De Rimbaud, a un amigo

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(Correo Vivo)

26 mayo 08. A Antonio Montaña, Bogotá, Colombia.

Querido Antonio:

La noticia, y el texto del hippi o beatnik avant la lettre Rimbaud sobre Bismarck que publiqué el domingo en Milenio Diario, apareció, como digo, en periódicos de Francia y de México, supongo que también de Colombia. Yo estimo bastante a Rimbaud sobre todo por sus primeras cosas y por el Bateau Ivre, que alguno consideran tan sólo piezas prometedoras, ejercicios de calentamiento; lo de después lo considero apreciable aunque no para delirar de entusiasmo (del entusiasmo que por cierto cada día me causa más el enorme, el inmenso Baudelaire, notre semblable, notre frère). Lo que me choca de Rimbaud es el mito estúpido (semejante al que también cultivan en torno a Juan Rulfo): que su mejor obra es su silencio, su ruptura radical con la vida literaria, su entrega a la aventura. Pendejeces. No hay más obra que la que se escribe o pinta o pentagramiza; lo demás, el silencio, no significa nada, salvo que el autor ya no tenía más dentro de él. Pero cómo joden con el mito Rimbaud (y no es culpa de Arthur, claro). ¿Y eso de la vida aventurera como “la vraie vie”? Se dedicó a ser un sórdido comerciante: esclavista, vendedor de fusiles a siniestros y criminales jequecillos abisinios, todo finalmente para, después de cada fracaso, volver una y otra vez a casita a que lo consolaran y le dieran calditos de gallina las pendejas y beatorras mamá y hermanita, muy su derecho, pero de ningún modo heroico. Y lo de las cochinerías en cama con el viejo sucio Verlaine (quizá mejor poeta, a final de cuentas), eso es cosa de ellos, allá cada uno avec son cul, n’est pas? Pero yo (y supongo que te pasará lo mismo) estoy harto de las mitologías culturales del siglo XX, a la que tanto han ayudado los filósofos y los sicoanales sicoanalistas, esos dos géneros de novelistas frustrados. Ahora resulta que la gran obra artística de Van Gogh fue el tiro al propio pecho y los cuadros que nunca ya pintó, que el genio de Cervantes está en que quedó manco y que las hijas le salieran putas, que la mejor música de Schubert está en la parte que ya no compuso de la sinfonía famosa, en fin, que lo mejor del queso gruyère son los agujeros. Merde!… o merdre!, como exclamaría el buen père Ubu.

Perdón por la ráfaga de cólera fría y un tanto teatral, aunque sincera. Un abrazo, compañero del alma, compañero.

– josedelacolina

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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