#EconomíayDeporte El deporte de develar estatuas

El impacto de los deportes en la economía mexicana se mide poco y se aprovecha mal.
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En México la cantidad de placas de agradecimiento a los funcionarios por construir instalaciones deportivas superan a las medallas y trofeos. En la Plaza Olímpica del Comité Olímpico Mexicano destaca la enorme estatua de su presidente vitalicio, Mario Vázquez Raña, que ha dirigido al organismo desde 1974. Por todos lados hay reconocimientos con su nombre. En el Parque Bicentenario -prometido para 2010 y que sigue funcionando a medias-, una placa conmemora un árbol sembrado por el entonces presidente Felipe Calderón. Y en una pequeña instalación deportiva, recientemente instalada debajo del Circuito Interior, destaca una enorme placa que agradece su construcción al jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera.

Los mexicanos no solo carecemos de instalaciones deportivas adecuadas y suficientes, además debemos financiar aburridas ceremonias y gastar en placas que aplauden que un funcionario hizo su trabajo. Recientemente el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, prohibió usar su nombre e imagen al inaugurar obras públicas. “Las obras son del pueblo y no de un gobierno o funcionario en particular”, afirmó. Tanta pleitesía hace que los ciudadanos sintamos que las instalaciones deportivas públicas son dádivas, cuando el deporte es una de las mejores inversiones para una sociedad.

Una de las ventajas obvias de la inversión en deporte es la prevención de enfermedades vinculadas al sedentarismo, pero además las ciudades ven un impacto positivo en su economía. Recientemente la firma de consultoría PwC anunció que la industria del deporte en Estados Unidos rebasará los $67 mil millones de dólares en 2017. En el mismo informe destacaron que el crecimiento depende en gran parte del nuevo consumo deportivo, vinculado a ropa especializada, aplicaciones, gadgets, smartphones y otros rubros que generan dinero a partir del deporte.

Es difícil estimar qué parte del Producto Interno Bruto generan las actividades relacionadas con el deporte en México. En 2005 la Secretaría de Turismo declaró que el turismo deportivo dejó $1,270 millones de pesos, especialmente por la práctica de golf, competencias de triatlón, maratones, buceo y pesca deportiva. En 2010 el estudio “Tendencias del Futbol, su Afición y Consumo en México”, realizado por la empresa de consultoría De la Riva, se menciona que el futbol profesional “produce 89,551 millones de pesos anualmente que representa 0.7% del Producto Interno Bruto” (). De acuerdo al INEGI, en el primer trimestre de 2014 los servicios educativos generaron un 2.7% del PIB, dentro de ese porcentaje se incluyen clases deportivas, medicina del deporte y otras áreas vinculadas directamente con la enseñanza deportiva.

Uno de los problemas de la infraestructura del deporte es el abandono. Recuerdo haber asistido –acarreado por mi escuela primaria– a la inauguración que hizo el entonces presidente Miguel de la Madrid de un deportivo en Azcapotzalco, en plena euforia del Mundial de 1986. Hace poco pasé por ese lugar y estoy seguro que desde ese año no ha recibido otra capa de pintura, gran parte de la barda se ha derrumbado: el sitio es una lástima. Buscando una alberca pública en la ciudad de México llegué al Deportivo 18 de marzo, pagué $70 pesos para entrar y la situación que vi era ridícula, el agua no superaba el metro de profundidad, estaba sucia y fría. Todo el sitio lucía insalubre y los espacios de vestidores y la entrada estaban ocupados por puestos de golosinas y fritangas.

En la política clientelista mexicana no es redituable encargarse del mantenimiento de parques, jardines e instalaciones deportivas. Es mejor inaugurar, cortar un listón, dejar constancia en una placa y presumirlo en comerciales, carteles y campañas que muchas veces cuestan más que la obra misma.

Hace un par de años visité el centro de entrenamiento olímpico de Estados Unidos en Colorado Springs, uno de los 3 complejos de entrenamiento creados por el Comité Olímpico de ese país. Ahí se entrenan los atletas olímpicos y paraolímpicos durante meses o años. En la entrada hay una escultura de atletas cargando un planeta. Al entrar, en vez de alabanzas a sus dirigentes, hay un periódico mural que cuenta las noticias de los deportistas. No se ven muchas oficinas, hay salones llenos de colchonetas, el olor es el de un gimnasio y hay equipos de todo el mundo entrenando. De hecho gran parte del financiamiento del centro es pagado por los atletas extranjeros que llegan ahí a entrenarse.  

Cada año es posible conocer la administración del Comité Olímpico de Estados Unidos. En 2012 y 2013 sus ingresos fueron mayores, producto de la venta de derechos de transmisión, licencias y contribuciones corporativas. En México en 2012 el IFAI ordeno a la Comisión Nacional del Deporte detallar los gastos de los funcionarios del Comité Olímpico Mexicano que asistieron a los Juegos Olímpicos de Londres. En abril de 2013 el COM declaró que no se contaba con esos datos. Cuando un político da las cifras monumentales de la inversión en deporte en México, no puedo dejar de imaginar cuánto se podría hacer si ese dinero llegara a todos esos deportivos abandonados desde el día de su inauguración.  Uno de los indicadores del éxito deportivo de México son las medallas olímpicas obtenidas. Como ejemplo, en Atenas 2004 el costo de la participación mexicana fue de 100 millones de pesos y se obtuvieron 3 medallas de plata y una de bronce. Quizá el fracaso deportivo de México no sea sólo una cuestión monetaria, sino la falta de inteligencia para asegurar su práctica por encima de los deseos y las ocurrencias de políticos y dirigentes.

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Ha sido guionista de televisión y periodista para diversos diarios nacionales. Colabora en publicaciones como Algarabía, National Geographic Traveler, Gatopardo y Forbes.


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