Barbarie

La Guerra Civil es el acontecimiento central del siglo XX en Espaรฑa. A partir deย El Holocausto espaรฑolย de Paul Preston, el historiador Timothy Snyder analiza los factores polรญticos que la provocaron y estudia las caracterรญsticas y las responsabilidades de la catรกstrofe, que sugieren una nueva forma de entender la historia de Europa.
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Paul Preston

El Holocausto espaรฑol. Odio y exterminio en la Guerra Civil y despuรฉs

Traducciรณn de Catalina Martรญnez Muรฑoz y Eugenia Vรกzquez Nacarino, Barcelona, Debate, 2011, 864 pp.

 

El joven jesuita era un idealista. El padre Fernando Huidobro, un estudiante de filosofรญa menudo y con gafas, soรฑaba con la redenciรณn de Espaรฑa de los males de su repรบblica laica y redistributiva. Apoyaba el golpe militar que dieron los generales nacionalistas en 1936 y no daba crรฉdito a las historias de masacres de civiles espaรฑoles a manos de los soldados rebeldes. Cuando llegรณ al campo de batalla como capellรกn catรณlico romano en septiembre de ese mismo aรฑo, se enfrentรณ a dos realidades sorprendentes. En primer lugar, muchos de los soldados que luchaban contra la Repรบblica bajo el estandarte del nacionalismo espaรฑol eran musulmanes, mercenarios del Marruecos espaรฑol. En segundo lugar, a los soldados cristianos les preocupaba muy poco aplicar la รฉtica a sus acciones. El padre Fernando se dio cuenta rรกpidamente de que se habรญa equivocado con respecto al comportamiento honorable de los rebeldes. La guerra que vio, como escribiรณ valientemente al lรญder rebelde Francisco Franco, era “sin heridos ni prisioneros”, porque los soldados nacionales los asesinaban, al igual que a civiles que consideraban partidarios de la Repรบblica. En abril de 1937, como cuenta Paul Preston en este impresionante libro de historia, el padre Fernando fue asesinado por la espalda por sus propios hombres.

Ese crimen solo es uno de los aproximadamente doscientos mil asesinatos cometidos durante la Guerra Civil espaรฑola que Preston registra con este o mayor nivel de detalle. Su libro es una macrohistoria a travรฉs de la microhistoria y reรบne relatos locales para componer un panorama sobrecogedor de una Espaรฑa torturada. Leer este estudio es como pasar la palma de la mano por el muro de la catedral de Toledo en una noche oscura: uno adquiere poco a poco impresiones dolorosas hasta que emerge la sensaciรณn de una estructura tenebrosa. Aunque Preston nunca plantea la cuestiรณn directamente, da la impresiรณn de que algo andaba mal en la Iglesia Catรณlica. Bajo este recuento de pecados de catรณlicos romanos contra catรณlicos romanos, hay otra historia de musulmanes colonizados, enterrada como los restos de una mezquita bajo una catedral ibรฉrica.

Lo que Preston sabe sobre los aรฑos de la Guerra Civil, 1936-1939, resulta asombroso, y es testimonio de su formidable trayectoria como historiador de la Espaรฑa del siglo XX, pero tambiรฉn del trabajo de historiadores espaรฑoles que estรกn reconstruyendo el conocimiento de una รฉpoca protegida durante mucho tiempo por un doble tabรบ. Tras la victoria de Franco y la destrucciรณn de la Repรบblica en 1939, la dictadura franquista impartiรณ su propia y justificativa historia durante dos generaciones; tras su muerte en 1975 y  la amnistรญa general de 1977, en la Espaรฑa reciรฉn llegada a la democracia dominรณ el consenso de que era mejor retrasar la evaluaciรณn del pasado hasta que la democracia estuviera bien arraigada. Pero ese momento llegรณ por fin y la obra de Preston es una poderosa intervenciรณn en un debate espaรฑol. Su importancia trasciende los acontecimientos que saca a la luz y sugiere una reevaluaciรณn bรกsica de la historia europea reciente (aunque no la que propone su tรญtulo).

 

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Preston comienza mostrรกndonos cรณmo es en realidad la lucha de clases, ese fantasma de la retรณrica polรญtica estadounidense. La lecciรณn de la Europa de entreguerras es que no hay magia polรญtica en un mercado indรณmito. Desde la Galitzia polaca al este hasta la Galicia espaรฑola al oeste, condiciones de una desigualad radical conspiraron con instituciones estatales dรฉbiles para dirigir la energรญa del capitalismo contra la democracia, generando apoyos para la extrema izquierda y la extrema derecha, especialmente durante la Gran Depresiรณn. En lo que todavรญa eran sociedades predominantemente agrarias, solo una reforma de la propiedad de la tierra habrรญa mostrado a las mayorรญas campesinas que tenรญan algo que ganar con el voto y el pago de impuestos. Sin ella, los campesinos apoyaban a anarquistas o comunistas que les prometรญan un alivio de las exigencias aparentemente absurdas del Estado, mientras que los terratenientes consolidaron su poder econรณmico en una reacciรณn antidemocrรกtica. En Espaรฑa, los ricos buscaron y encontraron ideologรญas que enmascarasen sus intereses y defensores que los protegieran. En la dรฉcada de 1920, el dictador Miguel Primo de Rivera tranquilizรณ a los propietarios de tierras declarando que los reformadores eran gente ajena a la naciรณn. Desde su punto de vista, quien apoyase cualquier tipo de cambio en el campo era un comunista, y los comunistas no eran espaรฑoles de verdad.

Bajo Primo de Rivera, los latifundistas espaรฑoles se sentรญan seguros de su posiciรณn en el mundo, los sacerdotes espaรฑoles conservaron su lugar como encargados de mantener el statu quo rural y los oficiales espaรฑoles vivieron “vertiginosas” promociones durante las guerras coloniales, al otro lado del Mediterrรกneo, contra los rebeldes marroquรญes. Hasta un extremo que resulta realmente escandaloso, pero que Preston documenta de manera impresionante, los tres grupos aprendieron a ver en los desafรญos al desigual y autoritario statu quo de la dรฉcada de los veinte el producto de la penetraciรณn racial de un contubernio judeomasรณnico y bolchevique extranjero. Los fascistas espaรฑoles (los hijos de Primo de Rivera fundaron una de sus organizaciones) fueron quienes defendieron esas teorรญas de la conspiraciรณn con mรกs entusiasmo, pero parece que adquirieron la condiciรณn de sentido comรบn en buena parte de la derecha.

Y, asรญ, la Repรบblica, restablecida en 1931, estaba destinada a provocar una resistencia decidida y articulada. Su nueva constituciรณn proclamaba un Estado laico, lo que irritรณ a los sacerdotes y a los conservadores. El primer gobierno purgรณ el cuerpo de oficiales, degradando a muchos militares que habรญan ascendido por sus hazaรฑas en Marruecos. Y, lo que era todavรญa mรกs indignante, se  preocupรณ por el destino del campesinado, en vez de dejarlo bajo la autoridad de los caciques locales.

En 1933 la derecha espaรฑola volviรณ al gobierno, pese a perder el voto popular, gracias a una peculiaridad de la ley electoral. Sucediรณ justo a tiempo para dar marcha atrรกs a las polรญticas redistributivas en lo peor de la Gran Depresiรณn. Los grandes terratenientes del sur de Espaรฑa reinstauraron lo que Preston llama relaciones “semifeudales”, radicalizando no solo a los campesinos sino tambiรฉn a una joven generaciรณn de socialistas y liberales. Cuando los mineros iniciaron una huelga en Asturias en octubre de 1934, el gobierno de derechas llamรณ al ejรฉrcito. Franco presentรณ a los mineros espaรฑoles en huelga como una especie de enemigo extranjero inspirado en Moscรบ y sus tropas los castigaron como habรญan hecho con las tribus marroquรญes rebeldes. Los distritos obreros de las ciudades sufrieron bombardeos, como los pueblos de Marruecos. Preston sugiere de forma convincente que esas actuaciones eran un anticipo del comportamiento que tendrรญa el Ejรฉrcito de รfrica de Franco durante la Guerra Civil. Los meses que siguieron a la represiรณn de la huelga minera incluyeron una sequรญa y un diluvio, que arruinaron las cosechas y empobrecieron el campo espaรฑol. “El hambre de la Espaรฑa rural de 1936 –escribe Preston– es hoy poco menos que inimaginable.” En parte, es inimaginable porque ya no podemos imaginar el hambre, y menos todavรญa la amenaza de la escasez de alimentos que hacรญa de la tierra fรฉrtil un elemento central de la polรญtica local, nacional e internacional. Preston se esfuerza en ayudarnos a entender la perspectiva de unos campesinos hambrientos a quienes se impedรญa labrar campos reservados para jacas de polo o toros de lidia.

 

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En febrero de 1936, la izquierda y el centro alcanzaron la mayorรญa en el parlamento, y en los meses siguientes un grupo de generales respondiรณ preparando un golpe militar contra la Repรบblica. El lรญder del principal partido de derechas, la ceda, conocรญa los planes para destruir la Repรบblica, e hizo todo lo que pudo para perturbar el trabajo parlamentario. Mientras tanto, los fascistas provocaban violencia en las calles para crear la impresiรณn de que se necesitaba una mano dura. El nuevo gobierno formado tras las elecciones de febrero de 1936 era una provocaciรณn para la derecha por su mera existencia, pero resultaba demasiado tรญmido para la izquierda radical. Rechazรณ actuar contra los conspiradores cuando conociรณ su identidad, y los socialistas se negaron a unirse al gobierno para formar lo que habrรญa sido una coaliciรณn mรกs fuerte. Los campesinos interpretaron la formaciรณn de un nuevo gobierno como una seรฑal de que podรญan empezar a cultivar tierras en barbecho que no les pertenecรญan. Trabajadores se declararon en huelga con la esperanza de obtener mejoras salariales. Los anarquistas esperaban impulsar el descontento hasta una revoluciรณn completa. Se negaron a cooperar con la Repรบblica, a la que −y en eso coincidรญan con la derecha− consideraban ilegรญtima. Los anarquistas figuran como los idiotas polรญticos cercanos de esta historia: ayudaron indirectamente a la derecha, haciendo que la Repรบblica pareciese dรฉbil e insostenible.

Los capรญtulos introductorios de Preston nos recuerdan que la lucha de clases de la derecha puede derrocar una Repรบblica. El objetivo de Franco, y en general de la rebeliรณn de 1936, era “asegurarse de que los intereses del antiguo rรฉgimen no volvieran a cuestionarse, como habรญa ocurrido entre 1931 y 1936 a raรญz de las reformas democrรกticas emprendidas por la Segunda Repรบblica”. Pero probablemente la mayorรญa de los espaรฑoles aprobaba esas reformas, y la cosa no iba a ser fรกcil para los rebeldes. Los oficiales locales no siempre se sumaron al golpe; algunas provincias se defendieron; las grandes ciudades querรญan la Repรบblica. Pero Franco buscaba una guerra larga, que รฉl entendรญa como una oportunidad para la “redenciรณn” de la sociedad espaรฑola a travรฉs de la sangre de los espaรฑoles que consideraba enemigos. Una campaรฑa mรกs larga creaba la posibilidad de eliminar a los grupos que veรญa como bastiones de la Repรบblica.

Como habรญa muy pocos judรญos, masones o bolcheviques en Espaรฑa, la idea de su conspiraciรณn era infinitamente flexible, y se podรญa aplicar simplemente a cualquiera que hubiera apoyado el orden polรญtico legal de la Repรบblica. Debรญan ser eliminados siguiendo un “plan previo de exterminio”. Preston lo define como una “inversiรณn en terror”: el asesinato masivo no solo era una forma de ganar una guerra civil, sino tambiรฉn de preparar la dictadura que seguirรญa. La idea franquista de una “redenciรณn” de la poblaciรณn a travรฉs de la sangre tenรญa una aplicaciรณn particular sobre las mujeres, que Preston explica cuidadosamente. En el orden natural de las cosas, las mujeres estaban subordinadas. Las campesinas jรณvenes debรญan contentarse con prostituirse, en un sentido bastante literal, para los herederos de la riqueza terrateniente. A ojos de la derecha, las mujeres que eran libres para decidir por sรญ mismas su vida sexual se convirtieron en defensoras de la Repรบblica polรญticamente desviadas. Por tanto, en su caso la “redenciรณn” implicaba la violaciรณn antes del asesinato, una doble afirmaciรณn de poder.

Franco y sus aliados tambiรฉn lamentaban la “africanizaciรณn” de la vida pรบblica. Equiparaban los intentos realizados por la Repรบblica para ayudar al campesinado con el salvajismo al que creรญan enfrentarse en รfrica, y presentaban a los campesinos espaรฑoles como inferiores raciales comparables a los nativos de las tribus marroquรญes. Esta resurrecciรณn del segundo espectro que perseguรญa a la nacionalidad espaรฑola –el moro inferior junto al judรญo conspirador– llevaba consigo una paradoja espeluznante. El Ejรฉrcito de รfrica de Franco llevรณ las prรกcticas del colonialismo al territorio espaรฑol. Oficiales y hombres se jactaban de tratar las localidades espaรฑolas como trataban las marroquรญes. Mataban a los heridos, a los prisioneros y a las รฉlites locales por las mismas razones por las que lo habรญan hecho en รfrica: para no dejar ninguna posibilidad de resistencia en la retaguardia y para intimidar al campo circundante.

Durante la Guerra Civil, la Legiรณn y los regulares, que luchaban en las filas nacionales, mutilaron cadรกveres, masacraron a prisioneros y violaron a mujeres de clase obrera. La Legiรณn estaba compuesta sobre todo por espaรฑoles, con algunos cubanos y otros latinoamericanos. Los regulares, pese a su nombre, se componรญan de tropas musulmanas reclutadas en Marruecos y alentadas por una promesa de pillaje en Espaรฑa. Preston es tan contenido como puede serlo cuando presenta la prรกctica habitual de la violaciรณn mรบltiple de mujeres espaรฑolas por mercenarios musulmanes bajo el mando de los nacionales espaรฑoles. Era parte integral de la polรญtica de Franco.

 

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Es difรญcil exagerar la familiaridad de Preston con las atrocidades individuales que documenta, una tras otra. Las ejecuciones a primera hora de la maรฑana atraรญan a multitudes en Pamplona y a ellas acudรญan vendedores de chocolate caliente. Se arrestรณ y fusilรณ a mujeres embarazadas en una maternidad a las afueras de Toledo. El alcalde progresista de Uncastillo fue humillado, torturado y ejecutado; descuartizaron su cadรกver con un hacha. Un piloto republicano que se estrellรณ en zona rebelde fue asesinado, su cuerpo fue cortado en pedazos que se introdujeron en una caja y la caja se arrojรณ sobre Madrid con una nota amenazadora. Los terratenientes que se sumaron a la rebeliรณn tambiรฉn se sumaron a su violencia. Sus hijos obligaban a los campesinos a cavar su propia tumba antes de fusilarlos, mientras les preguntaban: “¿No pedรญais tierra? Pues la vais a tener; ¡y para siempre!” Jรณvenes seรฑoritos cazaban campesinos en sus jacas de polo. Un cacique matรณ a diez campesinos por cada uno de sus toros de lidia que la poblaciรณn local se habรญa llevado y comido.

El desafรญo histรณrico que este libro supone para la Iglesia Catรณlica Romana es considerable. Aunque algunos sacerdotes intentaron evitar la violencia o dieron refugio a quienes estaban amenazados, parece que fueron mรกs numerosos los que apoyaron la rebeliรณn e incluso se unieron a las columnas combatientes. Algunos adoptaron el saludo fascista y tomaron parte directa en las matanzas. Un sacerdote matรณ a un hombre que buscaba refugio en un confesionario.

A Preston le preocupa mostrar que durante la Guerra Civil espaรฑola la violencia de la derecha fue superior a la violencia cometida por la izquierda. Muchos testimonios contemporรกneos de las atrocidades llegaban de Madrid, donde reporteros y embajadores podรญan observar y criticar las acciones de la Repรบblica, pero no las de los rebeldes (con algunas excepciones, como ese cadรกver arrojado desde el aire). Preston nos recuerda que la opiniรณn dominante entre la clase dirigente britรกnica (Churchill es un buen ejemplo) era que las matanzas cometidas por la derecha era relativamente insignificantes. Pero, con la ayuda de una gran cantidad de documentaciรณn que han publicado los historiadores espaรฑoles en los รบltimos tiempos, Preston muestra que unos ciento cincuenta mil espaรฑoles fueron asesinados en territorios controlados por los sublevados nacionales, frente a unas cincuenta mil vรญctimas en la zona republicana.

Tambiรฉn le preocupa demostrar unas cuantas diferencias en las intenciones y las motivaciones. La Repรบblica era un Estado y le importaba el imperio de la ley. Tras la perturbaciรณn de la ley que produjo el golpe, todos los partidos de izquierda –socialistas, comunistas, trotskistas y anarquistas– crearon sus propias checas (un tรฉrmino soviรฉtico) y escuadrones de la muerte para eliminar a enemigos internos. Pero el propio gobierno apoyaba los tribunales populares que reemplazaron esas unidades asesinas. A medida que la guerra avanzaba, el nรบmero de personas asesinadas por los republicanos disminuyรณ de manera constante. La mayor masacre cometida por el bando republicano fue el asesinato de unos dos mil prisioneros en Madrid, cuando las fuerzas franquistas se aproximaban a la ciudad. Fue una atrocidad terrible, pero seรฑala una diferencia bรกsica: normalmente, las fuerzas franquistas ni siquiera hacรญan prisioneros. El polรญtico socialista Indalecio Prieto pronunciรณ en agosto de 1936 un discurso elocuente, donde decรญa que los defensores de la Repรบblica no debรญan asesinar a sus enemigos, pese a las prรกcticas de los rebeldes: “¡No los imitรฉis! ¡No los imitรฉis! Superadlos en vuestra conducta moral.” Aunque no siempre le hicieron caso, tenรญa razรณn cuando preguntรณ en el exilio si el otro bando habรญa emitido alguna vez una llamada similar a la misericordia.

La fuerza polรญtica mรกs violenta en la zona republicana eran los anarquistas, que luchaban contra Franco pero tambiรฉn se oponรญan a la Repรบblica. Fuera del alcance del gobierno y generosamente armados, era imposible controlarlos. Dirigรญan las checas mรกs sangrientas; un escuadrรณn decorรณ su autobรบs con calaveras y sus uniformes con el mismo sรญmbolo. Quemaban los cadรกveres para evitar la investigaciรณn y la identificaciรณn; quemaban iglesias y conventos por principio. Veรญan la contienda civil como el preludio de una revoluciรณn que no solo reducirรญa a la derecha sino a todos los que defendรญan el Estado, incluyendo a los socialistas y los comunistas. Intentaron colectivizar la agricultura, a veces obligando a los campesinos que acaban de obtener la tierra de los terratenientes a cederla a una granja colectiva. Ellos y los comunistas espaรฑoles se mataron entre sรญ en cantidades importantes, a causa de autรฉnticas diferencias de doctrina y prรกctica. Los anarquistas querรญan una transformaciรณn inmediata y radical; los comunistas querรญan estabilidad para construir un gobierno que atendiera a los deseos de Moscรบ. Los anarquistas, con bastante razรณn, pensaban que el comunismo espaรฑol era una tapadera de los intereses de la polรญtica exterior soviรฉtica. Los comunistas, con bastante razรณn, creรญan que los descuidados mรฉtodos de reclutamiento de los anarquistas permitรญan que muchos traidores accedieran a las instituciones de la Repรบblica.

Mientras que los anarquistas gozaban de un gran apoyo local en Espaรฑa, los comunistas dependรญan de un poderoso patrocinador extranjero, la Uniรณn Soviรฉtica. (La intensidad del interรฉs soviรฉtico en Espaรฑa es uno de los temas de Terror und Traum, la maravillosa historia del Moscรบ de esa รฉpoca que escribiรณ Karl Schlรถgel.) Cuando el Estado espaรฑol alcanzรณ cierta estabilidad durante la Guerra Civil, fue gracias a la ayuda de la Uniรณn Soviรฉtica, que empezรณ a llegar en el otoรฑo de 1936. Pero el apoyo tenรญa un precio: la aprobaciรณn de la interpretaciรณn soviรฉtica del conflicto y la represiรณn concomitante de aquellos espaรฑoles que los soviรฉticos definรญan como enemigos.

 

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La polรญtica europea de intervenciรณn en Espaรฑa es un asunto que Preston no aborda en este estudio: en lo que respecta al caso soviรฉtico, y en tรฉrminos mรกs amplios, espera que el lector conozca el curso general de la guerra, y las razones y motivos de las potencias extraespaรฑolas que participaron. Asรญ, leemos que los hombres de Franco fueron transportados en aviones alemanes e italianos, o que recibieron apoyo de Portugal cerca de la frontera, pero nunca se nos dice por quรฉ se comportaban asรญ esos vecinos.

Preston sitรบa la violencia durante la Guerra Civil en el centro de la historia espaรฑola moderna. Es cierto, aunque el lector no iniciado puede tener problemas para seguir la secuencia de acontecimientos, a causa de la escasez de referencias a sucesos y tendencias mรกs amplios, especialmente a la lucha entre fascismo y antifascismo que definiรณ la polรญtica europea entre 1934 y 1939. El ascenso de Mussolini al poder en Italia habรญa consolidado el fascismo como una nueva forma de la polรญtica moderna; el ascenso de Hitler en Alemania habรญa producido una nueva amenaza que Stalin comprendiรณ paulatinamente y pretendรญa contrarrestar. En 1934, la Uniรณn Soviรฉtica iniciรณ un intento de reorganizaciรณn de los partidos de izquierda de toda Europa en frentes populares, y ordenรณ a los comunistas que cooperasen con los socialistas en lugar de llamarlos “socialfascistas”, como habรญa postulado hasta entonces la lรญnea del partido. La posiciรณn soviรฉtica entre 1934 y 1939 no era revolucionaria sino defensiva, un intento de rodear la Alemania nazi de repรบblicas de izquierdas que tuvieran relaciones amistosas con la Uniรณn Soviรฉtica.

Preston tiene razรณn al oponerse a cualquier reducciรณn de la Guerra Civil espaรฑola a una batalla subsidiaria entre las fuerzas del fascismo y el antifascismo pero, sin una idea de esa competiciรณn internacional por las lealtades de los europeos, incluso los detalles locales pueden parecer oscuros en ocasiones. Como ha explicado Preston en otros libros, los fascistas italianos y los nazis alemanes prestaron a Franco una ayuda considerable, y la percepciรณn que tenรญa Stalin de la amenaza fascista ejerciรณ una gran influencia en la forma y la naturaleza de la intervenciรณn soviรฉtica. (Una guรญa para este tema es Uniรณn Soviรฉtica, comunismo y revoluciรณn en Espaรฑa de Stanley G. Payne.) Preston conoce el asunto a la perfecciรณn. Uno sospecha que su intenciรณn es hacer hincapiรฉ en la responsabilidad espaรฑola en las atrocidades cometidas en Espaรฑa.

Desde el punto de vista soviรฉtico, Espaรฑa solo era un frente de una lucha mundial entre las poderosas fuerzas del imperialismo y el asediado Estado soviรฉtico, la patria del socialismo. Los imperialistas, como argumentaban los hombres de Stalin en las farsas judiciales de Moscรบ cuando empezaba la Guerra Civil espaรฑola, estaban representados dentro de la Uniรณn Soviรฉtica por los partidarios de Trotski, que habรญa sido rival de Stalin y para entonces estaba exiliado en Mรฉxico. Naturalmente, no toda la gente que pertenecรญa a la izquierda internacional se sentรญa identificada con esa interpretaciรณn particularmente personalista de Stalin. En Espaรฑa, el POUM (que George Orwell trata con simpatรญa en Homenaje a Cataluรฑa) se identificaba mรกs con Trotski que con Stalin y criticaba las farsas judiciales soviรฉticas.

Por esa razรณn, cuando el NKVD empezรณ a hacerse conocido en Espaรฑa en el otoรฑo de 1936, sus objetivos no fueron los nacionales y los fascistas, que eran el enemigo militar, ni los liberales burgueses y los socialistas, que debรญan sostener un gobierno del Frente Popular que mantuviera buenas relaciones con la Uniรณn Soviรฉtica. Los enemigos cruciales, en la cosmovisiรณn de los estalinistas, eran los comunistas disidentes: los trotskistas y el POUM. Diestros en la tรกctica y miopes en la estrategia, los soviรฉticos eliminaron a sus enemigos รญntimos de la izquierda. Como cuenta hรกbilmente Preston, en Espaรฑa el NKVD falsificรณ un documento para “demostrar” que el lรญder del POUM, Andreu Nin, era un agente de la Gestapo. Hombres del NKVD lograron sacar a Nin de la custodia de las fuerzas espaรฑolas y ejecutarlo. Asesores soviรฉticos en Madrid aprovecharon el caos que los anarquistas provocaban tras las lรญneas del frente como pretexto para eliminar al POUM.

Los soviรฉticos nunca habrรญan alcanzado la importancia que tuvieron en Espaรฑa sin el golpe de Franco, que obligรณ a la Repรบblica a buscar ayuda desesperadamente. Tras la victoria franquista a principios de 1939, y durante los siguientes tres largos decenios de dictadura, Franco exagerรณ sistemรกticamente la importancia de la influencia soviรฉtica e ignorรณ el hecho obvio de que sus propias acciones habรญan convertido a Espaรฑa en el juguete de intereses extranjeros. Uno de los grandes aciertos de Preston es su resistencia a la lรณgica polarizadora de la polรญtica en la era del fascismo y el antifascismo. No es partidario de nada, excepto del registro claro del asesinato masivo, sin importar quiรฉnes fueran los perpetradores y sus objetivos. Sin duda, no intenta minimizar la violencia soviรฉtica, o la violencia perpetrada por la izquierda en general. Le dedica la misma meticulosa atenciรณn al detalle que a las atrocidades de la derecha. Cuando concluye que una era sustancialmente peor que la otra, es el juicio cuidadoso de un historiador meticuloso.

 

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Este libro invita a reconsiderar el siglo XX europeo. Es difรญcil pasar por alto el parecido entre el bombardeo alemรกn de Guernica en 1937 y el bombardeo alemรกn de las ciudades polacas, empezando por Wieluล„ en 1939. Los tres propรณsitos bรกsicos del terrorismo polรญtico de Franco son idรฉnticos a los de los alemanes en la invasiรณn de Polonia, que se produjo menos de seis meses despuรฉs del final de la Guerra Civil espaรฑola: el asesinato de las รฉlites que podrรญan resistir, la intimidaciรณn de una poblaciรณn que se presumรญa hostil y la preparaciรณn de una dictadura futura. La pacificaciรณn de Franco tambiรฉn fue similar a los mรฉtodos que usaron los soviรฉticos cuando invadieron Polonia en 1939. Para entonces, Stalin habรญa dado un nuevo giro, aceptando la invitaciรณn de Hitler para destruir Polonia juntos. Que Franco, Hitler y Stalin emprendieran medidas bastante similares diseรฑadas para destruir fรญsicamente toda una รฉlite polรญtica en 1939 no solo hace pensar en la crueldad de finales de los aรฑos treinta, sino tambiรฉn en una tendencia mรกs amplia de la historia europea del siglo XX.

Pese a importantes diferencias ideolรณgicas, los tres regรญmenes eran ejemplos de la llegada de prรกcticas neocoloniales a la propia Europa. Los soviรฉticos autocolonizaron (en palabras de Stalin), al colectivizar la agricultura para construir una industria; los alemanes querรญan colonizar Europa oriental para construir un paraรญso agrario para los amos alemanes; Franco llevรณ tropas coloniales desde รfrica para restaurar un orden tradicional agrario y oprimir a un campesinado orientalizado. Los tres enfoques eran alternativas ideolรณgicas a la reforma agraria bajo condiciones democrรกticas, que en general habรญa fracasado; los tres eran respuestas econรณmicas a la Gran Depresiรณn, que parecรญa seรฑalar el final del capitalismo como tal; y los tres eran proyectos polรญticos de dominaciรณn agraria en una Europa en la que la expansiรณn marรญtima y por tanto el colonialismo tradicional ya no parecรญan posibles. En otras palabras, si se une la historia de la violencia autocolonizadora en el oeste de Europa (Espaรฑa) a la de Europa central (Alemania) y Europa oriental (la URSS), surge un nuevo modelo para el siglo XX. En la dรฉcada de 1930, el principal tema de la historia de Europa varรญa desde la colonizaciรณn a la autocolonizaciรณn. Despuรฉs, tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial (Europa occidental) o la desapariciรณn del comunismo (Europa oriental), pasa de la autocolonizaciรณn a la integraciรณn, donde integraciรณn significa, precisamente, el abandono de prรกcticas coloniales tanto en Europa como fuera de ella.

Estas son mis reflexiones sobre la forma del siglo europeo que sugiere el rotundo logro que es este libro. Quizรก habrรญa sido preferible que Preston hubiera integrado su espectacular estudio en una interpretaciรณn propia y mรกs amplia de la historia de Europa, en vez de recurrir a una obtusa apropiaciรณn del tรฉrmino “Holocausto”. Tras el agotador trabajo que supone reunir una historia tan exhaustiva de la atrocidad, es comprensible que Preston buscara un tรญtulo llamativo. Y, por supuesto, tiene bastante razรณn cuando seรฑala ciertas similitudes entre las experiencias espaรฑolas y judรญas. Franco era un antisemita que asesinรณ a civiles. Los aliados espaรฑoles de Franco daban mucha importancia a supuestas diferencias de sangre entre ellos y sus oponentes. A menudo, los refugiados espaรฑoles que huรญan de Franco terminaron en campos alemanes. Pero todo eso no hace un Holocausto.

El asunto no es que el exterminio nazi de los judรญos europeos no pueda nunca y de ningรบn modo compararse de manera รบtil con otros crรญmenes. El asunto es que la palabra “Holocausto” significa precisamente eso, y no otra cosa, y tenemos que preservar los tรฉrminos para tener la posibilidad de entender la historia. Alemania llevรณ a cabo otras polรญticas de asesinato masivo ademรกs del Holocausto; deberรญamos darles, y les damos, otros nombres. Otros Estados tambiรฉn implementaron polรญticas de asesinato masivo, y podemos y deberรญamos darles otros nombres. Si los espaรฑoles cometieron asesinatos masivos a finales de la dรฉcada de 1930, como Preston demuestra de forma convincente, deberรญamos intentar comprender ese acontecimiento (y es difรญcil imaginar un guรญa mejor que Preston), y despuรฉs deberรญamos encontrar un tรฉrmino adecuado. Ese tรฉrmino no es “Holocausto”, sencillamente porque “Holocausto” significa otra cosa. Este es un libro, en otras palabras, que no se puede juzgar por la cubierta. El tรญtulo es un error profundo, pero el trabajo histรณrico es soberbio. ~

 

© The New Republic

Traducciรณn de Daniel Gascรณn

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Timothy Snyder (1969) es un historiador estadounidense, profesor en la Universidad de Yale, especializado en la historia de Europa Central y del Este y en el Holocausto. Su libro mรกs reciente en espaรฑol es 'Nuestra enfermedad. Lecciones de libertad en un diario de hospital' (Galaxia Gutenberg, 2020).


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