Puedo imaginar a una niña inquieta, Lucy Schwob, prendida de las palabras que su tío Marcel le va leyendo y que proyectan en la estancia una imagen temerosa, aquella en que el Dr. Jekyll percibe al despertar que su fuerte y blanca mano, posada sobre la colcha, es ahora la nervuda y vellosa mano de Hyde. La voz del tío Marcel desgrana las palabras que su amigo Stevenson ha escrito:
Cada día, y con ayuda de los dos aspectos de mi inteligencia, el moral y el intelectual, me acercaba más a esa verdad cuyo descubrimiento parcial me ha llevado a este terrible naufragio y que consiste en que el hombre no es sólo uno, sino dos. Y digo dos porque mis conocimientos no han ido más allá en este punto. Otros vendrán que me sobrepasarán en conocimientos, y me atrevo a predecir que al fin el hombre será reconocido como un conglomerado de personalidades diversas, discrepantes e independientes.
Y quizá entonces Lucy, los ojos fijos en el fuego, hace preguntas a quien había publicado, poco antes de nacer ella, su primer volumen de relatos titulándolo Corazón doble.
Personajes que exploran los territorios a que una demorada observación de sí parece haberles conducido. Se trata de una pesquisa filosófica y estética que hunde sus raíces en el romanticismo ilustrado y que llega hasta nosotros. En este recorrido, una de las obras más intensas y singulares es sin duda la de Claude Cahun (Nantes, 1894-Jersey, 1954). Muy joven aún, Lucy Schwob adopta este nombre de uso ambiguo, Claude, y lo une a otro de los apellidos de la saga familiar, Cahun, para firmar sus fotografías y escritos. Terminados sus estudios en Óxford y París, se instala en esta ciudad con la mujer que compartirá su vida, Suzanne Malherbe (quien, a su vez, firmará su obra como M. Moore). ¿Sólo un nombre nuevo, o, más bien, un continuo cuestionamiento de la identidad, de la construcción de la identidad?
El IVAM ha organizado (8 de noviembre de 2001- 20 de enero de 2002) la primera exposición monográfica en España de la artista francesa.
Además de 59 fotografías en su mayor parte autorretratos, la muestra incluye revistas, carteles, libros y manuscritos de la autora. Próxima al círculo surrealista, amiga de Bataille, de Michaux, su obra, como la de éstos, resulta más bien oblicua al surrealismo, interesada en especial por el propio cuerpo y por las zonas de penumbra que en su representación le permiten generar mutaciones, transformaciones.
Si toda fotografía, al menos la fotografía clásica, afirma: "esto que ves ha existido, doy fe, así era" haciéndonos entrar en la ilusión de la mimesis, y el autorretrato propone: "mírame, soy yo" señalando una identidad fuerte, el trabajo de Cahun quiebra estos postulados inquietando al espectador al realizar, a la vez que una crítica de la mirada crítica del conocimiento, una crítica de la propia identidad sexual y de la identidad misma. De frente, de perfil, con la cabeza rapada, depiladas pestañas y cejas, poniendo de relieve su ganchuda silueta de pájaro, con el pelo a cepillo y teñido de rosa, de verde, de oro metalizado, con camiseta de tirantes o masculina americana negra, con el rostro tiznado, con alas de ángel y gesto de demonio, con pose y atuendo de golfillo, ora hombre, ora mujer, Cahun efectúa en los autorretratos un ejercicio de visualización de su cuerpo que da cabida al análisis de los prejuicios de toda representación y, a la vez, le permite expresar la opacidad y la dulzura de una sensibilidad quebradiza y precaria. No hay un único interior, un alma: hay imágenes, momentos, hay teatralidad y dolor, hay juego. La identidad (y el sexo) es algo provisional, parece decir, viene de fuera; la mía es una identidad sin esencia, que consiste no tanto en una forma de ser como en un modo de situarse, una posición en el flujo de relaciones que establezco.
(Homo)sexualidad sin esencia, sujeto doble, sujeto múltiple: tras una máscara, otra y otra, en una cadena sin fin. "Mezclar las pistas escribe, ¿masculino?, ¿femenino? Pero eso depende de los casos. Neutro es el único género al que me acoplo siempre. Si no existiese en nuestra lengua no se observaría ese flujo en mi pensamiento. Sería definitivamente la abeja obrera". Cahun constataba en sí misma lo que Nietzsche, por los mismos años en que Stevenson escribía El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, propuso: desterrar la hipótesis de un solo sujeto, suponiendo, más bien, una multiplicidad cuya armonía y cuya lucha subyacen a nuestro pensar y sentir, a nuestra conciencia. Las sucesivas imágenes, frágil fluir de esa multiplicidad, provocan a quien mira. Cuestionan tanto la estabilidad de la mirada sobre el propio cuerpo, como violentan la mirada construida en el espectador; advierten: nunca estamos solos dentro de la piel.
¿Supone esto una escapista ausencia de sujeto? Al contrario, la poderosa conciencia del vértigo, la asunción de la inestabilidad y de la precariedad, conllevan un juicio claro, una conspicua posición política (que acarreará a Cahun junto a S. Malherbe una condena a muerte por su participación en la resistencia antinazi que sólo el fin de la guerra dejará en suspenso). Pues, en efecto, sus fotografías adelantan lo que más tarde Foucault y las prácticas queers han analizado: que cuestionar las raíces, la fijeza de la identidad tiene consecuencias no sólo epistemológicas sino políticas. Cahun, con sus fotografías y escritos, hace de sus desplazamientos un transitar por los límites; pero su énfasis en la movilidad y transformación se acompaña de una ira y de un humor que son gesto de un radical feminismo, intransigencia de una insobornable posición política. –
(Santianes de Pravia, Asturias, 1950) es poeta y ensayista. En 2008 Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores publicó su poesía reunida en el volumen 'Esa polilla que delante de mí revolotea'.