Si uno pasa la palabra “cochinero” por el buscador google el primer resultado es la pรกgina tomisimo.org: un diccionario inglรฉs-espaรฑol que la traduce como “dirty mess”. Los otros diccionarios en lรญnea andan por lo mismo: cochinero es “porcuno”; algo “propio de cerdos”; “frutas de mala calidad que comen los cerdos”, etcรฉtera.
Es demasiado literal, claro, y obviamente alejado del significado que tiene en Mรฉxico, donde “cochinero” hoy significa “ganaron los otros, pero ganaron recurriendo a trampas comparables en sabor, olor y textura a un chiquero” (que es como se llama el corral de los cochinos en la granja). Pero “cochinero” tampoco aparece en el Diccionario de la Real Academia Espaรฑola (DRAE) ni en el muy eficiente Diccionario breve de mexicanismos que la Academia Mexicana de la Lengua tiene en lรญnea, ni en el laborioso Diccionario del espaรฑol de Mรฉxico de El Colegio de Mรฉxico…
Desde luego, un diccionario mexicano capaz de contener todas las expresiones y usos particulares que los mexicanos construimos –a partir del castellano, sobre todo, y del inglรฉs, el francรฉs, el nรกhuatl, el chicano, el tintรกn, el cantinflas y el PRIรฑol despuรฉs– es imposible: tendrรญa que ser una catarata del niรกgara tamaรฑo natural, siempre igual y siempre diferente, que en vez de agua llevase palabras raras, gritos estentรณreos, calรณ secreto y frases alharaquientas en eterna metamorfosis.
“Cochinero” no aparece tampoco en el pasmoso ensayo que, solitaria y tenazmente, realizรณ el escritor Hรฉctor Manjarrez en su reciente รtil y muy ameno vocabulario para entender a los mexicanos (Editorial Grijalbo, 2011). Un Vocabulario que recoge casi tres mil palabras, giros usos y expresiones del “idioma” mexicano, sobre todo el de la capital del paรญs, que el escritor pepenรณ en los mรกs variados รกmbitos, tal como se deduce de las dedicatorias a los “informantes”: sus hijas y sus “amigos, alumnos, cantineros, taxistas, marchantes y ayudantes domรฉsticas” (como llama, por decente, a las que su libro, en la entrada “gata”, llama “sirvienta, chacha, muchacha, criada, mucama”, llamada “gata” porque era “la mujer que solรญa habitar el cuarto de la azotea, donde se movรญa como felino silencioso y supuestamente sensual”).
Porque, en efecto, ademรกs de un inventario lexical, el Vocabulario de Manjarrez es un diccionario de usos, sinรณnimos y antรณnimos; unas veces etimolรณgico, otras psicolรณgico, acรก ideolรณgico y acullรก filosรณfico que, con encomiable desenfado y รกnimo autoparรณdico (desde la portada del libro: una chacota cromรกtica y tipogrรกfica de los manuales de autoayuda) aspira a guiar a “nacionales y extranjeros” por el laberinto de la tosquedad hablada de emos y rucos, sabios y pรณpolo, pirruris y esnobs, perrada y muรฑecos, fresas y gruexos, ilustrando cada expresiรณn con ejemplos que, a veces, son relatos en diminuto (ejemplo de uso de gata: “Ya volviรณ a subirse el seรฑor al cuarto de la gata, desde aquรญ la oigo gritar”).
Lo que ha hecho Manjarrez es un ejercicio desinteresado e ingenioso de lealtad y de crรญtica, y por supuesto de amor, al habla mexicana. Deberรญa convertirse en la base de una pรกgina wiki que sus hablantes podrรญamos ampliar y enriquecer agregando posibles explicaciones de carรกcter etimolรณgico, fonรฉtico o retรณrico que irรญan iluminando usos de ingeniosa factura (como, por ejemplo, “andar parafina” para significar “ponerse elegante” o la encantadora “bisagra” que significa sobaco). En tanto que todo mexicano trae su diccionario particular incluido –y, desde luego, no hay dos iguales– ese conjetural wikidiccionario serรญa una tumultuosa y cacofรณnica foto de familia.
Y aparecerรญa en ella, desde luego, “cochinero”: la palabra que, como todo parece indicarlo, va a ser la mรกs empleada de los prรณximos meses…
(Publicado previamente en El Universal)
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.