Las elecciones presidenciales han dejado un rastro de amargura en la sociedad mexicana. El triunfo del PRI ni siquiera ha generado una ola de jĆŗbilo en quienes votaron por la restauraciĆ³n del viejo partido. No hay tampoco muchas tensiones en el ambiente polĆtico, aunque una gran parte de la ciudadanĆa cree que el PRI utilizĆ³ medios corruptos e ilegales para impulsar a sus candidatos. La mayorĆa cree que los perdedores deben aceptar los resultados electorales, pues comprende que la corrupciĆ³n del voto y la ilegalidad de los gastos son un fenĆ³meno que se extendiĆ³ durante mucho tiempo antes de las elecciones y que escapa a las regulaciones que podrĆan motivar la anulaciĆ³n de los resultados.
Los perdedores han seƱalado con energĆa dos hechos que parecen evidentes: el PRI comprĆ³ masivamente votos y pactĆ³ ilegalmente con las empresas televisoras un apoyo constante a su candidato presidencial. Esta situaciĆ³n ha llevado a mucha gente a hacer preguntas que resultan muy incĆ³modas. ¿Hay en MĆ©xico cuatro o cinco millones de ciudadanos que vendieron su voto? ¿Las televisoras corrompieron la mente de millones de personas para inducirlas a votar por el PRI?
Si se llega a la conclusiĆ³n de que la compra masiva de votos y la corrupciĆ³n mental son la explicaciĆ³n del triunfo del PRI, inevitablemente habrĆ” que exigir la anulaciĆ³n de las elecciones y la convocatoria de nuevos comicios. Esta ha sido la propuesta del candidato que quedĆ³ en segundo lugar, LĆ³pez Obrador, que obtuvo cerca de tres millones y medio de votos menos que el priista (6.6% de diferencia). HabrĆa que demostrar que por lo menos una cantidad similar de votos fueron comprados (o falseados), lo cual es prĆ”cticamente imposible. O bien demostrar que la televisiĆ³n, al apoyar al PRI, fue la causa determinante de la diferencia, cosa que pudo haber ocurrido pero que no se puede probar legalmente. Lo que acaso se pueda probar es que el PRI excediĆ³ los lĆmites de gasto permitidos, pero ello no es causal de anulaciĆ³n.
Nos movemos en un terreno pantanoso, pues las sospechas llevan a creer que en MĆ©xico hay millones de personas que se prostituyeron electoralmente y que, por ello, se han convertido en algo asĆ como votoservidoras que ofrecieron su papeleta a cambio de dinero. Los partidos que compraron los servicios electorales de estas personas pueden ser considerados como inmorales. Y si los partidos logran pactos en las televisoras a cambio de servicios polĆticos (futuros o inmediatos), podemos sospechar que hay sĆntomas evidentes de prostituciĆ³n. Todo esto nos lleva a la inquietante suposiciĆ³n de que un nĆŗmero muy elevado de ciudadanos se vendiĆ³ o se dejĆ³ influir tontamente por la televisiĆ³n. Cualquiera puede darse cuenta de que imaginar una sociedad permeada por ciudadanos prostituidos y estĆŗpidos es una explicaciĆ³n pedestre y simplona de una realidad polĆtica compleja llena de matices.
Ya he explicado en mi libro La sombra del futuro la combinaciĆ³n de miedos, errores polĆticos, tradiciones culturales, corrupciĆ³n y poder de los gobernadores priistas que permite comenzar a entender los resultados electorales. Ahora quiero abordar un par de temas adicionales. El gran historiador y crĆtico Tony Judt seƱala en un libro pĆ³stumo (Thinking the twentieth century, 2012) que hoy “los intelectuales no se preguntan si algo es bueno o malo, sino si es una posiciĆ³n polĆtica eficiente o ineficiente”. Creo que este cambio ha ocurrido no solamente entre los intelectuales sino tambiĆ©n en la cultura polĆtica ciudadana. Las posturas polĆticas de los candidatos perdedores reflejaron ya sea una moral estrecha basada en la exaltaciĆ³n de los esfuerzos individuales apoyados por la familia, ya la glorificaciĆ³n de una moralina centrada en la honestidad y el amor como mĆ©todo para resolver los grandes problemas. Acaso fueron ideas primitivas y vagas, pero representaron un ideario ofrecido a los electores. En contraste, el PRI no brindĆ³ ideas sino un discurso pragmĆ”tico apoyado en la supuesta capacidad eficiente de su candidato para cumplir promesas especĆficas y simples. La campaƱa del PRI se caracterizĆ³ por la ausencia casi total de ideas, por un vacĆo moral y polĆtico, como si hubiese habido la implosiĆ³n de un inmenso agujero negro. Este vacĆo le permitiĆ³ al PRI captar muchos votantes que hacen a un lado las dimensiones ideolĆ³gicas y morales de la polĆtica.
Otro aspecto que es interesante abordar es el hecho de que en las democracias actuales la influencia electoral de los movimientos sociales ha decrecido enormemente. La lucha electoral hoy transcurre principalmente en los terrenos de los medios masivos de comunicaciĆ³n. Las armas de las confrontaciones electorales son la televisiĆ³n, el internet, la radio, las redes digitales y la prensa. Por supuesto, para que las contiendas sean equitativas es indispensable que haya una pluralidad de medios abiertos a todas las tendencias, algo aĆŗn poco desarrollado en MĆ©xico, especialmente en la televisiĆ³n.
No solo es necesario un espacio mediĆ”tico plural, flexible, tolerante y abierto. AdemĆ”s, los polĆticos deben afinar nuevas capacidades intelectuales para usar los lenguajes audiovisuales y digitales con habilidad. Pero estos escenarios estĆ”n llenos de trampas, pues es fĆ”cil que la polĆtica derive en mero juego de simpatĆas personales, de rostros y gestos atractivos pero vacĆos, en detrimento de un ejercicio creativo de la inteligencia. ~
Es doctor en sociologĆa por La Sorbona y se formĆ³ en MĆ©xico como etnĆ³logo en la Escuela Nacional de AntropologĆa e Historia.