Brando

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Queríamos a Brando acá en el bote
     queríamos recuperar a Brando
     que llevaba siete años de prenda de guerra
     encarcelado en la Capilla Sixtina
     convertida en celda de la conciencia
     por los disciplinantes milenaristas
     Pero los milenaristas no lo querían soltar
     Estaban embelesados con la captura de Brando
     y lo hacían pasearse mirando el techo
     y con la primera bajada de cuello
     amenazaban con agregarlo al Juicio Final
     mientras afuera rodeábamos cómo sacarlo
     cómo irrumpíamos sin rozar la capilla
     Mas seguido de arduas comidas privadas
     de bajas recíprocas y de graves daños
     y con atentados colosales durante los postres
     donde las llamas ensanchaban las sacristías
     canjeamos a Brando por un Tiziano
     guardado en el mar bajo armamento
     para cubrir expensas de gustos caros
     Así que así subimos a Brando al Harrier
     y le abrazamos la papada en la nave
     pero Brando venía difícil y contrariado
     venía con la boca mordida de ayunos
     y al posarnos suave en la cubierta del Cittá Felice
     mandó a escobillar su abrigo de sacos
     y soltó el racimo que traía en la lengua:
     Prescindiré de recepciones ni cancillerías
     Prescindiré del alcohol, de las pastas
     de los helados de asiento de alcachofa
     de los propensos excesos al desengaño
     y de mis mujeres que me han crucificado
     Pero no cruzaré el desierto
     para hacerme perdonar
     el oro del dolor que he infligido
     No fornicaré, no me deleitaré
     ni me pondrán de rodillas
     No quiero ni demostrar, ni sorprender
     ni divertir, ni persuadir
     Aspiro al fin de mí mismo en vida
     y sin la constatación de mi muerte
     Nadie me volverá a ver en mil milenios
     El tiempo se está acabando. Es serio
     Los dura sangre y las orugas de la miseria
     no cejarán hasta devastarme. Lo sé
     A un mimo como yo no puede permitírsele vivo. –

— Tomado del libro La Tirana. Los Sea Harriers, Tajamar Editores, Santiago de Chile, 2003.

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