(Fleur Jaeggy)

Cultura y disparidad: literatura – “Ellas”

Los mejores escritores que he leรญdo, nos dice el autor, son mujeres.ย 
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Los mejores escritores que he leรญdo son mujeres. Hay, junto a mi cama, encima y debajo de mi mesa de noche, una cada vez mรกs grande pila de libros, todos ellos escritos por mujeres y en los que he encontrado la quintaesencia del libro que yo siempre he querido escribir. Si pienso en ficciรณn, la primera que se desmarca de mis lecturas es Fleur Jaeggy, suiza que adoptรณ el italiano como voz literaria, autora de uno de los mejores libros de cuentos que conozco: El temor del cielo. Luego, y de la mano, aparece Agota Kristof, hรบngara devenida suiza (mera casualidad) y que encontrรณ en el francรฉs su lengua, valga la redundancia, franca: basta con leer la trilogรญa narrativa protagonizada por los niรฑos Claus y Lucas para comprender que estamos ante una obra mayor. Tambiรฉn encabeza la lista la escritora inglesa Jeanette Winterson, novelista y ensayista que ha realizado a travรฉs del desvanecimiento de su gรฉnero una proeza narrativa, como puede leerse en la novela Escrito en el cuerpo, por un lado, y en la crรณnica-ensayo autobiogrรกfica ¿Por quรฉ ser feliz cuando puedes ser normal? Ya adentrados en los linderos del ensayo, hay una escritora estadounidense que no tiene parangรณn y cuya opus magnum no ha sido traducida al espaรฑol: Rebecca Solnit y A field guide to getting lost (Una guรญa de campo para perderse, literalmente). Otras dos escritoras estadounidenses me parecen fundamentales en la vasta geografรญa de la no-ficciรณn: A. M. Homes con La hija de la amante, uno de los relatos autobiogrรกficos mรกs crudos jamรกs escritos, y la campeona Joan Didion, autora de un dรญptico sobre la pรฉrdida y la desintegraciรณn familiar, compuesto por El aรฑo del pensamiento mรกgico y Noches azules, el primero sobre la muerte fulminante de su marido, el รบltimo la narraciรณn desgarradora de la pรฉrdida paulatina, luego definitiva, de su รบnica hija (adoptada). Finalmente, mi escritora favorita y punta de lanza es Jan Morris, galesa de origen, que alguna vez, en una รฉpoca hoy desaparecida, fuera hombre: de ello deja registro en El enigma, la crรณnica de su cambio de sexo, aunque es en Trieste or The meaning of nowhere en donde encuentro el gran poder de su voz, un ensayo de viaje que no se parece a nada que antes hubiera leรญdo; y que puedo leer y releer sin tregua, porque allรญ es adonde mejor me encuentro y comprendo mi propio sino. ¿Nombres mรกs evidentes? ¿Nombres locales? Cierro con una destilada lista: Marguerite Duras (pienso en Escribir, uno de esos libros reveladores de, por asรญ decirlo, “superaciรณn” creativa), Marguerite Yourcenar (las Memorias de Adriano, claro), Patricia Highsmith (su pentalogรญa sobre Ripley es un gran tratado sobre la condiciรณn humana), Cristina Rivera Garza (La cresta de Iliรณn es de nuestras pocas obras maestras actuales), Amparo Dรกvila e Inรฉs Arredondo, en cuyos cuentos reunidos descansa buena parte de nuestra mejor literatura mexicana y a los que es posible volver una y otra vez.

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David Miklos (San Antonio, Texas, 1970) es escritor y editor. Dirige la revista de historia internacional Istor de la Divisiรณn de Historia del CIDE, en donde se desempeรฑa como profesor asociado y coordinador del Seminario de Historia y Ficciรณn. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 2008. Es autor de los libros La piel muerta, La gente extraรฑa, La hermana falsa, La vida en Trieste, Brama, El abrazo de Cthulhu, No tendrรกs rostro, Dorada, Miramar y La pampa imposible.


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