De políticos a estatuas a signos

Tres casos de personajes de poder haciendo uso del lenguaje político para transmitir su mensaje. 
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Un presidente mexicano que hablaba de la situación económica nos ofreció hace sexenios el deslumbrante ejemplo del vaso medio vacío o medio lleno de agua según el ánimo de quien mirase (¿al vaso o al presidente?). Demostró así un buen sentido de la ambivalencia de los hechos y de las cosas y ser capaz de leerlos como signos. Es decir: era sabio en kinesia la ¿ciencia? que, dicen,“codifica el lenguaje corporal sobre el modelo de la teoría de la información”.

La Historia (y la palabra va con mayúscula porque se trata de la de largo metraje y ocurre en el mundo desde que feneció la Prehistoria) ofrece muchos casos de la sabia interpretación política de esto, de lo otro, de aquello y, en fin, de lo que sea.

Y van tres casos:

I

Gobernante de gran habilidad para usar a su favor la ambivalencia de un hecho leído como un signo, Cayo Julio Octavio Augusto (63 a.JC-14 d. JC.), el primer imperatur romano, en quien se sintetizaban las magistraturas de consul, tribunus, princeps senatus y pontifex maximus, tuvo una tarde triunfal gracias a un caso en principio funesto.

Cuando un rayo cayó en una plaza de Roma y tumbó las marmóreas alas de una Victoria de mármol, el pueblo vio en esto un mal augurio y salió a las calles a arremolinarse, a rasgarse las vestiduras y arrancarse los cabellos. Si la Victoria había perdido las alas eso sólo podía significar que las armas romanas serían derotadas en Filipos, o en Accio, o en Teutoburgo, o en…

No contaban con la astucia de Cayo Julio Octavio Augusto, que ascendió majestuosamente las gradas del templo, miró a la multitud serena y paternalmente y dijo:

“¡Conciudadanos!, los Dioses han tenido a bien enviar un rayo y quitarle las alas a la Victoria. ¿Puede concebirse mejor regalo de la magnificencia divina? El mensaje es claro: los Dioses quieren que la Victoria no pueda alzar el vuelo para que se quede en Roma, con nosotros. ¡Celebremos, pues, la bondad de los Dioses!

Y el sagaz emperador fue vitoreado por la multitud y elogiado por Horacio, por Virgilio, por Tito Livio, quienes en la Antigüedad fueron escritores de cartel marmóreo.

II

Durante la dictadura de Stalin en la Unión Soviética se convocó a un concurso para premiar al artista que esculpiese la mejor estatua de un monumento en honor del gran poeta Puschkin. Se presentaron varias maquetas en arcilla: Puschkin tocando un harpa, Pushkin niño oyendo los cuentos de su nana (estatua complementaria), Puschkin escribiendo con rizada pluma de ganso un poema épico (el inspirado por el viento del Cáucaso), Puschkin coronado con laureles por la Musa (estatua adjunta), Puschkin levantándose indemne tras caer en el duelo fatal (estatua provista de un mecanismo de invención rusa que permitía ese movimiento), etc.

Después de sesudas deliberaciones, los jueces del concurso decidieron por unanimidad que el mejor proyecto de monumenro a Pushkin era una estatua de Stalin en actitud de leer un libro de Puschkin.

III

El celebérrimo, histórico y a la vez mítico gesto en V de los dedos de mister Winston Churchill, hecho durante la Segunda Gurra mundial para significar venceremos y que ha pasado a ser signo de movimientos sindicales, estudiantiles, obreros y  políticos de todo el mundo, ha sido estudiado e interpretado por algunos kinesólogos que creen que puede significar algo muy diferente. Dejemos que un inglés maestro en kinesia explique ese posible otro significado:

“Ese gesto de los dedos en V tiene una variante de significación. En efecto, una V hecha con la palma de la mano vuelta hacia afuera, y con los nudillos hacia nosotros, indica Victoria, pero si en Inglaterra hacemos el mismo gesto girando 180º la muñeca (la palma hacia nosotros, los nudillos hacia afuera) y lo mostramos a alguien, la tal persona lo tomará como un insulto. ¿Por qué?… Bueno, digamos que los romanos, para indicar lo mismo, mostraban (y los españoles aun lo muestran) un dedo erecto entre los otros dedos plegados: el dedo obsceno, el digitus impudicus, para decirlo en latín.”

Y a la luz de tal consideración quizá Churchill hacía un gesto dual que significaba la promesa de la victoria y la vez un mensaje impúdico hacia el detestable Adolfo Hitler (que también era gesticulante, pero sin esas churchilianas sobriedad y precisión de estilo).

 

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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