Desde la semana pasada, un poeta estadounidense está perdido en Japón. Leí la noticia ayer en el New York Times. Craig Arnold, autor de dos libros, se extravió en la isla de Kuchinoerabu, cercana a la sureña isla de Kyushu, según reportan las noticias. Ahí, el poeta exploraba un volcán. Hasta el momento la policía no ha encontrado ningún rastro de él.
Mi amiga, la cineasta Karina Escamilla, es amiga de su hermano, un realizador de documentales. Me dice que el poeta había viajado al Japón, invitado por la Comisión de Amistad Japón-Estados Unidos en un programa de intercambios artísticos. Craig preparaba un libro sobre volcanes.
Qué difícil no optar por lo romántico y lo exótico y pensar, “ah, el poeta se perdió buscando algo que nunca sabremos entre los volcanes de Japón” o algo parecido.
Prefiero pensar que el poeta volverá del cráter. Prefiero pensar que terminará su libro sobre los volcanes. Prefiero pensar que el misterio vendrá del poema, no de la desaparición del poeta. Prefiero esperar su vuelta traduciendo uno de sus poemas.
Y es que los poetas regresan, aunque sea un poco, en sus poemas.
– Gaspar Orozco