(Este corresponsal llegรณ tarde y se irรก temprano del evento: los dรญas de cobertura no son los protagรณnicos y tal vez haya en ese leve desfase algo de interรฉs. Lo consignado sucede entre el lunes 26 y el miรฉrcoles 28.)
La numeralia de la Feria, impresa en una hoja es poco menos que un alarde; experimentada en vivo tiende francamente a lo abrumador. Es decir, que en un hipotรฉtico papel diga “alrededor de dos mil editoriales” o “setecientos mil asistentes” son apenas abstracciones con pocas consecuencias. Pero una vez traspuesta la garita de entrada que separa a los que traen boleto comprado o el gafete al cuello de quienes se quedan fuera, el peso de esas cifras se hace sentir. Y el sentimiento se acerca a lo abrumador. No al pasmo ante lo magnรญfico, ni al arrobo ante lo terrible: un simple e inescapable abrumo por lo lleno, lo abigarrado. Eso: no es que la FIL 2012 sea una feria abrumadora en sรญ, simplemente estรก toda abigarrada, toda muy junta. Los eventos en el programa impreso en papel periรณdico, los stands espalda con espalda, todos sin aire entre ellos para dar un respiro, para que, por un momento, no pase nada y uno pueda dilucidar alguna idea. Y estos dรญas, por las maรฑanas el lugar estรก cerrado al pรบblico en general. Esperemos a los prรณximos dรญas, cuando ya podrรกn circular por los pasillos desde temprano grandes tropas de escolares: entonces sรญ: abrumador. Aunque no quiero dar una falsa impresiรณn. No es nada grave: algo de cansancio y punto. Nada peor que una ida al supermercado en domingo.
Pero vamos por partes. El invitado de este aรฑo, Chile, ha estado muy bien representado: en salones de diversos tamaรฑos han dictado conferencias y conversado entre ellos; han firmado libros y el pรบblico les aplaudiรณ con efusividad sincera. He de confesar, sin embargo, que no obstante las conferencias y las presentaciones de libro a propรณsito del paรญs invitado, yo celebro que Chile sea el protagonista por una sencilla, delgada razรณn: me permitiรณ conseguir un libro pequeรฑo y contundente de Juan Emar, Un aรฑo, que no encontraba.
Y aquรญ llegamos a la pregunta recurrente de estos dรญas, por lo menos en mi mente. ¿A quรฉ viene uno a eventos como este? La respuesta inmediata es la que emparenta a esta concentraciรณn con el supermercado: a comprar libros. Pero no es quizรก la zona mรกs propicia para hacerlo. Si bien uno halla pequeรฑas joyas entre la maleza, los “demasiados libros” de los que habla Zaid son un ente vivo y devorador, un ente necesitado de protagonismo que imposibilita hallar lo que uno busca. Si no es novedad o long-sellers, es difรญcil hallar lo que las editoriales guardan entre los resquicios de su catรกlogo. Esta muestra no es significativa, pero la lista de pendientes por conseguir de dos personas, incluido yo, regresa sin ninguna tachadora: de seis libros, ninguno.
Otra razรณn podrรญa ser que uno viene a ver a los autores, a escucharlos, a participar de su humanidad, pues. Aunque, a juzgar por el furor de los asistentes, muy probablemente ese sea uno de los atractivos mรกs poderosos, me parece un rebuscamiento y una salida fรกcil para la letra escrita: pocas cosas mรกs anticlimรกticas que tratar de estrella de rock a las personas que laboran en silencio y en privado para transmitir un mensaje que uno consumirรก, en gran medida, en silencio y en privado. Es hacer performance lo que no lo es. Pero sobre eso ya se ha escrito tanto y nada quiero menos que parecer un vejete que regaรฑa a la muchachada.
Una razรณn mรกs y quizรก para mรญ la mรกs atractiva es la de ampliar el menรบ de opciones: si ya estamos siendo sofocados por este tsunami editorial, si a pesar de nuestros hรกbitos de lectura se siguen publicando libros y libros, entonces por lo menos ampliar el gusto. Entre los hallazgos editoriales que mรกs disfrutรฉ y a los que no tuve empacho en entregarles una buena parte de mi quincena, fue a la editorial espaรฑola Libros del Zorro Rojo. La transformaciรณn que han operado sobre textos clรกsicos como tres cuentos de boxeo de Jack London, Drรกcula o las Cartas a Ophรฉlia de Pessoa y novelas mรกs recientes como La ciudad ausente de Ricardo Piglia es fantรกstica: las han vuelto novelas grรกficas, libros ilustrados. Son ejemplares impactantes y en extremo disfrutables. Otro hallazgo similar, Libros del K.O., tambiรฉn espaรฑola y tambiรฉn de una hechura y un gusto estรฉtico finรญsimo. Estos รบltimos tienen una colecciรณn: Hooligans Ilustrados, con pequeรฑos libros sobre clubes de futbol espaรฑol que es fascinante por lo simple y por lo bien realizada que estรก.
Uno viene, pues, a pesar del formato y de los precios, a pesar de las multitudes. A pesar de lo incรณmodo que es buscar libros con setenta personas orbitando la misma estanterรญa, o a pesar de que en esta ciudad los taxistas no conocen el taxรญmetro –en estos tres dรญas solo me subรญ a uno que tenรญa taxรญmetro y marcรณ veinte pesos menos que lo que los otros usan como tarifa estรกndar–. Me atrevo a suponer que nadie tiene del todo claro por quรฉ asiste y que no importa no tenerlo claro. Asistir para ser partรญcipe parece ser suficiente.
(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.