A más de dos siglos desde que Adam Smith publicara "La riqueza de las naciones", la ciencia económica ofrece una guía muy limitada acerca de cuáles son los determinantes del crecimiento y del desarrollo económico, al menos al nivel que se requiere para diseñar políticas efectivas. De hecho, las disparidades entre países pobres y ricos son mucho mayores ahora y las preguntas sobre por qué unos países crecen sostenidamente y otros no, cómo podemos aprenderqué funciona para fomentar el desarrollo y qué se puede hacer para ayudar a los países pobres a crecer, se mantienen vigentes.
Sobre desarrollo económico hay dos posiciones que han tenido influencia en el debate académico reciente y que han intentado dar respuestas estas interrogantes. Antes de definir y contrastar estas posiciones me permitiré una digresión sobre la relación entre crecimiento y desarrollo, y un brevísimo recuento de las prescripciones para fomentar del crecimiento económico.
El misterio del crecimiento y del desarrollo
Frecuentemente los conceptos de desarrollo y crecimiento económico se usan de forma intercambiable aunque fijan su atención en cuestiones distintas. El crecimiento económico se refiere a la elevación de los niveles de ingreso de un país, mientras que desarrollo económico está ligado al concepto de libertad para ser y actuar: estar libre de hambre, enfermedad, represión, ignorancia, y pobreza, de forma que las personas puedan desarrollar sus capacidades.[1] Aunque diferentes, ambos conceptos están fuertemente vinculados: no es posible tener desarrollo económico sin crecimiento económico. En su libro más reciente[2], el profesor de economía de la Universidad de Priceton, Angus Deaton, muestra que el ingreso/riqueza está relacionado de forma positiva tanto con la salud como con la felicidad auto-reportada. Muy probablemente el crecimiento causa mayor salud y mayor bienestar.
La estrecha relación entre desarrollo y crecimiento económico implica que resolver el enigma del crecimiento económico es fundamental para entender cómo impulsar el desarrollo. Desafortunadamente, en palabras de Elhanan Helpman[3], profesor de economía en Harvard, el crecimiento económico sigue siendo un misterio. En los cincuenta y sesenta del siglo pasado se creía que el problema de subdesarrollo era resultado de la falta de acumulación de capital y que se necesitaban inyecciones masivas de inversión para fomentar el desarrollo. Esto ayudó a justificar políticas de ayuda a países pobres (“foreign aid”), que tuvieron magros resultados[4]. Recientemente se ha enfatizado la importancia del capital humano, con especial atención en la inversión en educación.
Pero estos enfoques no están exentos de crítcas. En The Mystery of Economic Growth, Helpman, , demuestra que la acumulación de capital explica poco del crecimiento. Y William Easterly[5], argumenta que de poco sirve proveer educación si esta no se premia en el mercado, y que las transferencias de dinero de países ricos a pobres pueden ser contraproducentes si se destinan a repartir dádivas en vez de a inversiones productivas. El argumento principal de Easterly es que en el subdesarrollo está latente un problema más profundo de desalineación de incentivos: no solo es un problema de oferta de recursos sino de una demanda que no premia a los factores que impulsan el crecimiento. Un problema grave en este debate es que tenemos pocas mediciones rigurosas sobre la efectividad de las distintas intervenciones del gobierno y donantes. Esto hace que reinen las opiniones y las modas pasajeras.
Macro versus micro
En la última década ha habido dos corrientes intelectuales influyentes en “desarrollo económico”, la primera es encabezada por economistas como Esther Duflo y Abhijit Banerjee del MIT con una propuesta metodológica que consiste en medir rigurosamente la efectividad de las políticas implementadas para ayudar a los pobres mediante experimentos controlados[6] (randomized control trials). Este método ha probado ser útil en las ciencias físicas y médicas. La propuesta práctica recomienda dirigir los recursos hacia políticas y programas específicos que hayan demostrado ser efectivos, en vez de enfocarlos en esquemas grandilocuentes que buscan transformaciones radicales. La propuetsa es avanzar con pasos pequeños pero seguros.
Los economistas de esta corriente han sido llamados los randomistas, y asociaciones como el Jameel Poverty Action Lab (JPAL) del MIT y Qué funciona para el desarrollo en México impulsan esta agenda de experimentos. Buena parte de la inspiración de este grupo surgió del tipo de experimentos controlados que dió origen a Progresa/Oportundiades en nuestro país en 1997.[7] Los experimentos implementados por los randomistas van desde la desparasitación de niños, pasadndo por incentivos para que los maestros asistan a la escuela, hasta el microcrédito y la provisión de fertilizantes. Hay muchos resultados destacables pero quisiera mencionar uno que muestra el poder desmitificador de los experimentos: Dean Karlan and Jonathan Zinman, economistas de Yale, demostraron que en el caso del banco que ellos estudian en Filipinas el micro-crédito no incrementó la actividad empresarial.[8]
La segunda corriente influyente en “desarrollo económico” busca entender el crecimiento económico desde una perspectiva histórica y macro-social.[9] Enfatizan la importancia de la política en el diseño de las instituciones, y de estas últimas en el crecimiento económico. Su idea principal es que el subdesarrollo se debe a que los grupos en el poder crean instituciones que bloquean la innovación, la competencia,y la movilidad. Las instituciones “excluyentes” les sirven a la élite para apropiarse de rentas, aunque reduzcan el crecimiento de la economía en su conjunto. Entre sus exponentes destacan los profesores Acemoglu y Robinson, y Besley y Persson (AR&BP).
La principal crítica que AR&BP podrían hacer a los randomistas es que las intervenciones que implementan no tienen el potencial de generar desarrollo a gran escala, sino que solo incrementan marginalmente el ingreso de algunas pocas personas. En un artículo reciente[10], Mark Rosenzweig señalaba que mientras que la diferencia en ingreso entre Estados Unidos y Kenia es de 2800%, la mayoría de las intervenciones analizadas en el libro Poor Economics[11] tienen efectos entre 1% y 10% del ingreso. La segunda y quizá más importante crítica es que según AR el subdesarrollo no se debe a la ignorancia sobre qué políticas son efectivas, sino que es diseñado, en el sentido de que no les conviene a los grupos de poder cambiar la forma de operar del país. Por otro lado, la mayor critica de los randomistas hacia AR&BP es que su perspectiva macro-social no proporciona elementos para diseñar mejores políticas públicas, más allá de decir que la igualdad de oportunidades, los derechos de propiedad y de participación en el proceso político, o la capacidad del estado para recaudar son fundamentales para generar crecimiento. AR aceptan esta crítica y aseguran que “no es posible manejar ingenierilmente el desarrollo”, el desarrollo es un proceso histórico-político difícil de controlar.
La agenda de políticas pro-desarrollo
La agenda de políticas que surge de estas dos corrientes no es contradictoria. La agenda de desarrollo tiene que proceder en dos niveles: el micro nivel enfatizado por los randomistas en el plano de política social, y el macro nivel enfatizado por AR&BP en el plano de las reformas políticas y económicas.
Es indispensable evaluar rigurosamente los programas y proyectos de los gobiernos y dirigir los recursos hacia los que funcionan, en particular en un contexto en el que se elevan los impuestos para dedicarlos a este tipo de programas. También es indispensable hacer una reforma política que haga a los congresistas más sensibles a los intereses de los ciudadanos y, por ejemplo, apoyar a la comisión de competencia en su tarea de luchar en contra de las prácticas anti-competitivas. La búsqueda del desarrollo es ardua, tenemos poca información y nos enfrentamos a intereses contrarios, pero si otros países lo han logrado, significa que es posible.
[1]Esta distinción se la debemos en gran parte a Amartya Sen en su libro “Development as Freedom”, Oxford UniversityPress, 1999.
[2]Angus Deaton “The Great Escape: Health, Wealth, and the Origins of Inequality”, Princeton University Press, 2013.
[3]Elhanan Helpman, “The Mystery of Economic Growth”, Harvard University Press, 2004.
[4]Ver el artículo de William Easterly “Can Foreign Aid Buy Growth?”, Journal of Economic Perspectives, 2003.
[5]William Easterly es professor de Economía en la Universidad de Columbia y estos argumentos los desarrolla en su libro “The Elusive Quest For Growth: Economists’ Adventures and Misadventures in the Tropics”, MIT press, 2001.
[6]Un experimento controlado consiste en administrar un “tratamiento” o intervención a una muestra aleatoria de la población, dejando a otra muestra aleatoria como grupo de comparación.
[7]A pesar de estar en la frontera de la innovación social en el México de 1997 bajo el liderazgo de Santiago Levy, desafortunadamente en México actualmente existe poca evaluación rigurosa de impacto de los programas sociales y productivos (menos de 2 al año según el Coneval).
[8]“Microcredit in Theory and Practice: Using Randomized Credit Scoring for Impact Evaluation”, Science 2011.
[9]Véase los libros “Why Nations Fail”, Random House, 2011 de Daron Acemogu and Jonathan Robinson; y “Pillars of Prosperity” Princeton University Press 2011 de Thimothy Beesley and Torsten Persson.
[10]Mark Rosenzweig “Thinking Small: A Review of Poor Economics”, Journal of Economic Literature 2012.
[11]Esther Duflo y Abhijit Banerjee “Poor Economics: A Radical Rethinking of the Way to Fight Global Poverty”, 2011
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Doctor en economía por Stanford, ha trabajado en el ITAM, Banco Mundial, SHCP, SE y Banxico. Fundador de Qué funciona para el desarrollo AC.