Las memorias de editores son libros con un mercado muy estrecho, compuesto sobre todo por editores y periodistas culturales. Desafiando esa hipรณtesis, la editorial Trama lanzรณ hace algunos aรฑos una colecciรณn exclusiva con libros acerca de Einaudi o Jerome Lindon y la pequeรฑa obra maestra de Diana Athill, Stet. El pasado mes de junio, mientras se hacรญa oficial la fusiรณn de Random House y Penguin que creaba el mayor grupo editorial del mundo, salรญa a la calle Llamรฉmosla Random House, las memorias de Bennet Cerf, fundador de esa famosa editorial, publicadas pรณstumamente en 1977 pero hasta ahora inรฉditas en castellano.
Cerf (1898-1971), nacido en una familia judรญa neoyorquina, heredรณ una suma considerable de su abuelo materno y tras graduarse en Columbia y hacer unos pinitos en Wall Street, siguiรณ su vocaciรณn y en 1923 entrรณ en el mundo editorial de la mano de Horace Liveright. Al cabo de un par de aรฑos decidiรณ que era la hora de lanzarse por su cuenta y, con el apoyo de su viejo amigo Donald Klopfer, comprรณ a su mentor (ahogado por las deudas) el sello Modern Library, que se dedicaba a publicar grandes obras en ediciones especiales, una especie de protobolsillo. Pronto, como es inevitable, les entrรณ el gusanillo de publicar originales, sin una lรญnea fija, o sea at random, y de ahรญ sacaron el nombre, Random House, que vio la luz en febrero de 1927.
El bienhumorado libro de Cerf estรก lleno de nombres y de anรฉcdotas. La lacรณnica frase de Liveright (“No olvides que todo autor es un hijo de puta”) cuando tras lograr un suculento contrato en Hollywood para una obra de Theodore Dreiser le recuerda que en virtud de un acuerdo previo le corresponde un porcentaje y este, en presencia de Cerf, le tira una taza de cafรฉ hirviendo a la cara. O el ataque de celos de Sinclair Lewis, que se despertรณ de madrugada para comprobar que Cerf le habรญa dejado durmiendo para tomar una copa con Faulkner. O el texto de contraportada de un libro de Gertrude Stein en el que admite no haber entendido nada del libro, ni siquiera el tรญtulo. Tambiรฉn hay reflexiones tan vรกlidas hoy que resultan frustrantes. Tras la muerte de Liveright, en 1933, Cerf describe en el Publishers Weekly los motivos que llevaron a la ruina a su antiguo jefe: “la intensificaciรณn de la competencia […] y, sobre todo, la disminuciรณn de puntos de venta y los mรกs estrechos mรกrgenes de beneficio”. La justificaciรณn de por quรฉ publicรณ la รบltima obra de Sinclair Lewis pese a ser bastante mala: “cualquiera que sepa algo sobre el mundo literario debe recordar que si se rechaza un manuscrito de un autor muy reputado, siempre habrรก otros dispuestos a publicarlo, por lo que solo conseguirรญamos destruir la relaciรณn con el autor”.
Pero, en general, la historia de Cerf es una historia de รฉxito. El gran equipo que componรญa con Klopfer, su talento para los negocios y la publicidad, la confianza puesta en editores como Saxe Commins, Jason Epstein o Robert Loomis (una lecciรณn que aprendiรณ de Liveright fue la de fiarse siempre de sus editores a la hora de contratar libros) le permitieron seguir creciendo. En 1960 comprรณ a su amigo Alfred Knopf el sello homรณnimo, y al aรฑo siguiente Pantheon Books. En 1965, vendiรณ lo que ya era un importante grupo editorial a la corporaciรณn RCA por casi cuarenta millones de dรณlares. Habรญa pagado 215.000 dรณlares por Modern Library cuarenta aรฑos antes. Su muerte le impidiรณ ver cรณmo en 1980 RCA vendiรณ el grupo a la familia Newhouse, propietaria de un importante grupo de revistas, por setenta millones de dรณlares. Los Newhouse, a su vez, tras comprobar cuรกn difรญcil era conseguir sinergias entre las revistas y las editoriales, optaron por vender en 1998, esta vez al gigante alemรกn Bertelsmann, que ya era propietario de varias editoriales estadounidenses. Fueron 1.400 millones de dรณlares y una consecuencia multiplicadora: Bertelsmann decidiรณ agrupar a todas sus empresas editoriales (en EEUU, Reino Unido, Canadรก, Australia, Nueva Zelanda, Espaรฑa, Amรฉrica Latina y brevemente Corea del Sur y Japรณn) bajo el nombre Random House (donde trabajo). El รบltimo paso ha sido la mencionada fusiรณn con Penguin.
Una historia muy distinta es la que cuenta Manuel Aguilar (no relation) en Una experiencia editorial (Aguilar, 1964), un libro maravilloso. En los sesenta Aguilar, Salvat y Espasa eran las tres catedrales que dominaban la ediciรณn espaรฑola. El coloso que creรณ Aguilar llegรณ a tal envergadura que, en un ejemplo asombroso de integraciรณn vertical, tenรญa hasta rebaรฑos de cabras y tenerรญas para asegurarse el suministro de cuero con que encuadernar sus libros. Todo desde un origen muy humilde. Hijo de un maestro de pueblo en Valencia, con apenas doce aรฑos se colocรณ de mozo en la blascoibaรฑesca Editorial Sempere. Tras una juventud plena de vicisitudes acabรณ exiliado en el Parรญs de los aรฑos diez, y se empleรณ como traductor para editoriales francesas y espaรฑolas que publicaban para el mercado latinoamericano (traducciones “libres”: “Me atuve a las condiciones de que la traducciรณn no rebasara las ciento cincuenta pรกginas habituales […]. Quedaba al arbitrio del traductor sintetizar o mutilar el texto original”). Pronto pasรณ a ser el representante de los principales editores franceses en Buenos Aires y de ahรญ a ser contratado por Hachette, en 1914, para establecer una distribuidora de libros y revistas en Espaรฑa (donde creรณ la red de librerรญas de las estaciones) y luego en Argentina, la SGEL.
Pero Aguilar desde el principio insistรญa en la necesidad de que Hachette apostara tambiรฉn por la ediciรณn de libros. Tras casi diez aรฑos de negativas, decidiรณ finalmente hacerlo por su cuenta y en 1923 creรณ la editorial Aguilar, que pronto prosperรณ con la publicaciรณn sobre todo de obras de ensayo. La publicaciรณn de la primera ediciรณn รญntegra de El capital le permitiรณ comprarse un Chrysler imperial, que en la Guerra Civil fue incautado por los comunistas: “Carlos Marx me lo dio y Carlos Marx me lo quitรณ”, explica en las memorias. La guerra, que pasรณ en Madrid, supuso un golpe durรญsimo, pero a su fin supo aprovechar las oportunidades que le concedรญan su catรกlogo y algunas particularidades (por ejemplo el uso del papel biblia que no estaba sujeto a cupos). Ademรกs, la apertura de varias librerรญas en Madrid y la expansiรณn en Amรฉrica contribuyeron al รฉxito.
Una experiencia editorial provoca menos sonrisas que las memorias de Cerf, en parte por el alambicado estilo de su autor, pero hay algunas joyas: “Entre los libros que el editor debe leer con frecuencia, han de figurar los de su propia contabilidad”. O cuando, al describir en 1963 el Barrio Chino barcelonรฉs de 1905, dice “En aquel tiempo no se falsificaban atmรณsferas para dar al turista el escalofrรญo de codearse con el hampa.” O al hablar de la prensa: “Autores, editores y libreros hemos suspirado, antes de 1936 y en tiempo posterior, por alcanzar la centรฉsima parte del espacio otorgado a ciertos deportes, a las corridas de reses bravas y a su mundo especial, al cinematรณgrafo y a la reseรฑa de conciertos musicales y de obras teatrales de cualquier gรฉnero.”
Quizรก lo mรกs triste es comprobar cรณmo los planes sucesorios tan bien trazados por Manuel Aguilar no aguantaron la prueba del tiempo. A su muerte en 1965, su sobrino tomรณ las riendas, pero no pudo evitar un declive que culminรณ con la quiebra en 1982, propiciada en gran parte por los problemas en Amรฉrica, donde tenรญa una cifra de negocio asombrosa para la รฉpoca de 1.500 millones de pesetas (nueve millones de euros). En 1986 fue adquirida por Jesรบs de Polanco, y desde entonces es un sello del grupo Santillana, junto a Alfaguara o Taurus.
La lectura de las dos memorias arroja una conclusiรณn y una duda. En el debate entre cambio y continuidad, en el nรบcleo del mundo editorial hay mucho mรกs de lo segundo que de lo primero. El adanismo ambiental es tan presuntuoso como ignorante. La duda es por quรฉ comparativamente son tan endebles las empresas culturales espaรฑolas. Pero quizรก sea una pregunta mal planteada. Si los rumores acerca de la compra de las editoriales generalistas de Santillana por parte de Random House se confirman, las criaturas de Bennett Cerf y de Manuel Aguilar acabarรกn bajo el mismo paraguas. Aunque el nombre elegido al azar por Cerf sea el que impere, ¿sobrevive mรกs su espรญritu? Probablemente no, porque no sobrevive el de ninguno de los dos. Quizรก haya que juzgar a las editoriales por lo que son y no por lo que han sido, por lo que publican y no por la personalidad mรกs o menos pintoresca y atractiva de sus fundadores. Para eso estรกn sus memorias. ~
Miguel Aguilar (Madrid, 1976) es director editorial de Debate, Taurus y Literatura Random House.