Diario de un mayo furioso en Brasil

Este mes de mayo se instaló un torbellino en la escena política brasileña. Aquí un diario a pie de calle de los días tumultuosos. 
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San Pablo, miércoles 11 de mayo, 20 horas

La avenida Paulista es más que una calle bonita. Es linda, sí: doble ancho, edificios imponentes, comercios con glamour, muy bien iluminada. Pero hay más: es el corazón financiero de América Latina y el centro neurálgico del poder económico en Brasil. Aquí, separados por nada más que doscientos metros y una hilera de policías atentos, cientos de personas se manifiestan. Unos, encendiendo velas en duelo por la democracia. Otros, inflando muñecos enormes de sus objetivos políticos a destruir: Dilma y Lula.

De un lado, hacen un minuto de silencio que termina en protesta: “Negros, ¡presentes!, comunidad LGBT, ¡presente!, mujeres, ¡presentes!”, gritan. “Estamos aquí para defendernos de un golpe que están haciendo los ricos. Quieren tirar a una presidenta electa por la mayoría de la población pobre”, dice Clara, a punto de llorar. De este lado de la avenida, todos saben que en pocas horas –ya hace diez que los Senadores están debatiendo– se votará el inicio del juicio político y Dilma Rousseff será apartada de su cargo por 180 días. También saben que asumirá Michel Temer, presidente del PMDB. El hombre es el elegido por el establishment para hacer lo contrario a lo que quiere el PT y que ya anunció el ajuste en su plan de gobierno.

Eso es lo que festejan los hombres y mujeres a pocos metros mientras saltan y bailan al compás de Boca Nervosa, “el exterminador de la corrupción”. El hombre, negro y elegante canta sus éxitos desde un camión de sonido dispuesto en la puerta de la Federación de Industriales de San Pablo, el principal sector económico que motorizó la suspensión de Dilma. Debajo, a lo largo de no más de una cuadra, la gente va llegando adornada con banderas de Brasil. Entre ellos, algunos ya no están solos, se agrupan en organizaciones nuevas que surgieron en internet y crecieron en los medios, como Movimiento Brasil Libre, Vem Pra Rua, Revoltados Online.

 

Lapa, Río de Janeiro, sábado 14 de mayo, 00.30 hora

A tres días de la votación –que terminó 55 a 22– y a dos de la asunción de Temer, por las calles del barrio Lapa, se escucha una samba de resistencia. Son jóvenes que aparecen por debajo de los famosos arcos de la ciudad cantando “¡fuera Temer!”. Una chica, en tetas, denuncia al gobierno por misógino y xenófobo: no hay negros ni mujeres en el gabinete. La procesión se mueve entre los jóvenes que hacen fila para un bar o que beben caipirinhas callejeras baratas. Están enojados, denuncian un golpe. Pero marchan pacíficos, soplando saxos y trompetas. Hasta que la armonía tamboril se interrumpe y empiezan las corridas. La policía les quitó un redoblante, empezaron los empujones y se siguió con una represión con gas pimienta, piñas y patadas que duró media hora. No se sabe con exactitud cuántos detenidos hubo, pero fueron más de tres.

Centro Río de Janeiro, 25 de mayo, 16 horas

“Muchos pensábamos que esto iba a pasar, pero nunca  imaginábamos que fuera tan rápido”, dice pensativo Joaquím Pinheiro, de la dirección nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra. La organización, con base territorial en 24 de los 27 estados y que aglutina a 400 mil familias en los diferentes asentamientos, planea una estrategia de resistencia en varias escalas: A corto plazo, no reconocerá el gobierno interino y señalará a todos aquellos que apoyaron el golpe. A mediano, quieren acercarse a las favelas porque consideran que ahí estuvo uno de los mayores fracasos del PT, perder las calles. En todo este proceso, los pobres de Brasil no salieron a la calle. Ni de uno ni de otro lado del espectro político. A largo plazo, piensan en conformar un frente popular amplio que oxigene a la izquierda brasileña. Mientras tanto, seguirán denunciando en la prensa internacional y local que esto es un golpe de estado. Que a Rousseff no la apartaron por ningún acto de corrupción, que lo único que encontraron fueron una serie de maniobras fiscales lícitas y habituales a las que tildaron de “irregulares”. La mezcla de conceptos entre el tecnicismo del impeachment y la idea de corrupción, prendió gracias al fogoneo de los medios de comunicación que, en paralelo, pusieron su lupa en el PT cuando les tocó difundir la operación Lava Jato, aunque la investigación afectara a miembros de casi todos los partidos y no tuviera que ver con el juicio a Dilma.

 

Niteroi, 27 de mayo, 17 horas

Para muchos brasileros, la sesión de diputados del 17 de abril (previa a la del Senado) fue “asustadora”. La mayoría de los que hablaron le dedicaban su voto a su familia, a los militares y a Dios. Muchos ciudadanos, ese día, vieron a sus representantes en acción por primera vez. Y no están orgullosos.

Por ejemplo, en un restaurante sobre la costa de San Francisco, en Niteroi, Bernardo Sampaio –líder del Brasil Libre–, reflexiona sobre el país: “Tenemos el Iphone más caro del mundo. La sociedad brasilera aprendió que el Estado no es mejor administrador de los recursos que los ciudadanos”. Su organización, a sabiendas de que ya logró su primer objetivo político -tumbar a Dilma- ahora piensa en participar de las próximas elecciones, las municipales de octubre. Lo harían sumándose a diferentes partidos, no importa a cuáles (siempre y cuando hayan estado a favor del impeachment).

El dato sobre la poca importancia que estos sectores le dan a los partidos no es menor: es el sistema político el que está en crisis en Brasil. “Hay 35 partidos, y no existen 35 ideologías”, dice Sampaio. El congreso está conformado por 513 diputados y 81 senadores. De ellos 251 son empresarios, 127 son hacendados, 55 son militares o policías, 78 son evangélicos. Algunos de ellos son al mismo tiempo empresarios, evangélicos y militares, según el Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria. Del otro lado 49 son sindicalistas y 3 son campesinos y sólo 64 son mujeres. Más de la mitad, según la ONG Transparencia Brasil, tiene o tuvo deudas con la justicia. En sus manos está la decisión sobre si Dilma debe correrse definitivamente del cargo y Temer gobernar hasta el último día de 2018. Tienen tiempo hasta mediados de noviembre.

 

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