esta casa que dice haber comprado a precio ganga. Fue después de vender su rancho en Santiago y le ha costado una fortuna reconstruirla. Lo cuenta con el mismo orgullo con que suele hablar de su potencia sexual o de su coeficiente intelectual. Nada de alfombras persas ni de velos ni de alabastros ni de estatuas doradas. El living es casi campestre. A un lado, la sala de cómputos. Arriba está la biblioteca, con una estupenda colección de literatura erótica y una extraordinaria edición del Kamasutra. Una colección de videos eróticos (algunos clásicos como Historia de O). Todo un festín para los amantes del erotismo con el que pienso divertirme antes de irme a dormir. También las dos habitaciones con decoración minimalista. Tiene tres camas cada una, y allí es donde duermen las esposas. Por último, la habitación del marido con un cartelito de "no molestar" en la puerta.
     El menú de la cena está a punto de decidirse. Esta noche me toca dormir en la cama de Gaby, mi tocaya. Compartiré el cuarto con Mara y Beatriz. Pero volviendo al menú: podemos escoger entre la sopa Badani (fideos, chorizos, aceitunas, jamón, pollo, queso, res) o las salchichas a la chimenea, unos perros calientes en ese lugar de su sala. Titubeo. Beatriz tiene una iluminación y pide ser engreída con una pizza. Así se deciden las cosas en esta casa. Mientras cinco de ellas trabajan en la cocina, Badani me lleva hasta el rústico sofá de la sala. La Gatita, como llama a Mercedes, bailará la danza del vientre para mí. Me acomodo en la platea. Badani me explica cada fase del baile: la mirada, el llamado, el ofrecimiento, la entrega.
     —Si la mujer no se moja después de este baile —me explica—, entonces no lo ha bailado bien.
     Mañana La Gatita me enseñará la danza del vientre. Hay expectativa. Por mientras, comemos pizza. Tema de la noche: es una familia que cuando cena conversa de la eyaculación femenina. Sugieren que pueden ayudarme a conseguirla. Me dicen que tienen un espéculo de ginecólogo en casa y que soy libre de usarlo cuando guste (sólo para hombres: un espéculo es un artefacto para examinar la cavidad vaginal). Todo es armonioso. Todo es un descubrimiento. Todo es tan perfectamente a lo Badani que les pregunto si esto no es una sesión de cámara escondida.
      
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     Badani se jacta de su inteligencia. Da números. Me informa que su primera medición de iq dio 154. La segunda, 198. El detalle está en su página web. Dice que un día puso un aviso en el periódico: "Alquilo cerebro, joven bilingüe y en bastante buen estado de funcionamiento". Así recuerda haber conseguido su primer trabajo en una petrolera como asistente de servicios administrativos. A los tres meses, dice, tenía el puesto de su jefe. Badani recuerda que supo entonces que la libertad era un estado de conciencia, que podía llegar muy lejos siendo sólo él mismo. Dice que se hizo un hombre libre cuando descubrió por qué quería ser el mejor de la clase, por qué quería una carrera, por qué quería estabilidad económica. Y la única respuesta fue: quiero una familia.
     Le iría muy bien con las computadoras. Su microempresa de software para PC miniComp fue una de las primeras en el Perú. A inicios de la década de 1990, Badani viajó a Chile en busca de nuevos horizontes. Cuenta que fue asesor informático de compañías como la Apple del país del sur. Sospecho que el tema económico no se discute en esta familia. El esposo ve cómo se las ingenia para producir y las mujeres sólo colaboran. Ahora Badani hace trabajos de software en su empresa independiente Gurú & Familia y toma los excedentes de trabajo que le pide resolver un ex socio. En 2001, él y sus esposas emprendieron el negocio de la tienda de ropa erótica. El diseño, la confección y la venta son responsabilidades de toda la familia. De la tienda y algunas conferencias —como la que dio Badani el otro día en la Sociedad de Mujeres Judías— vive este matrimonio heptagonal. A los que piensan que Badani tiene que ser millonario para vivir con seis esposas, él les responde que más caros son esos parásitos modernos denominados "mujeres independientes". No me doy por aludida.
      
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     Dice Badani que nació en el clan de los "catolocos". Léase católico=loco. Me explica que era demasiado inteligente para seguir prendiéndole cirios a la trasnacional más grande del mundo, que pide limosnas a los pobres mientras beben en cálices de oro. "Sólo cuando San Cipriano [el cardenal Cipriani] sea carpintero en el distrito de Comas, creeré en él". Ya no es el mismo Badani que hace años promovía las misas juveniles con guitarra eléctrica en la Comisión Episcopal. Una de sus esposas me muestra un disco de vinilo con el rock católico made in Badani. El romance entre él y la Iglesia católica se acabó como se acaban esas cosas: un sacerdote quiso que viera negra una vaca blanca y punto final.
     Badani buscaba algo. Dice haberse ido a estudiar la Biblia con los mormones, a escribir historias con los Testigos de Jehová, a predicar con los evangélicos. Dice que probó con el esoterismo, que aprendió a leer el Tarot, y que terminó seducido por el Tao y el yoga. En eso estaba, cuando un amigo suyo le comentó que venía de la India un fulano medio gurú. Badani recuerda que encontró a un greñudo que masticaba un inglés elemental y que no le inspiraba ningún respeto. De la nada el hindú ése empezó a hablarle de física nuclear. Recuerda que le dijo que era un ser habitado de sistemas solares, lo conmovió, y lo instó a adorar a Dios con todo el cuerpo y la mente. Un año después se encontraron en la misma calle del centro de Lima y Badani recibió la iniciación.
     Lo que nunca sospechó, recuerda, fue que su maestro iba a escogerlo como sucesor. A Badani sus esposas le dicen "gurunyi". Léase mi gurú. Dice tener uno de los rangos más altos de una religión con cinco mil años de antigüedad. El tantrismo adora a Dios en su doble dimensión: masculino (Shiva) y femenino (Shaktii). Pero el tantrismo de los Badani no tiene nada que ver con la publicitada técnica sexual tántrica de la Nueva Era. Va más allá: busca la realización del ser humano aceptando la sexualidad como parte esencial de la vida. Pueden tener hasta seis mujeres, una para cada día. Se dice que Shiva tiene un solo aspecto: el pene erecto. En cambio, Shaktii, la esposa, tiene seis aspectos. El lunes corresponde al señor Shiva y se adora al aspecto masculino de Dios, es decir, a Badani. El martes se adora a Gaby, el miércoles a Elsa, el jueves a Beatriz, el viernes a Mercedes, el sábado a Mara y el domingo a Lola. Badani ha hecho realidad sus sueños. Prefirió ser Don Quijote a morir de empacho en una cama a lo Sancho Panza.
      
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     No es tan simple identificar a este hombre que ahora hace el amor a seis mujeres a la vez con aquel escrupuloso joven que confesaba haber tenido su primera enamorada recién a los diecinueve años. Hormiguita, uno de sus amigos inolvidables, pensó que era hora de que Badani pasara de la teoría a la práctica. El gurú recuerda que Hormiguita lo invitó al burdel de una amiga suya, una profesional medio achinadita que se lo tomó con calma. Antes de casarse, dice, Badani tendría algunas novias pero ninguna célebre. Ya en la época en que impartía las enseñanzas del Tamntra, llegó Elsa Linares, loretana, secretaria ejecutiva y estupenda cocinera. Se enamoraron pero, antes de sellar el compromiso, Badani se sinceró. Ahora recuerda que le dijo:
     —Mi gurú me ha advertido que la mujer que se case conmigo no será la única.
     Le recomendó tomarse un tiempo, y Elsa Linares le contestó que no necesitaba pensarlo. Cuenta que fue ella misma la que sugirió años después que se fijara en Gabriela Amor Zevallos (sí, es mi tocaya y se llama Amor), quien había llegado a casa sólo para aprender computación. Badani dice que un día estaban en la cama cuando Elsa lo sorprendió preguntándole si Gabriela Amor le parecía una digna candidata para segunda esposa. Tres es un número cabalístico. Cuando ya tenía dos en su haber, Badani conoció a Aurora Revollé, Lola, en el restaurante de un amigo. Tercera. Mercedes Morales llegó después para escuchar sus charlas y se quedó para siempre. Cuarta. Y Badani se fue a Chile con un cuarteto de esposas. Beatriz González llegaría a él luego de escucharlo hablar en la radio sobre La Gran Explosión. Quinta. Y finalmente Mara Abovich trocaría su curiosidad por amor. Sexta. Así celebraron la Ceremonia de Unión Eterna, para compartir todas las vidas futuras y sin celos. "Siete sin celos es como el cielo", dice el lema de su página web.
     Para Badani es un hecho que una familia poligínica (un hombre y varias mujeres) es más sólida y estable que una familia monogámica. Acaba de cumplir once años de casado con la última y ya va por los veintitrés con la primera. Badani es la prueba viviente de que su experimento funciona. Ventajas de ser un Badani: si la mujer no quiere acostarse con su esposo, poco importa porque está la otra. Fin al chantaje sexual. Está la figura de la mujer que ayuda al esposo a entender a otra mujer que no es ella. Si alguna tiene un bebé, la otra puede sustituirla en sus labores de madre para que la primera no descuide sus responsabilidades de esposa. Y si el esposo fallece, ya tienen cómo salir adelante todas juntas. Una ventaja más de la poliginia: la casa se limpia más rápido.
      
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     Las señoras de Badani han publicado su firme voluntad de abrazar en pleno siglo xxi las cadenas del amor y así son una patada al hígado para cualquier feminista secuaz de Simone de Beauvoir. Las han tratado como borregas de un depravado pastor, pero al conocerlas a muchos les sorprende encontrarlas bonitas e inteligentes. Sorprende hallar mujeres tan seguras de lo que quieren y de que, más allá de que haya sido o no una función teatral montada para mí (ninguna familia es tan perfecta), no sentí en absoluto que estuvieran haciendo algo en contra de su voluntad. Todo lo contrario. ¿Tendrá que ver con el hecho de que su marido sea su gurú? Para las Badani ha sido una cuestión de elección. Tuvieron la oportunidad de ser mujeres emancipadas a la manera de las demás, pero escogieron esta singular manera de ser libres.
     Las seis esposas se acaban de levantar a las cinco de la mañana y yo con ellas. Me pregunto si todos los días tendrán esa convicción. Beatriz y yo lavamos los platos de la pizza de anoche. Dice que la diosa de la prosperidad y la devoción rige su vida. La chilena es menuda y de apariencia frágil. Como sé que le gustan las novelas eróticas, le cuento que anoche avancé en la lectura de Viaje al deseo y ella me cuenta que está escribiendo una novela. El desayuno está listo. Jugo de naranja, ensalada de melón, mermelada de mora, café y lo que quedó de la pizza. Badani me trae un enrollado de queso con salami. Es hora del gayatri, un mantra que canta toda la familia. Cuando terminamos de desayunar, me invitan a pasar al mandir, la capilla del culto. Todas se colocan velos en la cabeza y a mí también me dan uno. Badani me pide que escoja una dirección. Escojo mirar hacia el norte, que, dice él, quiere decir paz en mi corazón. Me encuentro al centro de todas y cierro mis ojos. Ellas me rodean en lo que llaman "círculo de biyas". Los mantras que cantan las mujeres son hermosos, secundados por la voz grave de Badani.
     Se acabó la hora del rapto místico y voy a ponerme en forma con Gaby Amor. El gimnasio de la casa tiene todo lo necesario. Antes había sido una cochera. Badani se burla de mi ineptitud para los steps. Gaby Amor debe ser una de las más talentosas de la familia: es experta en sistemas informáticos y siempre se la ve cargando al engreído de Taffy, un bebé negro, peludo y sin pulgas. Es también la administradora del hogar y la que acompaña a Badani en sus diligencias y viajes. Dicen que es la diosa madre de los guerreros, la que protege a sus hijos. Qué raro: juraría que Gaby Amor tiene la cara exacta de una diosa hindú. Subo las escaleras empapada para darme un baño y me asomo al cuarto del gurú, quien también parece ser un experto en acupuntura. En la cama está tendida Lola, con varias agujas clavadas en la espalda y en los pies. Lola, arquitecta de profesión, tal vez sea la más seca y seria de las seis esposas. Su diosa es la madre protectora. Badani me enseña sus cámaras de video miniatura y no puedo sino preguntarme si no habrá alguna por allí. En la ducha, ensayo mi mejor sonrisa, por si acaso.
     Badani es un anfitrión espléndido y atento hasta la exageración. A mí también me mima con chocolates y me dice que puedo hacer lo que quiera, por lo que me hago a la idea de que hoy es mi día libre. Si ellas son serviciales, él es un consentidor. Eso puede ser algo perturbador para alguien que proviene de una familia matriarcal como yo. Pero ahora me tocan clases de baile. Mercedes es la guapa, la artista de la familia, la que da masajes, la que corta el pelo, la diosa de la misericordia. Dice que su mayor bendición es la entrega a su esposo. Además le encantan los juegos de roles, escribir y leer en inglés y en francés. De lejos es la engreída de la casa. Basta ver la sala de baile rodeada de espejos que le regaló Badani. Piso de parqué mismo salón de ballet. Ahora nos hemos amarrado pañuelos en la cadera. Me alucino una de las chicas de la telenovela El clon, de esas que en un club nocturno acercan sus ombligos al espejo con un cimbreante movimiento de cadera al ritmo de Las chicas de Alejandría, una típica canción árabe. Badani entra y, sin mi permiso, me toma una foto en pleno trance. La Gatita ha tenido la delicadeza de decirme: "Tienes condiciones innatas para la danza del vientre".
     Al terminar esta noche las veo y quiero ser como ellas. Quiero ser mantenida y adorada con caramelos en forma de corazón y rosas de chocolate. Quiero que mi trabajo sea un hobby, estar todo el día en mi casa y que mi casa sea un lugar de juegos amorosos donde viven mis mejores amigas. Quiero hacer el amor delante de todas. Quiero bordar trusas y sostenes. Quiero hacer el más memorable almuerzo para mi hombre. Quiero usar ropa de fantasía árabe. Quiero amar el presente. Quiero un dios.
      
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     Una historia para no olvidar. Los Badani vivían apartados de todo en una granja de Los Maquis, un pueblo a dos horas al sur de Santiago. Tenían leguminosas y corderos. Gaby Amor me cuenta que hasta allá fueron a hacerles la guerra, a recordarles que la persecución religiosa todavía existe y en su versión más lumpen. Dice que fueron cerca de una veintena de policías armados, de la Brigada de Delitos Sexuales. Hubo también camarógrafos de televisión, y todos ellos ingresaron en la granja. En simultáneo, la policía allanaba en Santiago la casa de otro miembro de la misma religión. De ambos lugares, fueron llevados a los calabozos de Investigaciones de Santiago. Gaby Amor recuerda que tuvieron que hacer una huelga de hambre para que el entonces cónsul del Perú acudiera en su ayuda. Los acusaron de ser una secta sadomasoquista. Dice que los golpearon, que a algunos los torturaron, y que a las mujeres, las obligaron a desnudarse. Al final tuvieron que liberarlos por falta de méritos, es decir, porque no existía delito. No los querían más allí y los deportaron de Chile por los mismos cargos por los que habían sido absueltos. Los Badani persisten en apelar en un juicio que ha llegado hasta la oea. Gaby Amor me lo cuenta. Sus ojos de diosa hindú se incendian.
      
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     Noticias de la prensa amarilla en tiempos de Fujimori: un tal Ricardo Badani, un peruano que tiene un harén de seis esposas, el gurú del sexo, está preso en Chile acusado de sadomasoquista y de atentar contra las buenas costumbres. Eso vende. Apenas descendieron los siete del avión en Lima, fueron acosados por la prensa. Era previsible, la carroña del día, lo normal. No habían pedido popularidad; se la habían impuesto. Pero a esas alturas no quedaba otra que aprovecharse de ella. El programa de televisión Las noches de Badani fue una empresa familiar, como todo lo que es obra de los Badani. Sentada en el sillón más cómodo de su biblioteca, repaso en el vhs una antología de las escenas estelares del programa. Aún me parece increíble que hayan podido difundirse en la cucufata televisión nacional. Nunca el sexo fue tratado con semejante audacia clínica.
     Era tan solemne que podía causar hasta risa. Visiones de los anales de la TV: Escena 1. Cumpleaños de Badani. Sus esposas le regalan el espectáculo de una estríper que sale de una inmensa torta de cumpleaños y se desnuda en vivo y en directo. Detrás de ellos, reconocidos invitados, muy elegantes, aplauden, clap-clap-clap. Escena 2: Natalia Torres Vilar, una psicóloga y sobria actriz de teatro, comparte sus experiencias con el sexo anal. Escena 3: Homenaje al cunnilingus: Badani exhibe un video casero y sin tapujos de una pareja que con antifaces ejerce el sexo oral. Se ve todo, primer plano buco-genital. Badani aparece señalando con un apuntador de luz y en un lenguaje técnico describe las partes sensibles de los genitales de una mujer. Era un programa diario, a altas horas de la noche. Fue cancelado en un mes.
      
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     Discusión de la tarde en la residencia Badani: elegir el lugar donde colgarán la jocosa medalla olímpica que las esposas le regalaron en su último aniversario colectivo. En una cara se lee: medalla de oro al mejor esposo del mundo. Y a la vuelta: mérito en el deporte amoroso. Cada una de las esposas duerme con Badani en su respectivo día libre, pero todas saben que no hay organización posible para el amor. Él puede hacerlo con una o con las seis. Su poema "Ellas seis" evoca la plenitud del amor entre siete: "Sus senos me rodean / sus senos erguidos / de curva excitante / con pezones duros / que mis labios abren / ponen en mis manos / corazón y sangre / que late en las seis / Sus vulvas me rodean / sus vulvas bañadas / de aroma fragante". A veces Badani está en la cama haciendo el amor con dos de ellas y entra una tercera con galletitas y algo de beber para los fatigados amantes. Si alguien llama, una cuarta puede contestar el teléfono y disculpar al esposo que está muy ocupado. Son los siete mosqueteros: uno para todas y todas para uno o todas para todas.
     Una vez alguien escribió a una revista, y propuso a Badani como ministro de Salud por su gran sentido de la planificación familiar. Honor al mérito de su control de la natalidad. Badani dice que había sido una advertencia de su gurú. Si quería divulgar su credo, no era recomendable tener hijos. Sin contar todo el dinero que podría gastar en juicios, Badani corría el riesgo de que se los quitaran como le sucedió a un mormón en Estados Unidos. La Gatita me dice que ella y las demás viven la decisión de no tener hijos con honor. Para los Badani el universo brota del juego amoroso, pero la esencia de su religión no son los hijos sino la unión del hombre y la mujer, que es un símil de la unión divina. Hacer el amor como locos es su forma de alabar a Dios. Aleluya.
      
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     Lo del bautizo de "gurú sexual" fue cortesía de la prensa. Badani admite encajar en el término: "Soy el que te lleva de gu (oscuridad) a ru (luz), el que te saca de la ignorancia". Dice que el tamntra es un edificio de cuatro pisos y el primer piso es nuestro cuerpo. Se empieza por dominar lo sexual para alcanzar las demás esferas. De ahí que Badani se tome tan en serio su misión de enseñar a los más comunes mortales a explorar las posibilidades del cuerpo. Su programa de TV Las noches de Badani fue para él parte de su trabajo social. Uno de sus sueños es que algún día existan una clínica y una academia de sexo. Hay demasiadas cosas que a Badani le gustaría hacer pero que no puede. Ahora sé que tal vez lo de usar un espéculo, lo de enseñar a hacer un striptease y lo de discutir en la cena sobre eyaculación femenina no eran ningún teatro. Ninguna broma.
     De vez en cuando toda la familia ayuda y hace consejería a gente a quien le toman confianza. Un día conocí a Eiko Kawamura, una joven a quien los Badani prepararon para ingresar en la universidad sin cobrarle absolutamente nada. Recuerda que a ella la trataron como parte de la familia, que conversaba bastante con las mujeres de Badani y que, igual que a mí, La Gatita también le bailó y una vez le cortó el cabello. Dice que tuvo que alejarse porque es muy católica y le preocupaba que el tantrismo pudiera influir en ella más de la cuenta. La última noche, antes de ir a acostarme, pude confirmar la gran labor social de los Badani: Gatita no tuvo reparos en meterse conmigo a la ducha para enseñarme cómo darle un baño de jabón a mi hombre. No voy a ser tan necia y a negarme a la educación. Adam Phillips escribió en su libro Monogamia: "Si fue el sexo lo que nos trajo a la familia, el sexo es también lo que nos saca de la familia". Ha llegado la hora de irme y poner en práctica los conocimientos adquiridos en esta casa del saber.
     La última noche con Badani y familia es más que una fresca noche de verano ante la chimenea. Están los marshmallows, está el gurú tocando himnos medievales en un órgano de marca japonesa y valses criollos en su guitarra. Están las salchichas en el fuego. Todas cantamos un vals que parece un trabalenguas. Esta noche dormiré en el cuarto de La Gatita y Lola, y mañana me iré a primera hora.
     La sexta, Mara, le cuenta a Badani la broma que me hizo sobre ser su séptima esposa.
     —Imposible. Dile a tu novio que si hubiera sabido antes que él existía, no te hubiera invitado. Le hubiera pedido permiso para que tú vinieras. –

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