Cantos nazis

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“No es una apologรญa del nazismo, por el contrario”, me dice la gentil directora del Museo Universitario Arte Contemporรกneo, Graciela de la Torre, antes de entrar a la exhibiciรณn Cantos cรญvicos del artista Miguel Ventura. “Es una crรญtica feroz”, agregan los amables funcionarios que me acompaรฑan en el recorrido. “Este viaje -explica un cartel puesto en la entrada- parte de una parodia a los sistemas totalitarios que tuvieron su mayor significaciรณn histรณrica en el nacionalsocialismo y sus crรญmenes de lesa humanidad. A partir de allรญ y hasta nuestros dรญas, estas prรกcticas sociales y polรญticas han conocido otros polos de desarrollo que la ficciรณn de Cantos cรญvicos quiere someter a crรญtica”. La inmediata profusiรณn de suรกsticas y signos de dรณlares revela que esos “polos” son, en realidad, un “polo” รบnico: el neoliberalismo. “Al asociar el nazismo al neoliberalismo -se me instruye- el artista representa y denuncia los crรญmenes de esas ideologรญas: el neoliberalismo es tan deleznable como el nazismo”. Advertido pues de lo que la exposiciรณn quiere y no quiere expresar, penetro por un estrecho tรบnel de plรกstico transparente al mundo de Ventura.

Se trata de una instalaciรณn en tonos predominantemente amarillos y rojos que semeja el interior de una gran casa hecha con cubos de “Lego”. Una ornamentaciรณn compuesta por miles de pequeรฑas suรกsticas de poliuretano. El visitante recorre los pasillos y laberintos, se desvรญa a recintos laterales, sube un piso, presencia a travรฉs del cristal un laboratorio de ratas vivas. Pero el foco de atenciรณn no es tanto la estructura fรญsica como las imรกgenes expuestas en sus paredes, que, con un efecto caleidoscรณpico, presentan la tesis de Ventura.

“Es una parafernalia sin contenido”, dice uno de mis acompaรฑantes, y abunda: fue tal el “rechazo” de Ventura al nazismo que desde hace muchos aรฑos se puso a coleccionar todo tipo de objetos de aquella รฉpoca. En mi modesta visiรณn, la “parafernalia” tiene contenido. ยฟQuรฉ veo? Veo alineadas cientos de fotos o postales de oficiales nazis, hombres jรณvenes en su inmensa mayorรญa, varios de la S.S., perfectamente limpios, marciales, rubios, arios. Veo tambiรฉn pinturas de oficiales nazis en tiernas escenas familiares, libros de juegos infantiles regalados por el Fรผhrer, juguetes alusivos y cuadernos de cantos escolares (que hacen un eco con los coros marciales, los himnos, las canciones o variaciones de la รฉpoca que los visitantes escuchan en el recorrido). Veo รณleos bucรณlicos, paisajes montaรฑosos, pรกginas extraรญdas de revistas y รกlbumes. En una de las paredes, la marcha visual de los oficiales nazis desemboca de pronto en un collage de recortes homoerรณticos. No lejos de allรญ el paseante puede contemplar una muestra de penes erectos. Hay tambiรฉn figuras de ratas en el piso y platos de excremento en varios muros. El nazismo mexicano estรก presente (sin explicaciรณn) en los textos laudatorios que en 1940 publicรณ sobre Hitler uno de los mexicanos mรกs cรฉlebres de la historia: Josรฉ Vasconcelos.

Al neoliberalismo, ese otro “poder totalitario” que Ventura ha querido denunciar, se le representa con un despliegue de fotografรญas de militares estadounidenses, y otras figuras del Establishment de ese paรญs: patronos del arte, jerarcas del dinero (algunos con nombre judรญo como Rotschild, Rothenberg, Blavatnik), economistas (Milton Friedman). Todos comparten el espacio con Hitler. Pero como el neoliberalismo, bien se sabe, ha infectado a Mรฉxico desde hace varias dรฉcadas, Ventura enmarca a Hitler junto a Miguel Alemรกn, Maximino รvila Camacho y algunos famosos empresarios mexicanos de los aรฑos cuarenta. En otra secciรณn aparecen recortes recientes de pรกginas sociales, rostros de la burguesรญa y fotografรญas de Carlos Salinas de Gortari, acompaรฑado de empresarios muy conocidos. Son los nuevos “nazis” de Mรฉxico.

Noventa mil personas, la mayorรญa jรณvenes, han visitado la exposiciรณn. “Discuten mucho”, me dice la directora. El dato, confieso, no me convence. ยฟQuรฉ clase de parodia es รฉsta, que, de tan ambigua o tรกcita, es incapaz de sostenerse por sรญ misma y tiene que recurrir a “facilitadores” externos que la justifiquen? La obra es tan pretenciosa y autorreferencial, tan complacida de su supuesta y delirante lucidez, que no alcanza a darse cuenta de los inmensos equรญvocos que propaga. El caos de imรกgenes y conceptos que acumula se resuelve en un error รฉtico-polรญtico verdaderamente grave. Cabe resumirlo en tres argumentos.

Hablar de “totalitarismo” en el mundo moderno sin hacer la menor referencia al totalitarismo comunista es no hablar de totalitarismo. O peor aรบn, es encubrir al totalitarismo de izquierda. El comunismo en su vertiente soviรฉtica y china dejรณ una estela de terror, hambre y muerte apenas comparable con la del rรฉgimen nazi en la Segunda Guerra Mundial. Sรณlo en el caso de Stalin y Mao (por no mencionar los crรญmenes de Kim Il Sung y Pol Pot) se trata de decenas de millones de muertos (perfectamente documentados) como resultado de hambrunas, deportaciones, persecuciones, confinamientos, ejecuciones y actos de abierto exterminio.

Una crรญtica del nazismo que no hace referencia al Holocausto no es una crรญtica al nazismo: es, por lo menos, un ocultamiento del nazismo. Ventura se regodea (por repulsiรณn, claro estรก) en los sonoros cantos nazis pero guarda total silencio sobre el Holocausto: ni una imagen, ni una cifra, ni un texto, ni un atisbo. Me pregunto quรฉ pensarรก un joven preparatoriano que carezca de la informaciรณn bรกsica sobre el tema (los hornos crematorios, el asesinato sistemรกtico de seis millones de personas incluido un millรณn de niรฑos) al recorrer la exhibiciรณn. ยฟQuรฉ elementos tendrรก para ponderarla, compararla, “discutirla”?

En opiniรณn de Ventura, “el nazismo es parte de una estructura capitalista occidental que existe todavรญa hoy bajo muchas formas”. Mรกs allรก de todos los abusos e injusticias imputables a la economรญa de mercado o a las tropas norteamericanas en Iraq, ยฟson en verdad equiparables al horror nazi? ยฟEn verdad son lo mismo Hitler y Milton Friedman? ยฟQuรฉ estadรญsticas sustentan esta comparaciรณn? Por otra parte, no estรก de mรกs recordar que el nacionalsocialismo detestaba al liberalismo y sospechaba del libre mercado. En esto sus raรญces intelectuales se asemejan mรกs bien a las del socialismo inscrito en su propio nombre.

Cantos cรญvicos, cuya ambiciรณn es convertirse en una “obra de arte total”, no es mรกs que un confuso carnaval de sรญmbolos en el que todo equivale y, por eso mismo, todo da igual. Por su fascinaciรณn con la estรฉtica del nazismo y su rechazo a incorporar el tema del Holocausto, la intenciรณn parรณdica de Ventura no produce una denuncia sino una trivializaciรณn.

Eso, en el mejor de los casos. La directora me dice que en una ocasiรณn, a la salida de la exposiciรณn, vio a una joven llorar. El dato no me conmueve. En esa circunstancia, su llanto pudo tener cualquier origen menos el del dolor infligido por el nazismo al gรฉnero humano. Ese dolor no estรก en la exposiciรณn. Ese dolor se enmascara en la exposiciรณn. Lo que Ventura dice es… lo que dice que no dice. Su crรญtica no es crรญtica: su crรญtica es propaganda. Cantos cรญvicos son “Cantos nazis”: indignos del maravilloso recinto que los alberga, indignos de la magna instituciรณn que, inexplicablemente, los acoge.

– Enrique Krauze

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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