Javier Pradera y la circulaciĆ³n de las ideas

Es muy difĆ­cil negar la importancia de Alianza, deĀ El PaĆ­sĀ y en su medida deĀ Claves, tres claros casos de Ć©xito editorial.
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Javier Pradera llegĆ³ a la ediciĆ³n casi por descarte, y gracias a que el padre de su amigo Gabriel Tortella habĆ­a entrado como socio en la editorial Tecnos. Su militancia comunista y el paso por cĆ”rcel tras los sucesos del 56 le impedĆ­an ejercer la oposiciĆ³n de jurĆ­dico militar que habĆ­a obtenido, y tambiĆ©n bloqueaban su entrada a la docencia universitaria. De hecho, el proyecto de tesis doctoral que escribiĆ³ entre rejas, ā€œLa mitologĆ­a falangista (1933 ā€“ 1936)ā€, un brillante anĆ”lisis de la ideologĆ­a falangista en los aƱos previos a la Guerra Civil, durmiĆ³ el sueƱo de los justos hasta que fue rescatada y publicada por el Centro de Estudios PolĆ­ticos y Constitucionales a la muerte de Javier. Ante ese oscuro panorama laboral, ya casado y con familia, trabajar como agente comercial de una editorial seria y de prestigio debĆ­a de parecer una oportunidad inmejorable.

Desde Tecnos, un encuentro fortuito con Arnaldo Orfila, el mĆ­tico editor argentino director del FCE  mexicano, le llevĆ³ a dirigir el desembarco del Fondo en EspaƱa, empresa que abandonĆ³ tras la polĆ©mica salida de Orfila. Siguieron los aƱos gloriosos de Alianza, el sello que creĆ³ JosĆ© Ortega con Jaime Salinas, procedente de la glamurosa Seix Barral barcelonesa, encargado de la ficciĆ³n y de Alianza Tres y Pradera al mando de la no ficciĆ³n y de Alianza Universidad. Jaime Salinas era hijo de Pedro Salinas, poeta exiliado del 27, polĆ­glota y refinado miembro de los mĆ”s selectos cĆ­rculos de la ediciĆ³n internacional, amigo de los Einaudis, Rohwolts, Rossets, Gallimards. El padre y el abuelo de Pradera fueron fusilados por los republicanos en la evacuaciĆ³n de San SebastiĆ”n, como huĆ©rfano de la guerra su disidencia era un doble desafĆ­o al rĆ©gimen; su experiencia editorial le vinculaba mĆ”s con la AmĆ©rica de habla hispana, sus grandes sellos y sus exiliados espaƱoles que con Europa; su desaliƱo era legendario. Debieron de formar una combinaciĆ³n imbatible. AdemĆ”s, coincidieron tres factores clave: el enriquecimiento de la poblaciĆ³n, la llegada de una numerosa generaciĆ³n de jĆ³venes mĆ”s formados y la relajaciĆ³n de la censura con la Ley Fraga. El libro de bolsillo de Alianza, que ponĆ­a las mejores obras de la literatura y el pensamiento occidental al alcance de todos, fue una autĆ©ntica revoluciĆ³n.

Pero Salinas se fue a relanzar Alfaguara, comprada por los Huarte a Cela, y Pradera, nombrado director gerente por Ortega, tuvo que afrontar al poco tiempo una crisis dramĆ”tica que casi acaba con Alianza. Para resolverla, Pradera logrĆ³ que Diego Hidalgo, empresario adinerado vinculado a El PaĆ­s, entrara en el accionariado, decisiĆ³n que mĆ”s tarde probablemente lamentĆ³.

Como dijo en mĆ”s de una ocasiĆ³n, Pradera no dejĆ³ la ediciĆ³n, la ediciĆ³n le dejĆ³ a Ć©l. Tras una ampliaciĆ³n de capital que Pradera no considerĆ³ necesaria, Hidalgo se convirtiĆ³ en accionista mayoritario de la empresa, y al cabo de pocos aƱos decidiĆ³ poner su participaciĆ³n en venta. Sin embargo, no dio opciĆ³n a que optaran a ella empleados o accionistas minoritarios. El desencuentro acabĆ³ con un portazo de Pradera y dos fascinantes ā€œinformes al consejoā€, recogidos por Jordi Gracia en Javier Pradera, itinerario de un editor (Trama, 2017), donde reluce la contraposiciĆ³n entre la funciĆ³n empresarial y la funciĆ³n cultural de una editorial, o como le gustaba decir a Pradera en tĆ©rminos marxianos, el valor de uso y el valor de cambio de un libro, y el acerado sentido del humor y la mala leche de su autor.

Desde ese momento, a comienzos de 1989, su vinculaciĆ³n con el mundo editorial fue la de un observador curioso del devenir de un sector que sentĆ­a como suyo; un participante ocasional gracias a la tupida red de contactos que siempre mantuvo, ya fuera como asesor de MarĆ­a Cifuentes en Taurus, presidente del Premio Comillas de Tusquets; amigo eterno de Xavier Folch; o reseƱista en Babelia. TambiĆ©n saciĆ³ el gusanillo de publicar, de animar debates y estimular ideas, con la fundaciĆ³n en 1990 de la mano de Fernando Savater la revista Claves de RazĆ³n PrĆ”ctica, durante muchos aƱos la mejor revista de pensamiento de EspaƱa de lejos. La funciĆ³n de observador curioso le llevĆ³ a firmar durante esos aƱos varios de los mĆ”s lĆŗcidos e inteligentes ensayos sobre la ediciĆ³n, su historia, su devenir y su situaciĆ³n a comienzos del siglo XXI. Esa obra teĆ³rica, recogida tambiĆ©n en el imprescindible volumen de Gracia, merece una lectura reposada.

Pero hemos pasado por encima de dos etapas muy importantes. La primera es su paso de perfil por la editorial Siglo XXI, fundada por Orfila tras su salida de FCE. Con una arquitectura muy compleja, ya que habĆ­a un Siglo XXI en EspaƱa, otro en MĆ©xico y otro en Argentina, y un imposible intento de coordinaciĆ³n llamado Intersiglos, Pradera llegĆ³ a decir que Siglo le habĆ­a ā€œproducido mĆ”s disgustos, quebraderos de cabeza, desgaste nervioso y ocupaciĆ³n de horas que cualquier otra cosa en mi vidaā€. Era un sello totalmente comprometido con la RevoluciĆ³n cubana y la izquierda mĆ”s militante, el alejamiento de Pradera probablemente se retroalimenta con una moderaciĆ³n acelerada de sus ideas polĆ­ticas desde su desvinculaciĆ³n del PCE a mediados de los sesenta.

La otra etapa, que realmente ocupa desde 1974 hasta su muerte en 2011, es la de El PaĆ­s. Como jefe de opiniĆ³n primero y luego como columnista y miembro del comitĆ© editorial, Pradera llevĆ³ consigo a las pĆ”ginas del periĆ³dico a buena parte del grupo de intelectuales que empezĆ³ a tratar como gerente del FCE y a publicar en Alianza. Con las inevitables altas y bajas ā€“por los mĆ”s variados motivos que se resumen en uno: el paso del tiempoā€“, es tambiĆ©n el grupo que publicarĆ” en Claves. En ese sentido, Pradera era un editor que trascendĆ­a el medio, operaba en periĆ³dicos, en revistas y en libros. Lo que captaba y por lo que apostaba era la inteligencia de un autor y su dominio de una materia ā€“basta recordar los nombres de algunos de sus colaboradores a lo largo de los aƱos en Alianza: Calvo Serraller en arte, Miguel Artola en historia, Luis Ɓngel Rojo en economĆ­a, Fernando VallespĆ­n en polĆ­tica. El formato era lo de menos.

Es muy difĆ­cil negar la importancia de Alianza, deĀ El PaĆ­sĀ y en su medida deĀ Claves, tres claros casos de Ć©xito editorial. Le decĆ­a Salinas a Juan Cruz en un libro de conversaciones que Javier ā€œera una persona mucho mĆ”s pragmĆ”tica y realista que yoā€ (y no es un elogio), pero a continuaciĆ³n afirma que es ā€œuna de las personas mĆ”s brillantes que hay en EspaƱaā€ (que es un inmenso elogio porque Salinas no era propenso a darlos). Creo que hay que considerar la trayectoria de Pradera allĆ­ por donde pasĆ³ como algo mucho mĆ”s uniforme y coherente, casi desde los tiempos de la disidencia clandestina, cuando se trataba de hacer circular ideas. En eso siguiĆ³ toda su vida. ~

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Miguel Aguilar (Madrid, 1976) es director editorial de Debate, Taurus y Literatura Random House.


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