A principios de octubre la corte espaรฑola acostumbraba retirarse al Escorial, en donde permanecรญa hasta alrededor del 10 de diciembre. El traslado era al gran monasterio de los Jerรณnimos, a unas cuatro horas de Madrid, sitio desde el cual el rey Felipe ii habรญa gobernado Espaรฑa y su gran imperio. (Luego se convertirรญa en hogar de los monjes Agustinos que establecieron allรญ una famosa universidad).
Con la llegada de la corte al Escorial el monasterio se transformaba por completo; los doscientos monjes se mudaban a las alas sur y oeste, y cedรญan sus celdas al rey y a la nobleza. El resto de la corte, los burรณcratas y las sirvientas, se aglutinaban en las fondas o posadas de los alrededores. El sainete de Ramรณn de la Cruz titulado La fonda del Escorial ofrece un vivo retrato de cuรกn incรณmoda era la vida en esos albergues.
El monasterio tenรญa una extraordinaria biblioteca donde Beaumarchais encontrรณ una gran ediciรณn antigua de Petrarca, y se lo contรณ al duque de la Valliรจre, quien tenรญa un gran interรฉs por los libros. La visita llenรณ a Beaumarchais de ansiedad: โUna de las cosas que mรกs me llamaron la atenciรณn es la condena que se hace en este magnรญfico monasterio de los libros de casi todos nuestros filรณsofos modernos, estampada en lo alto del coro de los monjes. Los libros proscritos estรกn ahรญ nombrados, por autor y tรญtulo, y โen particularโ condenan, no sรณlo a todos los libros de su amigo Voltaire, sino a cualquier cosa que el mismo Voltaire escriba en el futuroโ.
De vuelta en Madrid, Beaumarchais buscรณ llevar una vida plena. El dinero de Parรญs-Duverney lo hizo posible: ยกsesenta mil libras era una suma mรกs que considerable!, y empezรณ a ofrecer โcenas encantadorasโ. Cuando no estaba โen casaโ, iba a pasear al Prado, en compaรฑรญa de lord Rochford, el embajador britรกnico, que fungรญa como su fino maestro particular. Ese irregular sendero no era aรบn la gran avenida en la que se convertirรญa aรฑos despuรฉs, con el nombre de Salรณn del Prado โcuando el arquitecto Ventura Rodrรญguez la diseรฑรณ a manera de parque con hermosas fuentesโ, pero la gente ya iba ahรญ a pasearse en sus carruajes, para ver y ser vista. El Prado habรญa ganado fama, en comedias y romances espaรฑoles, como sitio de intriga y de atracos. Un arroyo lo recorrรญa por el medio y las vendedoras de naranjas, limones y castaรฑas se aplicaban en sus oficios: al parecer, en ocasiones, llevaban y traรญan mensajes secretos entre los amantes, de un carruaje a otro. El Prado estaba plagado de pordioseros. En El barbero de Sevilla Beaumarchais hace que el conde de Almaviva conozca ahรญ a Rosina, su futura condesa: โPor favor date cuentaโ, le dice Almaviva a Fรญgaro, โque la casualidad hizo que, hace seis meses, me topara en El Prado con una joven de una belleza inimaginableโฆ Ya la verรกsโ (Acto I, Escena 4). Tambiรฉn fue aquรญ โsi bien en el extremo norte, cerca de donde pronto estarรญa la admirable fuente con la estatua de la Cibeles, diosa de la fertilidadโ que unos quince aรฑos antes el pintor italiano Antonio Jolli representรณ con maravillosa calidez la gran calle de Alcalรก.
Beaumarchais asistรญa a tertulias en casas particulares y tambiรฉn a conciertos privados, como los que ofrecรญa su nuevo amigo lord Rochford, el embajador britรกnico de origen holandรฉs, pero descendiente del hijo ilegรญtimo de uno de los estatรบderes. Lord Rochford era un noble extravagante, tanto asรญ que, cuando abandonรณ Madrid, tuvo que empeรฑar toda su platerรญa. Una de sus locuras fue ordenar un cuadro con su escudo de armas en el centro. Su lema era Spes durat avorum (La esperanza dura en caminos apartados), pero el pintor errรณneamente escribiรณ Spes durat amorum (La esperanza del amor dura), algo que resultaba mรกs acorde con su agitada vida privada. (Despuรฉs Rochford fue embajador en Parรญs y, mรกs tarde, se uniรณ al desafortunado gabinete del Duque de Grafton como secretario de Estado del departamento del norte). Horace Walpole y Choiseul lo consideraban un tonto, pero Beaumarchais pensaba que Rochford era un hombre astuto.
En esos meses, Beaumarchais a menudo era el alma de las fiestas, o por lo menos asรญ se lo asegurรณ a su hermana Julie. Como era invierno es probable que las reuniones a las que asistรญa estuvieran animadas con bailes dirigidos por un bastonero, o maestro de ceremonias โelegido al azar entre los invitadosโ, que tenรญa que estar bien informado para hacer frente a los deseos y menoscabos de sus compaรฑeros de baile. La mรบsica quizรก corrรญa a cargo de una banda de concertistas ciegos que tocaban guitarras, violines, flautas u oboes, e incluso trompetas y contrabajos. Por lo general, en esa รฉpoca, los bailes se iniciaban y terminaban con un minueto (que solรญa bailarse con todo y sombrero), y tambiรฉn habรญa otros muy socorridos, como las contradanzas, asรญ como aquellos con un fuerte elemento de juego. Por ejemplo, la โmeonaโ, en la que los danzantes, en cรญrculo, tomaban un trago de agua y escupรญan en el centro de la rueda. La โmarcha chinaโ obligaba a los participantes a postrarse de pies y manos. Beaumarchais era muy bueno para ejecutar todos estos bailes, al menos asรญ lo afirma en sus recuentos, y no hay motivo para dudar de sus palabras.
Tambiรฉn, asistรญa a bailes pรบblicos que eran mรกs escandalosos, los llamados โbailes de candilโ, iluminados apenas por rรบsticos candelabros. En realidad se trataba de los primeros centros nocturnos. La puerta estaba abierta a todo el que quisiera entrar, en especial a majos y majas, un fenรณmeno social muy curioso. Se trataba de petimetres de clase trabajadora que se vestรญan de punta en blanco, y se veรญan afectados por una cortesรญa muy elaborada. Al bailar, algunos de ellos hacรญan gestos desenfrenados que escandalizaron incluso al mismo Beaumarchais, para quien el baile mรกs alarmante fue el fandango, ejecutado por dos personas que jamรกs se tocan pero que expresan todas las emociones presentes al momento de hacer el amor.
Beaumarchais le escribiรณ al duque de la Valliรจre:
Aquรญ se desconoce por completo lo que es bailar de manera normal, y por ello me refiero al baile figurado, porque no llamo asรญ a los movimientos grotescos y a menudo indecentes de los bailes de Granada, o bailes moriscos, que deleitan a estas gentes. Aquรญ el mรกs popular es uno que se llama fandango, cuya mรบsica posee una vivacidad extrema y cuyo entretenimiento estรก centrado en hacer pasos o movimientos lascivosโฆ Ni siquiera yo, que no soy el mรกs modesto de los hombres, pude evitar sonrojarme.
Sin alzar la mirada una joven espaรฑola de mรณdico talle se pone de pie para colocarse frente a un hombre terrenal y desenfadado. Ella comienza por extender sus brazos y chasquear los dedos, lo que continรบa haciendo a lo largo del fandango para marcar el tiempo; entonces, el hombre se vuelve, parece tomar distancia y regresa con varios movimientos violentos, a lo que ella responde con gestos similares, aunque con un poco mรกs de dulzura, pero siempre con ese chasquido de los dedos, y parece decirle: โMe rรญo de ti: vete adonde quieras que no serรฉ yo quien se canse primeroโ. Hay duquesas y otras damas distinguidรญsimas que sienten un entusiasmo ilimitado por el fandango.
El gusto por esta danza obscena, que quizรก podrรญamos comparar con la calenda de nuestros negros en Amรฉrica, estรก muy bien establecido entre estas gentes.
Incluso el mismo Casanova, cuando llegรณ a Madrid unos aรฑos despuรฉs, se mostrรณ asombrado, si acaso algo mรกs complacido que Beaumarchais, por esta exhibiciรณn: โLo que mรกs me gustรณ del espectรกculoโ, escribiรณ acerca de un baile de mรกscaras, โfue una danza maravillosa y fantรกstica que se dio a la media nocheโฆ el famoso fandangoโฆ Cada pareja baila sรณlo tres pasos, pero los gestos y las actitudes son los mรกs lascivos que pueda uno imaginar. Todo estรก representado, desde la primera expresiรณn de deseo hasta el รฉxtasis final. Es una autรฉntica historia de amor. No pude imaginar que una mujer rechace a su compaรฑero despuรฉs de este baile, pues parece exaltar los sentidos. Ese espectรกculo de bacanal me excitรณ tanto que estallรฉ en jรบbiloโ.
El fandango tenรญa su sitio dentro de la sociedad educada. Asรญ, en el sainete Las resultas de los Saroa, Guerrera, una dama, pregunta:
โยฟHabrรก fandango esta noche?
A lo que Granadina responde:
โDesde luego. Espero que dure hasta el amanecer.
Un poco despuรฉs Granadina le pregunta a un aguador gallego:
โY hoy, ยฟquรฉ vas a comer?
โFandangu โle responde el gallego.
Otro baile era la seguidilla, generalmente efectuado por cuatro parejas, al son de la guitarra y las castaรฑuelas, con un cantante que entonaba estrofas de cuatro versos y un estribillo. Habรญa muchos tipos de seguidillas, como las manchegas, andaluzas, gitanas y boleras. Con el tiempo, esta รบltima se transformรณ en el bolero, que proviene de las seguidillas y que aรบn cuenta con apasionados fanรกticos. Cada baile tenรญa sus propios movimientos, que nobleza y pueblo por igual se esmeraban en aprender con gran cuidado.
Beaumarchais escribiรณ la letra de una seguidilla, que acompaรฑaba con mรบsica de guitarra:
Aunque me rรญo, [le escribiรณ a su hermana en Parรญs] podrรญa enviarte versos escritos para tu serviteur de las seguidillas espaรฑolas que son variedades muy bonitas, pero cuyas letras casi nunca tienen el menor valor. Aquรญ, como en Italia, se dice que las palabras no son nada, y la mรบsica lo es todoโฆ Pero un momento, caballeros, no dejemos que la alegrรญa de la noche eche a perder el trabajo de la maรฑana. De modo que, durante el dรญa, continรบo como siempre, escribo y pienso en asuntos de negocios y, por la tarde, me abandono a los placeres de una sociedad tan ilustrada como bien elegida.
Recibe la รบltima seguidilla que proviene de mi pluma y que ha tenido gran รฉxito. Aquรญ todo el que habla francรฉs la sabe. Escribรญ la letra como si una pastora llegara a un encuentro primero que el hombre, a quien le recrimina haberla hecho esperar. La letra es esta:
Las promesas de los amantes
Son ligeras como el viento, y sus dulzuras,
Trampas engaรฑosas,
Ocultas bajo las flores.
Ayer, Lindor, en un deleite encantador,
Otra vez me jurรณ
Que sus suspiros de amor,
Ante la expectativa de placer, su deseo despertรณโฆ
โMi querido Boisgarnierโ, aรฑadiรณ, empleando uno de los apodos que usaba la familia Caron: โvoy a tomar un jarabe de cilantrillo porque, desde hace tres dรญas, he tenido un horrible resfrรญo que se me subiรณ a la cabeza, pero me envuelvo en mi bata espaรฑola y me pongo un buen sombrero de bandolero; es lo que aquรญ se llama capa y sombrero, y cuando un hombre se echa la capa al hombro, puede ocultar parte de su rostro y por eso se le llama embozadoโ.
โLindorโ, quien Beaumarchais supone aquรญ es amigo de la pastora, es el alias del conde de Almaviva en el Acto I, Escena 2, de El barbero de Sevilla, y es un nombre que a menudo aparece en obras y cuentos de la รฉpoca, como por ejemplo en Le Scrupule, la historia de Marmontel, escrita en 1761. Sir Walter Scott alguna vez afirmรณ: โPor Dios, ya basta de otro Corydon o de otro Lindorโ. Beaumarchais tenรญa un Lindor en un sainete inconcluso titulado El sacristรกn, que escribiรณ al regresar de Parรญs, en 1765.
En lo que se refiere a otros sitios que Beaumarchais pudo haber visitado en Madrid, sin duda estรก la oficina principal de la Real Academia de Artes, en aquella รฉpoca ubicada en el segundo piso de un edificio largo al que llamaban La Panaderรญa, en la Plaza Mayor. Comparable a la Place du Marais, data del siglo XVII y a veces se le usaba para ejecuciones pรบblicas. Cuando asรญ ocurrรญa, todas las ventanas de la plaza se cerraban. Si la ejecuciรณn era por garrote vil, el andamio se colocaba cerca del Portal de Paรฑos; si era por ahorcamiento o decapitaciรณn, se ubicaba en la Carnicerรญa, adonde la gente acudรญa a comprar carne.
La Plaza Mayor tambiรฉn servรญa de mercado โsobre todo, tal y como ocurre hoy, durante la Navidad, cuando habรญa gran cantidad de adornos religiosos, incluyendo muchos pesebres, asรญ como vendedores de pavo que pregonaban su producto a gritos, afiladores de cuchillos de Galicia o de Francia, vendedores de aceite (โยกAite, aite!โ), y guapas mujeres que ofrecรญan castaรฑas.
Al parecer Beaumarchais no visitรณ ninguna taberna, posada o expendio de vino (a excepciรณn del cuarto oscuro en donde veรญa los fandangos), ni la plaza de toros que estรก pasando la Puerta de Alcalรก, construida diez aรฑos antes por el difunto rey Fernando VI. Carlos II, al igual que su padre, Felipe V, no gustaba de las corridas de toros. Si Beaumarchais hubiera asistido a una, รฉl โque provenรญa de un paรญs que ama a los perrosโ, se habrรญa sentido muy perturbado por el uso, entonces frecuente, de esos animales en el ruedo.
Para la Navidad de 1764 Beaumarchais aรบn estaba en Madrid. En Nochebuena, le escribiรณ al Duque de Valliรจre que le parecรญa โla mรกs completa saturnalia romanaโ. La incontrolable licencia que reina en las iglesias en nombre de la alegrรญa le parece increรญble. Hay una en donde hasta los monjes bailan en el coro con castaรฑuelas. La gente hace el paroli (un complicado juego musical), con calderones, silbatos, globos, zapateados y tambores. Luego estรกn los gritos, canciones, peligrosas maromas; parece una feria, una bacanal que desborda las calles toda la noche: โEn una iglesia contigua a mi casa hubo, durante ocho dรญas, una misa cantada, con su infernal faburden (harmonizaciรณn coral), y todo en honor del nacimiento de Cristo, que era el mรกs tranquilo y sabio de los hombresโ.
El รบltimo dรญa de 1764, el rey cambiรณ su residencia principal madrileรฑa y se trasladรณ, del viejo Palacio del Retiro en el este de la ciudad, al nuevo palacio construido en el oeste por el arquitecto italiano Sabatini sobre las ruinas del viejo Alcรกzar, incendiado accidentalmente en 1734. El nuevo edificio era magnรญfico y fue hogar de los reyes hasta el derrocamiento temporal de la monarquรญa espaรฑola, en 1931. Cuando Napoleรณn lo recorriรณ con su hermano Josรฉ, a quien habรญa impuesto en el trono espaรฑol, en 1808, comentรณ: โVas a estar mucho mejor alojado que yoโ. ~
โ Traducciรณn de Laura Emilia Pacheco
ยฉ 2006, Hugh Thomas.